martes, 27 de febrero de 2018

EPICURO

capítulo 4
El sendero del jardín Epicuro

Imagina tu funeral. ¿Cómo será? ¿Quién asistirá? ¿Qué dirán? Necesariamente, lo visualizas todo desde tu propia perspectiva. Es como si observaras la escena desde un lugar concreto, quizá desde las alturas, o sentado entre los asistentes. Mucha gente cree que hay una verdadera posibilidad de que después de morir dejemos atrás el cuerpo físico y sobrevivamos como una especie de espíritu y seamos capaces de ver qué sucede en este mundo. En cambio, aquellos que creemos que la muerte es el final, tenemos un problema. Cada vez que intentamos imaginar que no estamos presentes, tenemos que hacerlo imaginando que sí lo estamos, observando lo que sucede en nuestra ausencia.

Tanto si puedes imaginar tu propia muerte como si no, parece algo bastante natural sentir cierta inquietud ante la idea de no existir. ¿A quién no le da miedo su propia muerte? Si hay algo que nos puede provocar desazón, es precisamente eso. Parece perfectamente razonable preocuparse por la idea de morir aunque haya de suceder dentro de muchos años. Es instintivo. Muy pocas personas vivas no han pensado nunca profundamente al respecto.

El filósofo de la Antigua Grecia Epicuro (341–270 a. C.) sostenía que sentir miedo a la muerte es una pérdida de tiempo y que está basado en una lógica pésima. Es un estado mental a superar. Si uno piensa bien en ello, la muerte no debería provocarle inquietud alguna. Una vez superado el miedo, será capaz de disfrutar mucho más de la vida, lo cual para Epicuro era extremadamente importante. El objetivo de la filosofía, creía él, es mejorar la vida de uno, ayudarnos a encontrar la felicidad. A algunas personas les parece algo morboso pensar demasiado en la muerte, pero para Epicuro era un modo de vivir con mayor intensidad.

Epicuro nació en la isla griega de Samos, en el mar Egeo, si bien la mayor parte de su vida la pasó en Atenas, donde se convirtió en algo así como un ídolo y atrajo a un grupo de estudiantes que vivían con él como en una comuna. El grupo incluía mujeres y esclavos (algo poco común en la Atenas antigua). Esto no le hizo precisamente popular, salvo entre sus seguidores, que prácticamente le adoraban. Esta escuela filosófica la dirigía desde una casa con jardín que pasó a ser conocida como El Jardín.

Al igual que muchos otros filósofos de la Antigüedad (y algunos modernos como Peter Singer: ver el capítulo 40), Epicuro creía que la filosofía debía ser práctica. Debería cambiarte la vida. Así pues, para quienes se unieron a él en El Jardín, más que simplemente aprender su filosofía, lo importante era ponerla en práctica.

Para Epicuro, la clave de la vida era reconocer que todos buscamos el placer. Es más, evitamos el dolor siempre que podemos. Eso es lo que nos empuja a seguir adelante. Eliminar el sufrimiento de nuestras vidas e incrementar la felicidad hará que todo vaya mejor. El mejor modo de vivir, pues, es éste: llevar un estilo de vida muy sencillo, ser amable con la gente, y rodearse de amigos. De este modo podrás satisfacer la mayoría de tus deseos y no desearás algo que no puedes obtener. De nada sirve sentir la necesidad imperiosa de poseer una mansión si jamás tendrás el dinero necesario para comprarte una. No te pases toda la vida trabajando para conseguir algo que probablemente está más allá de tu alcance. Es mejor vivir de un modo sencillo. Si tus deseos son sencillos, serán fáciles de satisfacer y tendrás el tiempo y la energía para disfrutar de las cosas que importan. Ésta era su receta para la felicidad y, ciertamente, tiene mucho sentido.

 Esta enseñanza era una forma de terapia. La intención de Epicuro era curar el dolor mental de sus alumnos y sugerir cómo hacer más llevadero el dolor físico mediante la rememoración de placeres pasados. Consideraba que los placeres son disfrutables en el momento, pero que también lo son cuando los recordamos más adelante, de modo que sus beneficios pueden ser duraderos. De hecho, cuando estaba a las puertas de la muerte, Epicuro le contó a un amigo en una carta que se distraía de la enfermedad recordando sus conversaciones pasadas.

Todo esto es muy distinto al significado que la palabra «epicúreo» tiene hoy en día. De hecho, es casi lo opuesto. Un «epicúreo» es alguien que adora la buena comida y que se entrega al lujo y al placer sensual. Los gustos de Epicuro eran mucho más sencillos de lo que esto sugiere. Él predicaba la necesidad de ser moderado. Sucumbir a la avaricia de los apetitos no haría sino crear más deseos y al final provocaría la angustia mental del deseo no satisfecho. Este tipo de vida debe evitarse. La dieta de Epicuro y sus seguidores consistía en pan y agua, no en comidas exóticas. Si uno comienza a tomar vino caro, pronto querrá beber otro vino todavía más caro y finalmente quedará atrapado en la trampa de desear cosas que no puede conseguir. A pesar de ello, sus enemigos aseguraban que en la comuna de El Jardín los epicúreos se pasaban la mayor parte del tiempo comiendo, bebiendo y manteniendo relaciones sexuales entre sí en una orgía sin fin. Así es como se inició el significado moderno de «epicúreo». Si los seguidores de Epicuro realmente hubieran hecho todo eso, habría ido en contra de las enseñanzas de su líder. Lo más probable, pues, es que se tratara de un rumor malicioso.

Una cosa a la que Epicuro sí dedicó mucho tiempo fue a escribir. Fue muy prolífico. Al parecer escribió más de trescientos libros en rollos de papiro, aunque ninguno ha sobrevivido. Lo que sabemos de él proviene básicamente de los apuntes de sus seguidores. Éstos se aprendían sus libros de memoria, pero también pusieron sus enseñanzas por escrito. Algunos de sus rollos sobrevivieron en fragmentos, preservados por la ceniza volcánica que cayó en Herculano, cerca de Pompeya, cuando el monte Vesubio entró en erupción. Otra importante fuente de información acerca de las enseñanzas de Epicuro es el largo poema Sobre la naturaleza de las cosas, del poeta y filósofo romano Lucrecio. Compuesto más de doscientos años después de la muerte de Epicuro, este poema resume las enseñanzas clave de su escuela.

Así pues, volviendo a la pregunta que Epicuro hacía, ¿por qué no deberías temerle a la muerte? Una razón es que no  la experimentarás. Tu muerte no será algo que te pase a ti. Cuando suceda tú ya no estarás ahí. El filósofo del siglo xx Ludwig Wittgenstein se hizo eco de esta idea cuando en su Tractatus Logico-Philosophicus escribió: «La muerte no es un acontecimiento de la vida». Lo que está diciendo con esto es que los acontecimientos son cosas que experimentamos; la muerte, sin embargo, es precisamente la supresión de esa posibilidad de experimentar, no algo de lo que seamos conscientes y a lo que, de algún modo, podamos sobrevivir.

Cuando imaginamos nuestra propia muerte, sugirió Epicuro, la mayoría de nosotros cometemos el error de pensar que una parte de nosotros todavía sentirá lo que le sucede a nuestro cuerpo muerto. Pero esto no deja de ser un malentendido acerca de lo que realmente somos. Estamos encadenados a nuestros cuerpos, a nuestra carne y a nuestros huesos. Epicuro creía que estamos compuestos de átomos (aunque lo que él quería decir con este término se aleja un poco de lo que los científicos modernos designan con él). Una vez que estos átomos se disgregan con la muerte, dejamos de ser individuos con conciencia. Incluso si alguien pudiera volver a unir cuidadosamente todos los trozos más adelante y devolviera a la vida este cuerpo reconstruido, ya no tendría nada que ver conmigo. El nuevo cuerpo viviente no sería como yo, a pesar de tener mi apariencia. No sentiría sus dolores, porque una vez que el cuerpo deja de funcionar nada puede devolverlo a la vida. La cadena de la identidad habría quedado rota.

Otra forma en que Epicuro creía que podía curar a sus seguidores del miedo a la muerte era señalando la diferencia entre lo que sentimos respecto al futuro y lo que sentimos respecto al pasado. Nos preocupamos por uno pero no por el otro. Piensa en el tiempo anterior a tu nacimiento. Hubo un tiempo en el que no existías. No sólo las semanas en las que estabas en el útero de tu madre y habrías podido nacer prematuramente, ni el momento previo a tu concepción en el que no eras más que una posibilidad para tus padres, sino los billones de años anteriores a tu existencia. No solemos preocuparnos por todos esos milenios previos a nuestro nacimiento. ¿Por qué debería nadie preocuparse por todo ese tiempo en que todavía no existía? Y, si no lo hacemos, ¿por qué deberíamos preocuparnos acerca de todos los eones de inexistencia posteriores a nuestro fallecimiento? Nuestro pensamiento es asimétrico. Estamos predispuestos a preocuparnos más por el tiempo posterior a nuestra muerte que por el anterior a nuestro nacimiento. Epicuro creía que esto era una equivocación. Una vez lo has comprendido, deberías comenzar a pensar en el tiempo posterior al fallecimiento del mismo modo que lo haces respecto al anterior al nacimiento. Así dejará de ser una gran preocupación.

A algunas personas les preocupa mucho que puedan terminar castigándolas en una vida posterior a la muerte. Epicuro también desechó esta preocupación. Los dioses no están interesados en su creación, les dijo con convicción a sus seguidores. Existen en otro plano, y no se implican en los asuntos de nuestro mundo. Así que no pasa nada. Ésta es la cura: la combinación de estos dos argumentos. Si ha funcionado, ahora deberías sentirte mucho más tranquilo sobre tu futura inexistencia. Epicuro resumió toda su filosofía en su epitafio:

«No era, he sido, no soy, no me importa.»

Si crees que somos meros seres físicos, compuestos de materia, y que no existe peligro de que nos castiguen después de la muerte, puede que el razonamiento de Epicuro te convenza de por qué no hay que temer a la muerte. Es posible que aun así todavía te preocupe el proceso de morir, algo con frecuencia doloroso y que sin duda sí experimentamos. Esto es cierto aunque no sea razonable inquietarse ante la propia muerte. Recuerda, sin embargo, que Epicuro creía que los buenos recuerdos pueden mitigar el dolor, de mo- do que también tenía una respuesta para eso. Si, por el contrario, crees que eres un alma dentro de un cuerpo, y que esta alma puede sobrevivir a una muerte corporal, es probable que la cura de Epicuro no te sirva: serás capaz de imaginar una existencia incluso después de que tu corazón haya dejado de latir.

 Los epicúreos no eran los únicos que consideraban la filosofía una especie de terapia: la mayoría de los filósofos griegos y romanos lo hacían. Los estoicos, en particular, son famosos por sus lecciones sobre cómo ser psicológicamente fuerte ante acontecimientos desafortunados.

CUESTIONARIO DE EPICURO

EPICURO – El sendero del jardín


Para ilustrar tu trabajo, puedes dibujar la estela funeraria de Epicuro con el  el epitafio que pidió a sus discípulos que en él grabasen (el epitafio de la estela funeraria aparece en el capítulo que vas a leer)

Si lo prefieres, puedes ilustrar la portada de tu trabajo dibujando un jardín (una huerta más bien) como aquel que se encontraba en la casa de Epicuro y en el que éste se reunía y conversaba con sus discípulos-amigos.


Imagen relacionada



1º Imagina la escena de tu propio entierro ¿Por qué es instintivo que sientas miedo al pensar que algún día morirás? (la contestación no viene en el libro; es personal)

2º Según Epicuro, ¿qué es el miedo a la muerte?

3º ¿Por qué según Epicuro el miedo a la muerte es un estado mental a superar? (son dos razones; deben aparecer numeradas)
           
4º ¿Por qué debemos reflexionar como filósofos sobre la muerte?

5º Responde la siguiente batería de preguntas acerca de Epicuro:

a) ¿Cuáles son sus fechas de nacimiento y muerte? Por lo tanto, ¿qué edad tenía cuando         falleció Alejandro Magno?

b) ¿Dónde había nacido? ¿Dónde pasó la mayor parte de su vida?

c) ¿Cómo denominaban la Escuela filosófica que fundó en Atenas? ¿Por qué la denominaban así?

d) 1º Busca en el diccionario de la RAE qué es una comuna (2º acepción), toma nota de el significado en tu trabajo, y después 2º responde a la siguiente pregunta ¿Cómo describe Warburton la escuela de Epicuro?

6º Según Epicuro, ¿cuál es el mecanismo que gobierna nuestra vida?

7º Según Epicuro, ¿cuál es el mejor modo de vivir?

8º ¿Por qué según él había que tener deseos sencillos y vivir con sencillez? Razona tu respuesta

9º Para Epicuro, la filosofía es una forma de terapia, un fármaco lenitivo que alivia el dolor. 
a) ¿Cómo la filosofía puede calmar el dolor? 
b) ¿Cómo Epicuro se distraía de la dolorosa enfermedad que le produjo la muerte

10º Hoy en día, ¿qué significa el término “epicúreo”?

11º Epicuro predicaba la virtud de la moderación como fundamental para alcanzar la verdadera felicidad y la buena vida. 
a)¿Por qué hay que tener apetitos o deseos moderados? 
b) ¿En qué consiste vivir con moderación por ejemplo en lo que hace referencia a la dieta?
  
12º Busca en el diccionario de la RAE el significado de la palabra “difamar” (copia su significado en tu trabajo). ¿Cómo los enemigos de la Escuela del Jardín difamaban a Epicuro y sus seguidores?

13º a) ¿Quién fue Lucrecio? 
b)¿Qué obra escribió? 
c) ¿Por qué esta obra es importante?

14º Según Epicuro, ¿por qué no debemos temerle a la muerte?

15º ¿Por qué afirma Warburton que Wittgenstein se hizo eco de esta concepción acerca de la muerte?

16º ¿Por qué, según Epicuro, nuestra identidad personal, nuestro yo, está “encadenado” a nuestro cuerpo?

17º ¿Por qué, según Epicuro, podemos curarnos del miedo a la muerte pensando en cómo era el pasado antes de mi nacimiento?

18º ¿Por qué, según Epicuro, no debemos preocuparnos tampoco por los castigos que tras la muerte nos pudiesen llegar a infligir los dioses?

19º a) ¿Qué es un epitafio? (busca el significado de este término en el diccionario). 
b) ¿Qué epitafio mandó escribir Epicuro a sus discípulos en su tumba?

20º Supongo que en tu contestación de la primera pregunta mostrases alguna clase de preocupación por tu muerte. Tras la lectura de las doctrinas de Epicuro al respecto, ¿te han servido éstas de consuelo, de farmakhon, de medicina que ha calmado tu ansiedad ante el hecho de que tú también vas a fenecer? (la contestación es personal pero debe responder a las tres razones que aporta Epicuro para no temer a la muerte: 1º que ya no existiremos en el momento de la muerte; 2º que no debemos temer los castigos de los dioses; 3º que nuestros dolores pueden mitigarse recordando los momentos gratos de nuestra vida pasada)


lunes, 26 de febrero de 2018

APUNTES ANTROPOLOGÍA FÍSICA

APUNTES DE ANTROPOLOGÍA FÍSICA
Diferencias anatómicas principales de los homínidos

Postura erecta o bipedestación
Como sabemos, andar erguidos es la característica más propia de los homínidos (desde los primeros australopitecos hasta nuestra especie; la excepción es ardipithecus). Todos los primates son cuadrúpedos o, mejor dicho, cuadrúmanos (ya que tienen manos y no pies en las extremidades inferiores).
¿Por qué se irguieron los australopithecus? Para lograrlo requirieron, en primer lugar, cambios esqueletales: cambio en la forma de la columna y en el tamaño, posición y forma de la cadera. ¿Por qué se irguieron? ¿Qué ventaja adaptativa se consigue por medio de la postura erecta? Los paleontólogos no se ponen de acuerdo respecto a esta cuestión: como los primeros homínidos se adaptaron a vivir en un entorno árido, seco y poco arbolado, es posible que la postura erguida implicase alguna ventaja extra en una vida que debía desenvolverse a ras del suelo. ¿Qué ventaja? Por ejemplo, otear a lo lejos para así poder detectar con mayor antelación la presencia de depredadores o de alguna zona húmeda (una charca), o quizá para no sufrir insolaciones en las largas marchas que realizaban (los homínidos nos caracterizamos por tener una extraordinaria resistencia para andar; podemos recorrer 50 Km. de un tirón sin inmutarnos). Lo que sí es evidente es que la bipedestación liberó nuestras extremidades anteriores, liberó nuestras manos.

2º Liberación de las manos
El hecho de que las extremidades anteriores por efecto de la bipedestación no cumpliesen una función de sujeción del cuerpo y locomotriz posibilitó la liberación de las manos. Además, las manos tienen un dedo oponible que hace posible que puedan cumplir una función prensil y puedan con ello, con gran facilidad, sujetar, agarrar y, sobre todo, manipular. La posesión de este tipo de manos hizo posible el uso y, sobre todo, la fabricación de herramientas, prótesis de nuestro cuerpo que nos dotan de ventajas adaptativas de las que biológicamente carecemos.

3º Aparato fonador
Los seres humanos poseemos una laringe y una faringe que nos permite la producción de toda clase de sonidos articulados: los fonemas. La posesión de este aparato fonador hará posible la creación del lenguaje por parte del ser humano. ¿Qué es el lenguaje? Una herramienta, la herramienta intangible que hace posible la comunicación.


4º Ortognatismo
La cara de la mayoría de los animales es prognata (prognatismo). La de los homínidos, sobre todo la de los hombres, la de los homo, es ortognata. ¿De qué depende el ortognatismo o prognatismo de la cara? De la verticalidad de ésta. Se dice de los hombres que tenemos una frente “alta y despejada”. En realidad, lo que se está diciendo es que somos ortognatos (los animales o las especies prognatas no tienen una frente alta sino una frente oblicua, huidiza). Del ortognatismo depende la forma de nuestra mandíbula: tenemos una mandíbula grácil, ligera, con dientes primitivos y poco evolucionados y, sobre todo, no saliente (como el característico morro de otras especies).

5º Neotenia o fetalización
La última característica del ser humano es su falta de especialización (carecemos de garras, de fuertes mandíbulas, no somos veloces…). Somos seres desvalidos. Este desvalimiento es efecto de que estamos poco especializados (la especialización en las especies animales es una muestra de una buena adaptación al entorno; la especialización propia de los primates es su capacidad para vivir en los árboles)
¿Por qué somos un animal tan poco especializado?
Porque somos un ser inmaduro. Esta inmadurez es debida a que hemos nacido antes de tiempo. Se manifiesta en el hecho de que conservamos rasgos fetales. De ahí lo de fetalización o neotenia: mantenemos en la edad adulta rasgos que también otras especies tienen en su periodo fetal pero que pierden tras el nacimiento. ¿Qué rasgos? La carencia de pelo, el ortognatismo, la sutura craneal, el epicanto …
¿Qué hace posible esta fetalización, este haber nacido antes de tiempo? ¿Qué ventaja o ventajas implica la neotenia para el ser humano?
1º Después de nacer, nuestro cráneo puede seguir creciendo (si nuestro cráneo creciese en nuestro estado fetal, tal como debería suceder, el parto se volvería imposible).

2º La inmadurez implicará que carezcamos de instintos. Como consecuencia de ello, los seres humanos al no saberse valer por sí mismos (por carecer de instintos) tendrán que vivir una larga infancia bajo la protección de la sociedad (esta es la razón de por qué somos animales sociales; no somos animales sociales por tener instintos gregarios sino por requerir del cuidado y de la protección de la sociedad sin la cual ningún individuo de nuestra especie sobreviviría). Durante la infancia, un periodo que se prolongará durante muchos años más que en el resto de las especies (la infancia de los animales dura dos años; la nuestra, cinco veces más), el individuo crecerá y madurará sometido a la presión e la educación y la cultura que le impone la sociedad en la que vive. Será la neotenia, por lo tanto, la base que hará posible que los seres humanos nos convirtamos en animales culturales (la vida dl hombre ya no será meramente biológica como es en el resto de las especies animales sino fundamentalmente cultural).

lunes, 19 de febrero de 2018

HUME

capítulo 17
El relojero imaginario David Hume

Mírate un ojo en el espejo. Tiene una lente que enfoca la imagen, un iris que se adapta a la luz cambiante, y párpados y pestañas que lo protegen. Si miras a un lado, el globo ocular gira en su cuenca. Y encima es bonito. ¿Cómo puede ser? Es una increíble muestra de ingeniería. ¿Cómo pueden los ojos ser así sólo por casualidad?

Imagina que, tras atravesar la jungla de una isla desier- ta, llegas a un claro y descubres las ruinas de un palacio con muros, escaleras, senderos y patios. Sabes que no puede estar allí por casualidad. Alguien tiene que haberlo diseñado, una especie de arquitecto. De igual modo, si encuentras un reloj mientras estás de paseo, es razonable pensar que lo ha hecho un relojero, y que ha sido diseñado con un propósito: dar la hora. Sus diminutos engranajes no se han colocado en su sitio por sí solos. Alguien tiene que haber pensado detenidamente al respecto. Todos estos ejemplos parecen indicar lo mismo: los objetos que parecen haber sido diseñados por alguien, casi con toda certeza lo han sido.

 Pensemos ahora en la naturaleza: árboles, flores, mamíferos, pájaros, reptiles, insectos, incluso amebas. Todas estas cosas también parecen haber sido diseñadas. Los organismos vivos son mucho más complejos que cualquier reloj. Los mamíferos tienen sistemas nerviosos, corre sangre por su cuerpo y suelen estar muy bien adaptados a los lugares que habitan. Es de suponer, pues, que los ha hecho un poderoso e inteligente Creador. Y este Creador –un Relojero o Arquitecto Divino– tiene que haber sido Dios. O, al menos, eso es lo que muchos pensaban en el siglo xviii, época en la que David Hume escribió sus obras. Hoy en día todavía hay personas que lo piensan.

Este argumento acerca de la existencia de Dios se suele conocer como el Argumento del Diseño. Los nuevos descubrimientos científicos en los siglos xvii y xviii parecían apoyarlo. Los microscopios habían revelado la complejidad de los más diminutos animales de los estanques; y los telescopios habían mostrado la belleza y regularidad del Sistema Solar y la Vía Lactea (que parecían haber sido creados con gran precisión).

Al filósofo escocés David Hume (1711–1776) no le convencía. Influenciado por Locke, se propuso explicar la naturaleza de la humanidad y nuestro lugar en el universo analizando cómo adquirimos nuestro conocimiento y los límites de lo que podemos aprender mediante la razón. Al igual que Locke, creía que nuestro conocimiento proviene de la observación y de la experiencia, de modo que estaba particularmente interesado en un argumento sobre la existencia de Dios que partiera de la observación de algunos aspectos del mundo.

Hume creía que el Argumento del Diseño estaba basado en una lógica pésima. Su Investigación sobre el entendimiento humano (1748) incluye un capítulo en el que ataca la idea de que podemos demostrar la existencia de Dios de

este modo. Ese capítulo y otro en el que argumenta que no es razonable creer los testimonios de testigos oculares de milagros fueron extremadamente controvertidos. En aquella época, en Inglaterra era difícil mostrarse abiertamente contrario a las creencias religiosas. Esto supuso que Hume no obtuviera trabajo en la universidad a pesar de ser uno de los grandes pensadores de su tiempo. Sus amigos le aconsejaron bien cuando le dijeron que no permitiera la publicación de Diálogos sobre la religión natural (1779), su más duro ataque a los argumentos más habituales en favor de la existencia de Dios, hasta después de su muerte.

¿Demuestra el Argumento del Diseño la existencia de Dios? Hume creía que no. Para él, no proporciona pruebas suficientes para concluir que debe existir un ser todopoderoso, omnisciente y de bondad suprema. Casi toda la filosofía de Hume se centró en el tipo de pruebas que podemos presentar para apoyar nuestras creencias. El Argumento del Diseño está basado en el hecho de que el mundo parece haber sido diseñado. Pero, argumentaba Hume, que lo parezca no significa que Dios fuera su diseñador. ¿Cómo llegó a esta conclusión?

 Imagina una antigua balanza parcialmente oculta tras una pantalla. Sólo puedes ver uno de los dos platos de la balanza. Si ves que ese plato asciende, lo único que sabes es que, haya lo que haya en el otro plato, ha de ser más pesado que el que puedes ver. No sabes de qué color es, si tiene forma de cubo o es esférico, si tiene algo escrito o está cubierto de piel; no sabes nada.

En este ejemplo, analizamos las causas y los efectos. En respuesta a la pregunta «¿Qué ha causado que el plato ascendiera?» lo único que puedes contestar es «la causa ha sido la presencia de algo más pesado en el otro plato». Ves el efecto –el plato que asciende– e intentas deducir de ello la causa. Pero sin más pruebas no puedes decir mucho más. Todo lo que digas es mera conjetura y, sin mirar detrás de la pantalla, no hay modo de averiguar si es cierto o no. Hume pensaba que en el mundo nos encontramos en una situación similar. Vemos los efectos de varias causas e intentamos deducir la explicación más plausible de esos efectos. Al ver un ojo humano, un árbol o una montaña, podríamos pensar que han sido diseñados. Sin embargo, ¿qué podemos decir acerca de su supuesto diseñador? Tomemos, por ejemplo, el ojo. Se podría pensar que su creador ha reflexionado previamente sobre cuál podía ser el mejor funcionamiento posible. De ello no se deduce, sin embargo, que este creador sea Dios. ¿Por qué no?

Se suele pensar que Dios es poseedor de los tres poderes anteriormente mencionados: es todopoderoso, omnisciente y sumamente bondadoso. Aunque llegues a la conclusión de que el ojo humano ha sido hecho por algo muy poderoso, no tienes ninguna prueba para pensar que este creador es todopoderoso. El ojo tiene algunos defectos. Puede funcionar mal: mucha gente necesita gafas para ver bien, por ejemplo. ¿Un Dios todopoderoso, omnisciente y sumamente bondadoso habría diseñado el ojo así? Posiblemente. Pero las pruebas que podemos obtener de su observación no nos lo demuestran. Como mucho, indican que ha sido hecho por algo sumamente inteligente y muy poderoso y habilidoso.

Pero, ¿indican realmente eso? Hay otras explicaciones posibles. ¿Cómo sabemos que el ojo no fue diseñado por un equipo de dioses menores? La mayoría de máquinas complejas son ensambladas por equipos de personas; ¿por qué no se puede aplicar lo mismo a los ojos y demás objetos naturales, suponiendo que efectivamente hayan sido ensamblados por alguien? La mayoría de edificios han sido construidos por un equipo de constructores; ¿por qué debería ser distinto el caso de un ojo? O puede que lo hiciera un dios muy anciano que ya ha fallecido. O un dios muy joven que todavía estaba aprendiendo a diseñar ojos perfectos. Como no tenemos pruebas para decidir entre estas distintas opciones, mediante la observación del ojo –un objeto aparentemente diseñado– no podemos llegar a la conclusión definitiva de que ha sido hecho por un único dios viviente con poderes tradicionales. Hume creía que si uno se ponía a pensar racionalmente en ello, las conclusiones que obtendría serían muy limitadas.

Otra cuestión que Hume atacó fue el Argumento de los Milagros. La mayoría de las religiones aseguran que los milagros suceden. La gente resucita de entre los muertos, camina sobre el agua o se recupera inesperadamente de alguna enfermedad, las estatuas hablan o lloran, etcétera. Pero, ¿deberíamos creer en los milagros sólo porque otras personas nos dicen que lo hagamos? Hume creía que no. Era muy escéptico al respecto. Que alguien se haya recuperado milagrosamente de una enfermedad no significa nada. Para que algo sea un milagro, pensaba Hume, la recuperación tiene que desafiar una ley de la naturaleza. Por ley de la naturaleza se entiende algo como «nadie muere y regresa a la vida» o «las estatuas no hablan» o «nadie puede caminar sobre el agua». Hay una enorme cantidad de pruebas de que estas leyes de la naturaleza son válidas. ¿Por qué no deberíamos creer en ellas en el caso de los milagros? Piensa en lo que dirías si un amigo tuyo entrara corriendo en la habitación y te dijera que ha visto caminar a alguien sobre el agua.

Para Hume, siempre hay una explicación más plausible. Si un amigo tuyo te dice que ha visto caminar a alguien sobre el agua, lo más probable es que te esté engañando o que se haya equivocado, no que sea un auténtico milagro. Sabemos que hay gente a la que le gusta ser el centro de atención y que está dispuesta a llegar a este extremo. Ésta es una posible explicación. Y, por otro lado, también sabemos que todos nos podemos equivocar. Continuamente cometemos errores sobre lo que vemos y oímos. A menudo queremos creer que hemos visto algo inusual y evitamos la explicación más sencilla. Incluso hoy día hay mucha gente que se precipita al concluir que todo ruido desconocido que oye a altas horas de la noche se debe a una actividad sobrenatural –fantasmas que deambulan– antes que considerar una posibilidad más normal, como que lo ha provocado un ratón o el viento.

 Aunque criticó sistemáticamente los argumentos utilizados por los creyentes religiosos, Hume nunca declaró abiertamente que fuera ateo. Puede que no lo fuera. Las ideas que publicó se pueden leer como afirmaciones de que existe una inteligencia divina detrás del universo, pero que no podemos decir mucho acerca de sus cualidades. Hume no creía que mediante nuestros poderes racionales y la lógica pudiéramos averiguar demasiado acerca de las cualidades de este «Dios». Basándose en esto, algunos filósofos creen que era agnóstico. Sin embargo, hacia el final de su vida probablemente era ateo. En el verano de 1776, cuando se estaba muriendo y sus amigos fueron a visitarle a Edimburgo, dejó claro que no tenía intención alguna de convertirse en su lecho de muerte. Todo lo contrario. James Boswell, cristiano, le preguntó si no le preocupaba lo que le pudiera suceder después de morir. Hume le contestó que no tenía ninguna esperanza de que hubiera vida después de la muerte. Y añadió algo que podría haber dicho Epicuro (ver el capítulo 4): dijo que no le preocupaba más el tiempo posterior a su muerte que el anterior a su nacimiento.

Hume tuvo muchos contemporáneos brillantes, y a muchos los conoció personalmente. Uno de ellos, Jean-Jacques Rousseau, tuvo una significativa influencia en la filosofía política.

CUESTIONARIO

CAPÍTULO 17 – El relojero imaginario (David Hume)

1º Busca en la wiki información acerca de la vida y obra de David Hume (extensión mínima, 50 palabras).

2º ¿Por qué parece que los ojos no pueden ser como son “por casualidad”?

3º ¿Qué demuestran el ejemplo del palacio escondido en la selva o el del reloj perdido?

4º ¿Qué se infiere del principio “Los objetos que parecen haber sido diseñados por alguien, casi con toda certeza lo han sido”  cuando dicho principio se aplica a los seres vivos?

Aquí tienes que explicar:

a)        ¿Por qué podemos aplicar este principio a los seres vivos?

b)       ¿Qué consecuencia se deducen de aplicar dicho principio a los seres vivos? (son dos consecuencias)
(siempre hay que contestar ambas cuestiones por separado)

5º ¿Con qué tipos de ingenieros o artífices es comparado ese “Creador” de los seres vivos?

6º ¿Qué atributos tiene ese ingeniero o artífice cósmico?

7º En virtud de dichos atributos, ¿quién es ese creador?

8º ¿Cómo se llama el argumento que demuestra la existencia de Dios aplicando el principio “Todos los objetos que parecen haber sido diseñados tienen que ser obra de un diseñador”?

9º ¿Por qué crees que los descubrimientos científicos del siglo XVII y XVIII apoyaban el Argumento del Diseño? (la contestación ha de ser de tu propia cosecha; no aparece literalmente en el libro)

10º Hume escribió su principal obra “Tratado de la naturaleza humana” porque no le convencía (entre otras muchas cosas) el Argumento del Diseño.

¿Qué se propuso al escribir esta obra? (la pregunta se puede responder a partir de la lectura atenta del libro, en el párrafo en el que se nos explica la influencia de Locke).

11º Hume fue un filósofo empirista británico seguidor de Locke. Al igual que Locke, ¿qué planteamiento mantenía respecto al conocimiento humano?

12º ¿Por qué le interesaba especialmente el Argumento del Diseño?

13º En su obra “Investigación sobre el entendimiento humano” dedica un par de capítulos a cuestiones muy polémicas y dignas de la mayor de las censuras en la Inglaterra de la época. ¿De qué trata cada uno de dichos capítulos?

14º         a) ¿Qué consecuencia le acarreó personalmente a Hume el atreverse a exponer públicamente su opinión?

          b) ¿Por qué sus amigos le recomendaron que publicase sus “Diálogos sobre la religión natural” como opus postumum (“opus postumum” es la expresión latina con la que nos referimos a una obra que ha sido publicada postumamente, editada después de la muerte del que la ha escrito)?

15º ¿Por qué según Hume el Argumento del Diseño no prueba fehacientemente, indiscutiblemente, la existencia de Dios?

16º      a) ¿Qué prueba presenta el Argumento del Diseño para demostrar la existencia de Dios?

b) ¿Por qué a Hume esa prueba no le parece suficiente?

17º ¿Por qué para Hume la mayoría del conocimiento humano es mera conjetura?

a) Busca en primer lugar el significado de la palabra “conjetura”

b) y luego contesta la pregunta

(la pregunta no aparece contestada literalmente en el libro; haz un esfuerzo de comprensión de lo que lees al respecto en el libro y luego intenta contestar la pregunta lo mejor posible)

18º Hume está dispuesto a conceder a los creyentes la validez de la suposición de que un ojo pueda haber sido diseñado por un ser inteligente.

Pero, ¿por qué para Hume de ello, de que el ojo haya sido diseñado por un ser inteligente, no se puede deducir la existencia de un Dios todopoderoso, omnisciente y sumamente bondadoso, es decir, el Dios del cristianismo ortodoxo?

19º ¿Por qué según Hume los milagros tampoco prueban la existencia de Dios?

20º Volvamos de nuevo a la cuestión planteada en la pregunta nº 17. Hume defendió quizá en sus escritos la existencia de una “Inteligencia divina detrás del universo”, pero

¿Qué podemos llegar a saber de dicho “Dios” a través de nuestras capacidades cognscitivas?

21º ¿Qué le respondió a James Boswell cuando éste le preguntó si no le preocupaba lo que le pudiera suceder después de la muerte, respuesta que se considera prueba del ateísmo que profesaría en el momento de su muerte?



lunes, 5 de febrero de 2018

BENTHAM

Capítulo 21
Dicha práctica - Jeremy Bentham

Si visitas el University College de Londres puede que te sorprenda encontrar a Jeremy Bentham (1748–1832), o más bien lo que queda de él, en una vitrina de cristal. Está sentado, con la mirada al frente y su bastón favorito, al que apodó «Dapple» (nombre del asno de Sancho Panza en la traducción al inglés de DonQuijote)  sobre las rodillas. La cabeza está hecha de cera. La auténtica fue momificada y ahora se encuentra eNombre del asno de Sancho Panza en la traducción al inglés de Don Quijoten una caja de madera, aunque anteriormente sí había estado expuesta. Bentham pensaba que su cuerpo –él lo llamaba autoicono– sería mejor monumento conmemorativo que una estatua y cuando murió en 1832 dejó instrucciones sobre cómo proceder con sus restos. Esta práctica, sin embargo, no se ha extendido, si bien el cuerpo de Lenin sí fue embalsamado y se expone en un mausoleo especial.

Otras ideas de Bentham eran más prácticas. Como por ejemplo su diseño de una cárcel circular, el Panóptico. Él lo describió como «una máquina para volver honestos a los granujas». Una torre en el centro permitía a unos cuantos guardias vigilar a un gran número de prisioneros sin que ellos supieran si estaban siendo observados o no. Este diseño básico se utiliza hoy en día en algunas prisiones modernas e incluso en algunas bibliotecas. Fue uno de sus muchos proyectos de reforma social.

Mucho más importante e influyente fue la teoría de Bentham sobre cómo deberíamos vivir. Esta teoría, conocida como utilitarismo o el Principio de la Mayor Felicidad, consiste en la idea de que lo correcto es aquello que te produzca la mayor felicidad. Aunque no era la primera persona en sugerir este enfoque moral (Francis Hutcheson, por ejemplo, ya lo había hecho), Bentham fue el primero en explicar detalladamente cómo debía ser puesto en práctica. Quería reformar las leyes de Inglaterra para que pudieran proporcionar mayor felicidad.

 Pero, ¿qué es la felicidad? Personas distintas usan la palabra de distinta forma. Bentham tenía una respuesta muy sencilla a la pregunta. Depende únicamente de cómo te sientes. La felicidad es placer y ausencia de dolor. Más placer, o mayor cantidad de placer que dolor, significa mayor felicidad. Para él, los seres humanos son muy simples. Dolor y placer son las mejores guías para vivir que nos ha proporcionado la naturaleza. Buscamos experiencias placenteras y evitamos las dolorosas. El placer es la única co- sa que es buena en sí misma. Todo lo demás lo queremos porque creemos que nos proporcionará placer o que nos ayudará a evitar el dolor. Si quieres un helado, no es porque sea bueno por sí mismo. El verdadero motivo es que probablemente te proporcione placer cuando lo tomes. De igual modo, procuras no hacerte quemaduras porque eso resultaría doloroso.

¿Cómo se mide la felicidad? Piensa en un momento en el que has sido realmente feliz. ¿Cómo te sentías? ¿Podrías ponerle nota a tu felicidad? Por ejemplo, ¿fue de siete u ocho sobre diez? Yo recuerdo un trayecto en taxi acuático al irme de Venecia en el que sentí un nueve y medio o quizá incluso un diez. El sol se ponía por detrás del maravilloso paisaje y podía sentir el agua de la laguna salpicándome en el rostro mientras mi mujer y mis hijos se reían emocionados. No parece absurdo ponerle nota a experiencias como ésta. Bentham sin duda creía que el placer se podía cuantificar y que distintos placeres se podían compararar en una misma escala y con las mismas unidades.

Felicific Calculus es el nombre que le puso a este método de calcular la felicidad. En primer lugar, has de valorar cuánto placer te proporcionará una determinada actividad. Ten en cuenta lo que durará, la intensidad, la probabilidad de que dé pie a más placeres. Luego réstale cualquier uni- dad de dolor que pueda causar. Lo que te queda es el valor de esa actividad en términos de felicidad. Bentham lo llamaba su «utilidad», refiriéndose a su provecho, pues cuanto más placer proporcione una actividad más útil resulta a la sociedad. Por eso a la teoría se la conoce como utilitarismo. Compara la utilidad de una actividad con la puntuación de otras posibles actividades y escoge la que proporcione mayor felicidad. Simple.

¿Y qué hay acerca de las fuentes de placer? Se podría pensar que es mejor obtener placer de algo edificante como leer poesía que de jugar a un juego infantil o comer un helado, ¿verdad? No según Bentham. Cómo se produzca ese placer da absolutamente igual. Para él, una ensoñación es tan válida como una obra de Shakespeare si te hace igual de feliz. Bentham utiliza el ejemplo del pushpin –un juego infantil muy popular en su época– y la poesía. Lo único que importa es la cantidad de placer que produce. Si ésta es la misma, el valor de la actividad también: desde un punto de vista utilitario, el pushpin puede ser moralmente tan bueno como leer poesía.

Como hemos visto en el capítulo 20, Immanuel Kant sostenía que tenemos deberes, como por ejemplo «no mentir nunca», válidos para todas las situaciones. Bentham, sin embargo, creía que una acción es correcta o incorrecta dependiendo del resultado que se pueda obtener de ella. Y esto puede diferir según las circunstancias. Mentir no es necesariamente siempre algo malo. Puede haber ocasiones en las que sea lo correcto. Si, una vez tomados en cuenta todos los factores, creemos que se obtendrá mayor felicidad contando una mentira, eso es lo moralmente bueno en esas circunstancias. Si un amigo pregunta si le quedan bien sus nuevos pantalones vaqueros, alguien que siguiera a Kant diría la verdad aunque no sea lo que su amigo quiere oír; un utilitario, en cambio, pensaría antes si no se obtendría mayor felicidad contando una mentira piadosa. Si es así, la mentira es la respuesta adecuada.

Para su época, finales del siglo xviii, el utilitarismo fue una teoría realmente radical. Una de las razones es que, si se calcula numéricamente, la felicidad de cualquiera es igual de importante; en palabras de Bentham: «Cada uno cuenta por uno, nadie por más de uno». Nadie obtiene un trato especial. El placer de un aristócrata no cuenta más que el de un pobre trabajador. No era así como estaba organizada la sociedad por aquel entonces. Los aristócratas tenían gran influencia sobre el uso de la tierra, y muchos incluso habían heredado el derecho a sentarse en la Cámara de los Lores y decidir las leyes de Inglaterra. No sorprende, pues, que algunos se sintieran incómodos con la importancia que le daba Bentham a la igualdad. Aunque quizá todavía más radical para la época era su creencia de que la felicidad de los animales era relevante. Puesto que podían sentir placer y dolor, los animales también formaban parte de su ecuación de la felicidad. No importaba que no pudieran razonar o hablar (a Kant sí le habría importado); desde el punto de vista de Bentham ésos no eran rasgos relevantes para la inclusión moral. Lo que importaba era su capacidad para el dolor y el placer. Ésta es la base de muchas campañas actuales para la protección de los animales, como la de Peter Singer (ver el capítulo 40).

Lamentablemente para Bentham, su planteamiento general y su énfasis en tratar por igual todas las posibles causas de felicidad ha recibido grandes críticas. Robert Nozick (1938–2002), por ejemplo, ideó el siguiente experimento mental. Imagina que una máquina de realidad virtual te pudiera proporcionar la ilusión de vivir la vida, pero sin riesgo de dolor ni sufrimiento. En cuanto llevaras un tiempo enchufado a esta máquina, te olvidarías de que ya no estás experimentando directamente la realidad y quedarías completamente enganchado a la ilusión. Esta máquina generaría una amplia serie de experiencias placenteras. Sería como un generador de sueños; podría, por ejemplo, hacer que metas un gol en un Mundial o que disfrutes de unas vacaciones de ensueño. Todo aquello que te proporcione el mayor placer podría ser simulado. Como esta máquina maximizaría tus estados mentales de gozo, deberías, según el análisis de Bentham, permanecer el resto de tu vida enchufado a ella. Sería el mejor modo de potenciar el placer y minimizar el dolor. Y sin embargo, mucha gente, por mucho que disfrutara experimentando con la máquina de vez en cuando, se negaría a pasarse la vida enchufado a ella, puesto que hay otras cosas que valoran más que una serie de estados mentales de felicidad. Lo que esto parece demostrar es que Bentham estaba equivocado al defender que cualquier modo de obtener la misma cantidad de placer es igual de válido, y que no todo el mundo se guía únicamente por el deseo de maximizar el placer y minimizar el dolor. Este asunto lo retomó su excepcional pupilo y posteriormente crítico, John Stuart Mill.

Bentham estaba inmerso en su propia época y deseaba encontrar soluciones a los problemas sociales que le rodeaban. Georg Wilhelm Friedrich Hegel aseguraba ser capaz de adoptar una posición objetiva desde la que obtener una visión general de todo el curso de la historia de la humanidad; historia que se desarrollaba de acuerdo con un patrón que únicamente los más destacados intelectos podían comprender.

CUESTIONARIO

DICHA PRÁCTICA – JEREMY BENTHAM (CAP. 21 Warburton)

Si te place, puedes pegar en el frontispicio de tu trabajo una foto impresa del autoicono de Bentham que se encuentra en el University College of London. También puedes, si lo prefieres, dibujarlo.

1º Es característico de los británicos el ser un poco excéntricos. ¿Cuál fue la excentricidad que Bentham llevó a cabo al final de su vida?

2º Uno de sus proyectos de reforma social fue el “panóptico”. Busca el significado de este término en el siguiente enlace https://definicion.de/panoptico/ y explica luego, a partir de lo que del panóptico nos cuentan en el libro, qué es.

3º ¿Cómo se denomina la doctrina ética de Bentham, la teoría acerca de cómo deberíamos vivir? Explica también, en segundo lugar, qué defiende dicha teoría. Finalmente, en tercer lugar, cómo pensaba Bentham llevar a la práctica esta doctrina.

4º ¿Qué es la felicidad para Bentham?

5º Explica por qué la naturaleza y la vida de los hombres es “tan simple” (es decir, por qué es tan sencillo saber en qué consiste la felicidad que ansiamos todos los seres humanos).

6º Explica qué significa que el placer es “la única cosa buena en sí misma”.

7º Sigue el punto de vista de Bentham y ponle nota (del - 10 al 10) a las siguientes experiencias:
-          Enamorarte y ser correspondido:
-          Comer tu plato preferido:
-          Preparar un examen de filosofía:
-          Leer poesía:
-          Jugar al fútbol:
-          Escuchar en concierto al grupo que más te gusta:
-          Escuchar al cantante que más detestas:
-          Ayudar a alguien que lo necesita (por ejemplo, un anciano que se cae en la calle):
-          Enfrentarme a la opinión de la mayoría de la clase:
-          Tocarme las narices:
-          Soñar despierto y pensar en que voy a tener un brillante futuro:

¿Por qué Bentham creía que se le puede poner nota a todo lo que hacemos? ¿Qué nombre le puso a su método para calcular la felicidad?

8º Explica el método de Bentham para calcular la felicidad (paso a paso).

9º ¿Cómo denominó al valor de una actividad en función de la felicidad que produce?

10º Explica qué es la utilidad y para qué sirve

11º Busca el significado de la palabra “edificante”, anota su significado y luego responde por qué para Bentham no tiene ninguna relevancia la “calidad moral” (el carácter edificante) de la actividad que produce el placer.

12º Si la “calidad” de la actividad no importa, ¿sucede lo mismo con la “cantidad” de felicidad que produce dicha actividad?

13º ¿De qué depende la corrección o incorrección moral de una acción según Bentham? Pon algún ejemplo de tu propia cosecha (de tu propia autoría; no puedes copiar el que aparece en el libro: el ejemplo de la mentira piadosa).

14º ¿Cuál es la consecuencia más importante que tiene para el individuo el cálculo numérico utilitarista de la felicidad?

15º La doctrina más revolucionaria del mundo moderno es la que afirma la igualdad de todos los hombres. Los utilitaristas fueron radicales igualitaristas. ¿A través de qué principio formularon su igualitarismo? ¿Por qué en los tiempos de Bentham, allá por finales del siglo XVIII, está doctrina era tan radical e inconformista?

16º ¿Qué relación hay entre Bentham y nuestro viejo amigo Peter Singer, un filósofo utilitarista de nuestra época?

17º Busca información en la wiki acerca de Robert Nozick (basta con una breve reseña biográfica de cinco líneas). ¿Crees que el experimento inventado por Robert Nozick convencería a Bentham de qué es irrelevante la fuente de la que obtenemos el placer?