EL IDEAL DEL CIUDADANO Y EL HUMANISMO OCCIDENTAL
¿Qué
ocurrió después?
Allá por
el siglo VI a.C., las sociedades griegas se democratizaron: dejaron de ser
sociedades aristocráticas (sociedades fuertemente jerarquizadas, estamentales)
y se convirtieron en sociedades de ciudadanos iguales, en repúblicas.
Una
república es una sociedad en la que todos sus miembros son iguales. A estos
“iguales” se les denomina “ciudadanos”. Los griegos fueron los primeros seres
humanos que convivieron en repúblicas. La creación de esas repúblicas es la
mayor aportación de los griegos a la historia de la civilización. Estas repúblicas
se denominaban “polis”,
“ciudades-estado”.
¿Por qué
se produjo esa transformación de la sociedad griega?
Por
múltiples motivos (la sociedad griega, por ejemplo, dejó de ser una sociedad
eminentemente agrícola y de pastores, para convertirse en una sociedad de
comerciantes y artesanos), principalmente porque los aristócratas, los héroes,
fueron sustituidos en el campo de batalla por los ciudadanos armados, los
soldados o infantes a pie, los hoplitas.
Pues
bien, por efecto de todos estos cambios, el más importante de los cuales es la
democratización de las repúblicas, hizo su aparición un nuevo modelo de hombre,
una nueva concepción de ser humano. Es en este momento cuando tiene su acta de
nacimiento el HUMANISMO OCCIDENTAL.
El
humanismo occidental
¿Qué es
el “humanismo occidental”? (no confundirlo con el movimiento humanista del
Renacimiento)
El
humanismo occidental es la principal corriente y tradición moral y espiritual
de Occidente. Es esta tradición la que nos diferencia y distancia del resto de
culturas y civilizaciones de la Tierra, por ejemplo, de las grandes
civilizaciones de Extremo Oriente como la China o la India.
Dicha
tradición tiene dos orígenes, dos raíces:
1º raíz:
Atenas (Grecia y Roma)
2º raíz:
Jerusalén (la tradición espiritual judía, religión de la que procede el
cristianismo).
¿Cuáles
son los rasgos singulares del humanismo?
El
humanismo es una tradición moral-espiritual (es decir, una tradición
filosófico-religiosa) que establece:
1º Que
el ser humano es la realidad más extraordinaria que hay en el universo (tan
o más extraordinaria que las grandes fuerzas de la naturaleza y que los
dioses).
La
proclamación de la excepcionalidad y del carácter extraordinario del ser humano
fue llevada a cabo por primera vez por el trágico Sófocles en el siglo V a.C.
en su tragedia “Antígona”.
Ni el mar grisáceo,
ni el viento del sur que sopla durante el invierno,
ni las razas de los animales salvajes,
nada,
ni siquiera los dioses,
es más terrible que el hombre.
Porque todos esos seres son en virtud de su
naturaleza,
han hecho, hacen y harán las mismas cosas
y las facultades que les pertenecen les han sido
otorgadas de una vez para siempre,
sin que puedan cambiarlas,
Lo que son no proviene de ellos mismos,
no hicieron nada para lograrlo.
El hombre es el ser más terrible que existe
porque nada de lo que hace
puede ser atribuido a un don natural,
sino que es obra del mismo hombre”.
Sófocles, Antígona, Coro
estásimo 1
Con
este coro, el coro estásimo de Antígona (el coro estásimo es aquella parte de
la tragedia en la que el autor expresa sus ideas políticas, filosóficas y
religiosas), Sófocles inauguró junto con otros hombres del siglo V a. C
-Demócrito, Protágoras, Tucídides …- una experiencia inédita hasta entonces. Por
primera vez, el hombre se mira a sí mismo como autocreación. Ya no será
Prometeo el que le entregue el fuego y le enseñe que los hombres que “son
mortales”. Ya no serán, por lo tanto, dioses como Prometeo los responsables de la
creación humana, sino que el mismo hombre se convertirá en creador y dueño de
su destino: se trata de un proyecto de libertad individual y social, un
proyecto que no está garantizado, pero que no es imposible y, sobre todo, que es al fín exclusivamente humano.
2º
Que lo humano se encarna sobremanera en el individuo y no en la sociedad.
¿Qué
es “lo humano”? ¿El individuo o la colectividad? Para las tradiciones morales y
espirituales no occidentales, lo humano se encarna en el grupo (en la sociedad)
y no en el individuo, que sólo es humano en tanto que miembro de su grupo, de
su clan, de su aldea, de su ciudad, de su reino o de su imperio. Por ello, el
individuo debe estar subordinado siempre al grupo. Para la tradición humanista,
por el contrario, lo humano se encarna por encima de todo en el individuo, un
individuo que debe buscar alcanzar una integración armónica con la sociedad a
la que pertenece, pero que nunca debe diluirse en ella.
EN
CONCLUSIÓN: el humanismo, de un modo u otro, es individualista (defiende el
valor del individuo y sus derechos) y contrario a toda forma de colectivismo
(el colectivismo o comunitarismo defiende que el individuo vale en tanto que
miembro del colectivo al que pertenece e, incluso, que debe disolverse en él).
3º
Que el ser humano, el individuo, quiere gobernarse a sí mismo.
La
tradición humanista tiene una gran fe, una gran confianza en las capacidades
del ser humano para dirigir por sí mismo su vida. Fe en sus capacidades
racionales: en su capacidad moral de diferenciar por sí mismo el bien del mal,
y obrar en consecuencia. Es decir, a hacer aquello que es justo aunque tal cosa
sea contraria a sus intereses.
El
humanista es optimista respecto al ser humano, no pesimista. Pero que sea
optimista no significa que sea ingenuo: el humanismo sabe que cuando el
individuo no se guía por su razón, se puede convertir en el más cruel y
sanguinario de los seres, en la más brutal alimaña, en el más temible
depredador para sus semejantes.
La
sofística
¿Dónde
tiene su comienzo la historia del humanismo occidental?
En
la Antigua Grecia, en la Atenas clásica (la Atenas del siglo V a.C.). Allí,
tras las Guerras Médicas (las guerras contra los persas), se había establecido
una floreciente república, una polis cada vez más democrática (más igualitaria
y participativa) bajo la égida de gobernantes como Efialtes y sobre todo
Pericles (“égida” significa literalmente “escudo”; su sentido figurado es
“protección y liderazgo”).
Pues
bien, fue en aquella Atenas, donde hizo su eclosión la gran cultura clásica
griega: se construyo la Acrópolis bajo la dirección de Fidias; escultores como
Mirón y Policleto lograron esculpir el movimiento; la terna de trágicos
Esquilo, Sófocles y Eurípides escribieron las primeras grandes obras del teatro
occidental.
En
este periodo también vivieron en Atenas los primeros filósofos humanistas. Los
conocemos con el nombre de SOFISTAS. El más importante de los sofistas fue
PROTÁGORAS, quien llegó a formar parte del círculo de Pericles. La filosofía
humanista de Protágoras establecía “la doctrina del hombre-medida”, que afirmaba
que “el hombre es la medida de todas las cosas: de lo que es verdadero, de
lo que es bueno y de lo que es bello”.
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