martes, 10 de octubre de 2017

HANNAH ARENDT

Capítulo 35
El hombre que no hacía preguntas 
Hannah Arendt
   
    El nazi Adolph Eichmann era un administrador diligente. Desde 1942 estuvo a cargo del transporte de judíos europeos a campos de concentración de Polonia, entre ellos Auschwitz. Esto formaba parte de la «Solución Final» de Adolf Hitler: el plan para acabar con todos los judíos que vivieran en las tierras ocupadas por las fuerzas alemanas. Eichmann no fue responsable de la política de asesinatos sistemáticos –no había sido idea suya–, pero sí estuvo profundamente implicado en la organización del sistema de ferrocarril que lo hizo posible.

    Desde la década de 1930, los nazis habían estado promulgando leyes que restringían cada vez más los derechos de los judíos. Hitler les culpaba de prácticamente todo lo que iba mal en Alemania y sentía un demencial deseo de venganza. Estas leyes les impedían ir a escuelas públicas, les obligaban a entregar al Estado su dinero y propiedades y les hacían llevar una estrella amarilla cosida a la ropa. También les obligaban a vivir en guetos: superpobladas secciones de ciudades que se convirtieron en auténticas prisiones. La comida escaseaba, y la vida era difícil. Ahora bien, la Solución Final supuso un nuevo nivel de maldad. La decisión de Hitler de asesinar a millones de personas a causa únicamente de su raza supo- nía que los nazis necesitaban un modo de sacar a los judíos de las ciudades y llevarlos a algún lugar en el que pudieran matarlos masivamente. Convirtieron los campos de concentración existentes en factorías para gasear e incinerar a cientos de personas al día. Como muchos de estos campos estaban en Polonia, alguien tenía que organizar los trenes que transportaban a los judíos a su muerte.

    Mientras Eichmann permanecía en su oficina revolviendo papeles y haciendo importantes llamadas de teléfono, millones de judíos morían como resultado del sistema que él había organizado. Algunos perecieron de fiebre tifoidea o de inanición, a otros les hicieron trabajar hasta la muerte, pero la mayoría fueron asesinados con gas. En la Alemania nazi los trenes eran puntuales, Eichmann y otros como él se habían asegurado de ello. Su eficiencia mantenía los vagones de ganado llenos. Dentro iban hombres, mujeres y niños, todos obligados a realizar un largo y doloroso viaje hacia la muerte, normalmente sin comida ni agua, a veces bajo un intenso calor o frío. Muchos morían durante el trayecto, sobre todo los ancianos y los enfermos.

Los supervivientes llegaban débiles y aterrados. Una vez en el campo, los nazis les obligaban a entrar en unas cámaras camufladas de duchas y desnudarse. Luego cerraban las puertas. Allí era donde los mataban con gas Cyclon. Luego se quedaban con sus posesiones e incineraban los cadáveres. Si no eran seleccionados para morir inmediatamente de este modo, los más fuertes eran obligados a trabajar en condiciones atroces y sin apenas alimentos. Los guardias nazis les solían golpear o incluso disparar por mera diversión.

     Eichmann jugó un importante papel en estos crímenes. A pesar de ello, al terminar la Segunda Guerra Mundial consiguió escapar de los aliados y se las arregló para llegar finalmente a Argentina, donde estuvo viviendo en secreto durante varios años. Sin embargo, en 1960, miembros del servicio de inteligencia israelí, el Mosad, lo localizaron en Buenos Aires y lo capturaron. Tras drogarlo, se lo llevaron en avión a Israel para someterlo a un juicio.

    ¿Era Eichmann una especie de bestia malvada, un sádico que disfrutaba con el sufrimiento de otras personas? Eso era lo que la mayoría de la gente creía antes de que comenzara el juicio. ¿Cómo si no podía haber tenido un papel tan relevante en el Holocausto? Durante varios años su trabajo fue buscar formas eficientes de enviar a la gente a la muerte. Sólo un monstruo sería capaz de dormir por las noches después de realizar una tarea como ésa.

    La filósofa Hannah Arendt (1906–1975), una alemana judía que había emigrado a los Estados Unidos, escribió sobre el juicio a Eichmann para la revista New Yorker. Estaba interesada en encontrarse cara a cara con un producto del estado totalitario nazi, una sociedad en la que no había demasiado espacio para pensar por uno mismo. Quería comprender a este hombre, ver cómo era; y averiguar cómo había podido hacer cosas tan terribles.

     Eichmann no era ni mucho menos el primer nazi que Arendt conocía. Ella misma había dejado Alemania huyendo de los nazis, instalándose primero en Francia y luego en los Estados Unidos. Cuando estudiaba en la Universidad de Marburgo, uno de sus profesores fue Martin Heidegger. Durante un breve periodo de tiempo, fueron amantes, a pesar de que ella sólo tenía 18 años y él estaba casado. Por aquel entonces, Heidegger estaba ocupado escribiendo Ser y tiempo (1962), un libro increíblemente difícil que algunas personas consideran una importante contribución a la filosofía y otros una obra deliberadamente oscura. Más adelante, pasaría a ser un miembro activo del Partido Nazi y defendería sus políticas antijudías. Incluso eliminó el nombre de su antiguo amigo, el filósofo Edmund Husserl, de la página de dedicatorias de Ser y tiempo porque era judío.

     Sin embargo, en Jerusalén Arendt iba a conocer a un nazi muy distinto. Se trataba de un hombre corriente que había elegido no pensar en lo que estaba haciendo. Esto había tenido unas consecuencias desastrosas, pero él no era el sádico malvado que ella había esperado encontrar. Era algo mucho más común pero igualmente peligroso: un hombre irreflexivo. En una Alemania en la que la peor forma posible de racismo había sido elevada a ley, a Eichmann le resultó fácil convencerse de que estaba haciendo lo correcto. Las circunstancias le ofrecieron la oportunidad de labrarse una carrera exitosa, y la aprovechó. Para él, la Solución Final de Hitler supuso una oportunidad de prosperar, de demostrar que podía hacer un buen trabajo. Esto puede resultar difícil de imaginar, y muchos críticos de Arendt no creen que tuviera razón, pero ella creía que Eichmann era sincero cuando éste declaró que estaba cumpliendo con su deber.

    A diferencia de algunos nazis, Eichmann no parecía sentir ningún odio irracional contra los judíos. Carecía de la maldad de Hitler. Había muchos nazis que no habrían tenido ningún problema en darle una paliza mortal a un judío en la calle por no saludarles con un «Heil Hitler!», pero él no era uno de ellos. Sin embargo, había acatado y aceptado la postura oficial del partido, y, cosa mucho, mucho peor, había ayudado a enviar a la muerte a millones de personas. Ni siquiera al escuchar las pruebas contra él dio la impresión de que creyera haber hecho nada incorrecto. Por lo que a él respectaba, puesto que no había infringido ninguna ley, no había matado a nadie directamente y tampoco pedido a nadie que lo hiciera por él, su comportamiento había sido razonable. Le habían educado para obedecer la ley y entrenado para seguir órdenes. Además, a su alrededor todo el mundo hacía lo mismo que él. Puesto que acataba las órdenes de otros, no se sentía responsable de las consecuencias de su trabajo diario.

    Eichmann no tenía por qué ver a la gente apiñada en los vagones de ganado ni visitar los campos de exterminio, así que no lo hizo. Estamos hablando de un hombre que le dijo al tribunal que no podría haber sido médico porque no soportaba la visión de la sangre. Y sin embargo, la sangre todavía manchaba sus manos. Era el producto de un sistema que de algún modo había conseguido que evitara pensar de un modo crítico sobre sus propias acciones y las consecuencias de éstas sobre personas reales. Era como si careciera completamente de empatía. Se pasó todo el juicio convencido de su inocencia. Eso, o había decidido que su mejor línea de defensa era decir que sólo obedecía la ley; en este caso, logró engatusar a Hannah Arendt.

    Arendt utilizó las palabras «la banalidad del mal» para describir lo que vio en Eichmann. Algo «banal» es común, aburrido y falto de originalidad. Según Arendt, la maldad de Eichmann era banal en tanto que, más que la de alguien perverso, era la maldad de un burócrata, la del encargado de una oficina. Era un hombre rematadamente común que había permitido que las ideas nazis afectaran todo lo que hacía.

     La filosofía de Arendt estaba inspirada por los elementos que la rodeaban. Ella no era uno de esos filósofos que se pasan la vida en un sillón pensando en ideas puramente abstractas o debatiendo hasta la saciedad acerca del significa- do exacto de una palabra. Su filosofía estaba influenciada por la historia reciente y las experiencias vividas. Lo que escribió en su libro Eichmann en Jerusalén estaba basado en sus propias observaciones de un hombre y el lenguaje y justificaciones de éste. Partiendo de lo que había visto, desarrolló explicaciones más generales sobre la maldad en un estado totalitario y sus efectos en aquéllos que no se opusieron a su forma de pensar.

    Al igual que muchos otros nazis, Eichmann fue incapaz de ver las cosas desde la perspectiva de otros. No fue suficientemente valiente para poner en cuestión las órdenes que recibía: se limitaba a buscar el mejor modo de cumplirlas. Carecía de imaginación. Arendt le describió como super- ficial y no muy inteligente, aunque también puede que se tratara de teatro. De haber sido un monstruo habría sido terrorífico. Ahora bien, al menos los monstruos son poco frecuentes y, por lo general, bastante fáciles de reconocer. Lo que quizá le hacía todavía más aterrador era precisamente el hecho de que pareciera alguien tan normal. Era un hombre común que, al no poner en cuestión lo que estaba haciendo, tomó parte en algunos de los actos más atroces conocidos por la humanidad. Si no hubiera vivido en la Alemania nazi, es improbable que hubiera cometido maldad alguna. Las circunstancias se conjuraron en su contra. Pero eso no le exculpa. Había obedecido órdenes inmorales. Y obedecer órdenes nazis era, en lo que a Arendt respectaba, comparable a haber apoyado la Solución Final. Al no poner en cuestión lo que le decían que hiciera y llevar a cabo esas órdenes, tomó parte en un asesinato en masa por más que, desde su punto de vista, sólo estuviera organizando los horarios de los trenes. En un momento dado del juicio, declaró incluso estar actuando de acuerdo con la teoría del deber moral de Immanuel Kant, queriendo indicar que había hecho lo correcto por seguir órdenes. No había comprendido que Kant creía que tratar a los seres humanos con respeto y dignidad era un hecho consustancial a la moral.

 Karl Popper fue un intelectual vienés suficientemente afortunado para escapar del Holocausto y los puntuales trenes de Eichmann.

3º TRABAJO DE FILOSOFÍA – EL HOMBRE QUE NO HACÍA PREGUNTAS (HANNAH ARENDT Y ADOLF EICHMANN)

1º PARTE
Para ilustrar tu trabajo, puedes dibujar cualquier motivo relacionado con el Holocausto: yo te invito a que escribas la siguiente frase que estaba inscrita en la puerta de entrada del lager de Buchenwald

Imagen relacionada


Sobre Eichmann

1º Busca información sobre los siguientes asuntos (MÍNIMO 20 PALABRAS POR ÍTEM):

a)   la II Guerra Mundial

b) el antisemitismo (busca en la wiki)

c) el antisemitismo nazi: aquí tienes que explicar qué fueron 
- las “Leyes de Nüremberg”; 
- la “Noche de los cristales rotos”; 
- los guetos; 
- la Conferencia de Wannsee y
- la "Solución Final" (busca en la entrada de la Wiki “antisemitismo” en el apartado “siglo XX”)

d)  el Holocausto y los campos de exterminio (busca información en los artículos correspondientes de la Wikipedia)
 
e) Adolf Eichmann (también en la Wiki)


2º a) Busca en un traductor alemán-español la traduccion al español de la frase en alemán "JEDEM DAS SEINE".

b) Busca en internet (en la página: "el de dar a cada uno lo suyo-confilegal") 1º ¿de qué es definición esta frase?; 2º ¿qué jurista romano la utilizaba?; 3º ¿cuáles son según este jurista romano los tres principios del derecho?

      c) ¿Por qué crees que los nazis decidieron poner esta inscripción en la entrada de uno de sus campos?

3º Lee ahora la parte del capítulo en el que nos hablan de Adolf Eichmann y explica detalladamente qué papel jugó Eichmann en la ejecución de la “Solución Final”.

4º ¿Cuál es tu opinión respecto a la pregunta que se formula en el libro “¿Era Eichmann una especie de bestia malvada, un sádico que disfrutaba con el sufrimiento de otras personas?”?

2º PARTE
Sobre Hannah Arendt

Puedes ilustrar tu trabajo con cualquier motivo relacionado con Hannah Arendt, Eichmann o el Holocausto. Aquí te propongo este perfil de Eichmann y esas vías de tren que conducen  a la entrada de un campo de exterminio


Resultado de imagen de new yorker eichmann



-          1º Busca información sobre la vida de:
       - Hanna Arendt (Wiki; no olvides indicar el título de tres obras importantes que escribió).
-                    -  Martin Heidegger (Wiki; no olvides indicar el título de tres obras importantes que escribió).

2º ¿Cuál era el principal interés de Hanna Arendt para cubrir como corresponsal de la revista New Yorker el juicio de Eichmann en Jerusalén?

3º Para aquellos que le juzgaban, Eichmann era, al igual que la mayoría de los nazis que habían participado directamente en la Solución Final, un racista sádico y sin escrúpulos. La opinión de Arendt era muy distinta. ¿Quién era a su juicio Adolf Eichmann?

4º ¿Por qué Eichmann creía que no había hecho nada malo?

5º ¿por qué algunos críticos de Arendt decían que Eichmann la había engatusado?

6º ¿Qué es la banalidad del mal?

7º Para Arendt, Eichmann carecía de imaginación y no era muy inteligente (carecía de empatía, de incapacidad de ponerse en el lugar de los otros), pero no tenía sentimientos perversos, sádicos, de odio hacia los judíos. Eichmann era un hombre normal que era incapaz de matar a una mosca. Pero entonces, ¿Cómo pudo hacer lo que hizo?

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