martes, 28 de noviembre de 2017

DESCARTES







Capítulo 11


¿Y si estás soñando? René Descartes

Oyes el despertador, lo apagas, te levantas a rastras de la ca- ma, te vistes, desayunas y te preparas para el día. Pero entonces sucede algo inexplicable: te despiertas y te das cuenta de que no era más que un sueño. En él estabas despierto y hacías tu vida, pero en realidad estabas acurrucado bajo el edredón, roncando. Si alguna vez has tenido una de estas experiencias ya sabes a lo que me refiero. Suelen llamarse «falsos despertares» y pueden ser muy convincentes. El filósofo francés René Descartes (1596–1650) tuvo uno y le dio qué pensar. ¿Cómo podía estar seguro de que no estaba soñando?

 La filosofía era uno de los muchos intereses intelectuales de Descartes. También fue, por ejemplo, un destacado matemático: hoy en día se le conoce sobre todo por haber inventado las «coordenadas cartesianas» (según se dice, tras observar una mosca en el techo y preguntarse cómo podría describir su posición en varios puntos). Pero también le fascinaba la ciencia y ejerció de astrónomo y biólogo. Su reputación como filósofo se debe en gran medida a las Meditaciones y al Discurso del método, dos libros en los que exploró los límites del conocimiento humano.

Al igual que muchos filósofos, a Descartes no le gusta- ba creer algo sin saber por qué lo hacía; también le gustaba hacer preguntas incómodas, preguntas que los demás no parecían poder contestar. Por supuesto, Descartes era consciente de que no se puede ir por la vida cuestionándolo todo constantemente. Sería muy difícil vivir si no se confía en algunas cosas, como bien descubrió Pirrón (ver el capítulo 3). Pero Descartes creyó que valdría la pena intentar averiguar por una vez en su vida de qué cosas podía estar seguro (si es que podía estar seguro de algo). Para ello desarrolló un método que se conoce como el método de la duda cartesiana.

El método es muy sencillo: no aceptar que algo es verdadero si existe la más mínima posibilidad de que no lo sea. Piensa en un gran saco de manzanas. Sabes que dentro hay algunas pochas, pero no estás seguro de cuáles son. Lo que quieres es un saco con manzanas buenas y ninguna pocha. ¿Cómo puedes conseguirlo? Un método sería esparcir todas las manzanas en el suelo y, tras revisarlas una a una, volver a meter en la bolsa aquéllas que estás completamente seguro que están bien. Puede que en el proceso descartes algunas buenas porque te da la impresión de que quizá están un poco pochas por dentro. Pero la consecuencia sería que al final en el saco sólo quedarían manazanas buenas. Más o menos en esto consiste el método de la duda de Descartes. Coges una creencia, como «ahora mismo estoy despierto leyendo esto», la analizas y sólo la aceptas si estás seguro de que no es incorrecta o resulta engañosa. Si existe la más mínima posibilidad de duda, recházala. Descartes revisó sus creencias y cuestionó si estaba absolutamente seguro o no de que eran lo que parecían ser. ¿Era el mundo realmente como a él le parecía? ¿Podía estar seguro de que no estaba soñando?

Lo que Descartes quería encontrar era una cosa de la que pudiera estar seguro. Eso habría sido suficiente para proporcionarle un asidero en la realidad. Corría el riesgo de hundirse en un mar de dudas y terminar creyendo que nada era seguro. Ciertamente, en su razonamiento hacía gala de cierto escepticismo, pero éste difería del de Pirrón y sus seguidores. Éstos pretendían demostrar que nada se puede conocer con seguridad; Descartes, en cambio, quería demostrar que algunas creencias eran inmunes incluso a las formas más radicales de escepticismo.

Descartes da comienzo a su búsqueda de certezas reflexionando acerca de las pruebas que obtiene mediante los sentidos: la vista, el tacto, el olor, el sabor y el oído. ¿Podemos fiarnos de nuestros sentidos? No mucho, concluyó él. Los sentidos a veces nos engañan. Cometemos errores. Piensa en lo que ves. ¿Te puedes fiar de tu vista en todos los casos? ¿Deberías creer siempre a tus ojos?

 Un palo recto sumergido en el agua parece torcido si lo miras de lado. Una torre cuadrada puede parecer redonda vista desde lejos. Todos cometemos errores como éstos de vez en cuando. Y, señala Descartes, sería imprudente confiar en algo que te ha engañado en el pasado, así que decide descartar los sentidos como posible fuente de certeza. No puede estar seguro de que sus sentidos no le estén engañando. Seguramente, en general no suelen hacerlo, pero la mera posibilidad de que sí lo hagan le impide fiarse de ellos. ¿Adónde le conduce eso?

La creencia «Ahora mismo estoy despierto leyendo esto» puede que te parezca bastante segura. Estás despierto –espero– y estás leyendo. ¿Por qué ibas a dudar de ello? Sin embargo, ya hemos mencionado que te puede parecer que estás despierto mientras duermes. ¿Cómo sabes que en realidad no estás soñando? Las experiencias que tienes quizá te parecen demasiado realistas, demasiado detalladas para ser sueños, pero mucha gente tiene sueños realistas. ¿Estás seguro de que ahora no estás teniendo uno? ¿Cómo lo sabes? Puede que te hayas pellizcado para comprobar que estás dormido. Si no lo has hecho, inténtalo. ¿Qué demuestra eso? Nada: podrías haber soñado que te pellizcas. O sea que quizá sí estás soñando. Sé que no lo parece, y que es muy improbable, pero existe la duda –por pequeña que sea– de que no estés realmente despierto. Así pues, aplicando el método de la duda de Descartes, tienes que rechazar el pensamiento «Ahora mismo estoy despierto leyendo esto».

Esto nos demuestra que no podemos fiarnos completamente de nuestros sentidos. No podemos estar completamente seguros de no estar soñando. Sin duda, dice Descartes, incluso en sueños 2 + 3 = 5. Entonces propone un experimento mental, una historia imaginaria que corrobora su argumentación. Descartes lleva la duda lo más lejos que puede y plantea una prueba todavía más dura para cualquier creencia que la del «¿Y si estoy soñando?». Imaginemos, dice él, que hay un demonio increíblemente poderoso e inteligente, pero también maligno. ¿Y si 2 + 3 sólo es igual a 5 a causa de sus artimañas y en realidad fuera igual a 6? No podrías saber que es cosa del demonio. Te limitarías a hacer la suma inocentemente. Todo te parecería normal.

No hay ningún modo de demostrar que esto no está sucediendo ahora. Puede que este demonio endiabladamente inteligente me esté provocando la ilusión de estar sentado en casa escribiendo en mi ordenador portátil, cuando en realidad estoy tumbado en una playa del sur de Francia. O puede que yo sólo sea un cerebro metido en un tarro lleno de líquido que reposa en un estante del laboratorio del demonio. Quizá ha conectado unos cables a mi cerebro y me está enviando mensajes electrónicos para que me dé la impresión de que estoy haciendo una cosa cuando en realidad estoy haciendo otra totalmente distinta. Puede que el demonio me esté haciendo creer que estoy escribiendo palabras que tienen sentido, cuando en realidad estoy escribiendo la misma una y otra vez. No hay modo de saberlo. Por descabellado que parezca, no podrías demostrar que eso no está pasando.

 Este experimento mental del demonio maligno es el modo que tiene Descartes de llevar la duda hasta el límite. Sería genial poder estar seguros de que al menos hay una cosa sobre la que el demonio no puede engañarnos. También nos permitiría responder a aquéllos que aseguran que no podemos estar seguros de nada.

El siguiente paso que dio Descartes le condujo a una de las frases más conocidas de la filosofía, aunque no todos los que conocen la cita la entienden. Se dio cuenta de que, aunque el demonio existiera y le estuviera engañando, para poder hacerlo debía estar manipulando algo. Así pues, mientras tuviera pensamientos, él, Descartes, debía existir. El demonio no podía hacerle creer que existía si no era así, pues algo que no existe no puede pensar. «Pienso, luego existo» (cogito ergo sum en latín) fue la conclusión de Descartes. Estoy pensando, así que debo existir. Pruébalo tú mismo. Mientras tengas un pensamiento o sensación, es imposible que dudes de tu existencia. Otra cuestión es qué eres; puedes dudar de si tienes cuerpo, o de si se trata de este cuerpo que ves y tocas. Pero no puedes dudar de que existes como una especie de cosa pensante.

 Puede que esto parezca poca cosa, pero la certidumbre de su propia existencia fue muy importante para Descartes. Le demostró que quienes dudaban de todo –los escépticos pirrónicos– estaban equivocados.  También fue el inicio de lo que se conoce como Dualismo Cartesiano. Esta idea consiste en que la mente es independiente del cuerpo y que interactúa con él. Es un dualismo porque hay dos tipos de cosas: la mente y el cuerpo. Un filósofo del siglo xx, Gilbert Ryle, se burló de este planteamiento comparándolo con el mito del fantasma en la máquina: el cuerpo era la máquina y el alma el fantasma que la habita. Descartes creía que la mente era capaz de provocar efectos en el cuerpo, y viceversa, puesto que ambos interactuaban en un punto determinado del cerebro: la glándula pineal. Sin embargo, tenía auténticos problemas para explicar cómo algo inmaterial, el alma o la mente, podía provocar cambios en algo físico, el cuerpo.

 Descartes estaba más seguro de la existencia de la mente que de la del cuerpo. Se podía imaginar sin cuerpo, pero no sin mente. Aunque imaginara que carecía de ésta, seguía pensando, lo cual le demostraba que sí disponía de ella, pues sin mente no podría tener ningún pensamiento. Esta idea de que el cuerpo y la mente son independientes, y de que la mente o el espíritu es algo inmaterial, no hecho de sangre, carne y huesos, es muy común entre las personas religiosas. Muchos creyentes esperan que la mente o el espíritu siga viviendo tras la muerte del cuerpo.

Sin embargo, demostrar la propia existencia a partir de su condición de ser pensante no habría sido suficiente para refutar el escepticismo. Descartes necesitaba más certezas para escapar del mar de dudas que había conjurado con sus meditaciones filosóficas. Sostenía que debía existir un Dios bueno. Utilizando una versión del Argumento Ontológico de san Anselmo (ver el capítulo 8), se convenció a sí mismo de que la idea misma de Dios demuestra la existencia de Dios, del mismo modo que un triángulo no sería tal si sus ángulos interiores no sumaran 180 grados. Otro de sus argumentos, el de la Impronta Divina, sugiere que sabemos que Dios existe porque nos ha implantado la idea en nuestras mentes; no tendríamos dicha idea de Dios si no existiera. Cuando estuvo seguro de que Dios existía, la fase constructiva del pensamiento de Descartes pasó a ser mucho más sencilla. Un Dios bueno no engañaría a la humanidad acerca de las cuestiones más básicas. Así pues, concluyó Descartes, el mundo tiene que ser más o menos como lo experimentamos. Cuando tenemos percepciones claras y definidas, éstas son fiables. Su conclusión: el mundo existe, y es más o menos como parece, incluso a pesar de que a veces cometamos errores acerca de lo que percibimos. Algunos filósofos, sin embargo, creen que esto es más la expresión de un deseo y que su demonio maligno podría haberle engañado acerca de la existencia de Dios del mismo modo que con la idea de que 2 + 3 = 5. Sin la certeza de la existencia de Dios, Descartes no habría podido ir más allá de su creencia de que era una cosa pensante. Des- cartes creía haber mostrado una escapatoria del total escepticismo, pero sus críticos todavía son escépticos al res- pecto.

Como hemos visto, Descartes utilizó el Argumento Ontológico y el de la Impronta Divina para demostrar a su conveniencia la existencia de Dios. Su compatriota Blaise Pascal tenía una opinión distinta sobre lo que deberíamos creer.

CUESTIONARIO DE DESCARTES

Te invito a que ilustres tu trabajo dibujando en la portada un ejemplo de la gran aportación de Descartes al pensamiento matemático: las coordenadas cartesianas, herramienta imprescindible para el desarrollo de la nueva geometría analítica (o algebraica) que el desarrolló.






1º Lee y resume la siguiente reseña biográfica de Descartes (no olvides, al final del resumen, el título de todas sus obras). Extensión mínima, una cara de un folio.

Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, en la Turena francesa. Pertenecía a una familia de la baja nobleza, siendo su padre, Joachin Descartes, Consejero en el Parlamento de Bretaña. La temprana muerte de su madre, Jeanne Brochard, pocos meses después de su nacimiento, le llevará a ser criado en casa de su abuela materna, a cargo de una nodriza a la que permanecerá ligado toda su vida. Posteriormente hará sus estudios en el colegio de los jesuitas de La Flèche, hasta los dieciséis años, estudiando luego Derecho en la Universidad de Poitiers. Según la propia confesión de Descartes, tanto en el Discurso del método como en las Meditaciones, las enseñanzas del colegio le decepcionaron, debido a las numerosas lagunas que presentaban los saberes recibidos, a excepción de las matemáticas, en donde veía la posibilidad de encontrar un verdadero saber.
Esta muestra de escepticismo, que Descartes presenta como un rasgo personal es, sin embargo, una característica del pensamiento de finales del siglo XVI y principios del XVII, en los que el pirronismo ejerció una notable influencia. Terminados sus estudios Descartes comienza un período de viajes, apartándose de las aulas, convencido de no poder encontrar en ellas el verdadero saber:
"Por ello, tan pronto como la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores, abandoné completamente el estudio de las letras. Y, tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo, dediqué el resto de mi juventud a viajar, a conocer cortes y ejércitos, a tratar con gentes de diversos temperamentos y condiciones, a recoger diferentes experiencias, a ponerme a mí mismo a prueba en las ocasiones que la fortuna me deparaba, y a hacer siempre tal reflexión sobre las cosas que se me presentaban, que pudiese obtener algún provecho de ellas." (Discurso del método)
Después de sus estudios opta, pues, por la carrera de las armas y se enrola en 1618, en Holanda, en las tropas de Maurice de Nassau, príncipe de Orange. Allí conocerá a un joven científico, Isaac Beeckman, para quien escribe pequeños trabajos de física, como "Sobre la presión del agua en un vaso" y "Sobre la caída de una piedra en el vacío", así como un compendio de música. Durante varios años mantienen una intensa y estrecha amistad, ejerciendo Beeckman una influencia decisiva sobre Descartes, sobre todo en la concepción de una física matemática, en la que había sido instruido por Beeckman. Continúa posteriormente sus investigaciones en geometría, álgebra y mecánica, orientado hacia la búsqueda de un método "científico" y universal.
En 1619 abandona Holanda y se instala en Dinamarca, y luego en Alemania, asistiendo a la coronación del emperador Fernando en Frankfurt. Se enrola entonces en el ejército del duque Maximiliano de Baviera. Acuartelado cerca de Baviera durante el invierno, pasa su tiempo en una habitación calentada por una estufa, donde elabora su método, fusión de procedimientos lógicos, geométricos y algebraicos. De esa época será la concepción de la posibilidad de una matemática universal (la idea de una ciencia universal, de un verdadero saber) y se promete emplearla en renovar toda la ciencia y toda la filosofía.
La noche del 10 de noviembre de 1619 tiene tres sueños sucesivos que interpreta como un mensaje del cielo para consagrarse a su misión filosófica. La importancia que concede Descartes a estos sueños choca con las características que se le atribuyen ordinariamente a su sistema ( racionalismo), pero según el mismo Descartes nos relata, estarían en la base de su determinación de dedicarse a la filosofía, y contendrían ya la idea de la posibilidad de fundamentar con certeza el conocimiento y, con ello, reconstruir el edificio del saber sobre cimientos firmes y seguros. Habiéndose dotado con su método de una moral provisional, renuncia a su carrera en el ejército. De 1620 a 1628 viaja a través de Europa, residiendo en París entre los años 1625-28, dedicando su tiempo a las relaciones sociales y al estudio, entablando amistad con el cardenal Bérulle, quien le animará a desarrollar sus teorías en afinidad con el catolicismo. Durante este período se ejercita en su método, se libera de los prejuicios, acumula experiencias y elabora múltiples trabajos descubriendo especialmente en 1626 la ley de refracción de los rayos luminosos. También en esta época redacta las "Reglas para la dirección del espíritu", obra inacabada que expone lo esencial de su método.
En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años, cambiando a menudo de residencia, completamente ocupado en su tarea filosófica. Comienza por componer un pequeño tratado de metafísica sobre el alma y Dios del que se dice satisfecho y que debe servir a la vez de arma contra el ateísmo y de fundamento de la física. Dicho tratado contendría ya las ideas fundamentales de lo que serían posteriormente las "Meditaciones metafísicas", según algunos estudiosos del cartesianismo, opinión no compartida por otros, que creen demasiado temprana la fecha como para que Descartes estuvisese ya en posesión de su metafísica.
Interrumpe la elaboración de dicho tratado para escribir en 1629 un "Tratado del mundo y de la luz" que acaba en 1633 y que contiene su física, de caracter mecanicista. Pero, habiendo conocido por azar la condena de Galileo por haber sostenido el movimiento de la tierra (que también sostenía Descartes), renuncia a publicar su trabajo. Por una parte no quiere enfrentarse con la Iglesia a la cual está sometido por la fe. Por otra, piensa que el conflicto entre la ciencia y la religión es un malentendido. En fin, espera que un día el mundo comprenderá y que podrá editar su libro. Este "miedo" de Descartes ante la condena de Galileo ha llevado a algunos estudiosos a buscar en su obra un significado "oculto", llegando a interpretar la demostración de la existencia de Dios que realiza en las Meditaciones como un simple ejercico de prudencia, que no se correspondería con el "auténtico" pensamiento cartesiano sobre la cuestión. Para difundir su doctrina mientras tanto publica resúmenes de su física, precedidos por un prefacio. Es el famoso "Discurso del método", seguido de "La Dióptrica", los "Meteoros" y "La Geometría", que sólo son ensayos de este método (1637). El éxito le conduce a dedicarse completamente a la filosofía. Publica en 1641, en latín, la "Meditaciones sobre la filosofía primera", más conocida como Las Meditaciones metafísicas, que somete previamente a los grandes espíritus de la época (Mersenne, Gassendi, Arnauld, Hobbes...) cuyas objeciones seguidas de respuestas serán publicadas al mismo tiempo. En 1640 muere su hija Francine, nacida en 1635, fruto de la relación amorosa mantenida con una sirvienta. En 1644 publica en latín los "Principios de la filosofía". La publicación de estas obras le proporciona a Descartes el reconocimiento público, pero también es la causa de numerosas disputas.
En 1643 conoce a Elizabeth de Bohemia, hija del elector palatino destronado y exiliado en Holanda. La princesa lo adopta como director de conciencia, de donde surgirá una abundante correspondencia en la que Descartes profundiza sobre la moral y sobre sus opiniones políticas y que le conducen en 1649 a la publicación de "Las pasiones del alma", más conocida como el Tratado de las pasiones, que será la última obra publicada en vida del autor y supervisada por él.
Posteriormente realiza tres viajes a Francia, en 1644, 47 y 48. Será en el curso del segundo cuando conozca a Pascal. Su fama le valdrá la atención de la reina Cristina de Suecia. Es invitado por ella en febrero de 1649 para que le introduzca en su filosofía. Descartes, reticente, parte sin embargo en septiembre para Suecia. El alejamiento, el rigor del invierno, la envidia de los doctos, contraría su estancia. La reina le cita en palacio cada mañana a las cinco de la madrugada para recibir sus lecciones. Descartes, de salud frágil y acostumbrado a permanecer escribiendo en la cama hasta media mañana, coge frío y muere de una neumonía en Estocolmo el 11 de febrero de 1650 a la edad de 53 años.
(La obra de referencia sobre la vida de Descartes es la de Adrien Baillet: "La vie de Monsieur Descartes", que se puede consultar en línea en la BNF.)

2º En el primer párrafo del capítulo, Warburton nos narra dos despertares. Uno de ellos, el primer despertar, es un “falso despertar”. El segundo, por el contrario, es ya un “despertar verdadero”.

a)      ¿Cómo sabemos que el primer despertar es falso?

b)      ¿Cómo sabemos que el segundo despertar es verdadero y por lo tanto que no seguimos soñando? 


3º Responde esta batería de preguntas:

a)       ¿Cómo se llama el método cartesiano?

b)      ¿Para qué sirve ese método?

c)       ¿En qué consiste ese método?

d)      La selección de manzanas que queremos meter dentro de un saco ejemplifica bien el método cartesiano. Explica:

        1º ¿En qué consiste dicha selección de manzanas que tenemos que llevar a cabo?

        2º ¿Qué regla utilizamos para llevar a cabo dicha selección?

        3º ¿Cuál es el inconveniente con el que tenemos que contar? 

        4º ¿Qué conseguiríamos al final?


4º ¿En qué difieren la prudente actitud escéptica de Descartes (o “escepticismo metodológico” del que hacía gala en sus razonamientos) del escepticismo radical de Pirrón?

5º Descartes dudaba porque buscaba certezas infalibles. ¿Por qué, a su juicio, no podemos encontrar esas “certezas infalibles” en la información que nos suministran los sentidos?

6º Acerca de los sentidos:

a)       Los sentidos, ¿nos engañan siempre o podemos confiar en general en ellos? (o lo que es lo mismo, los sentidos nos engañan en ocasiones, pero ¿significa ello que los sentidos nos engañen siempre?)

b)      Sin embargo, ¿por qué los sentidos, aunque normalmente no nos engañen, no son “fuente de certeza”?

7º ¿Por qué las experiencias que tenemos en la vida cotidiana como por ejemplo un pellizco nos parecen más “reales” que las experiencias que vivimos en los sueños?


8º ¿Por qué según el método de Descartes puedo dudar de que estoy despierto?


9º La hipótesis del demonio inteligente, poderoso y maligno (que me hace pensar que 2+3=5 cuando en realidad son 6) es un experimento mental que le permite a Descartes dudar de todo lo que piensa. ¿Por qué puedo dudar de todo?


10º ¿Qué podría estar haciendo ahora el demonio con mi mente?

11º ¿Hay algún modo de demostrar que todo lo que estoy ahora pensando y viviendo no es una ilusión, no es obra de un demonio?

12º Con el demonio maligno, Descartes, como Pirrón, alcanza la forma más extrema imaginable de escepticismo: dudar de todo. Sin embargo, inmediatamente se dio cuenta de que podía dudar de todo menos de una cosa.

a)        ¿De qué no podía dudar?

b)      ¿Qué principio filosófico infirió de todo ello? (enuncia ese principio en latín y español)

13º De dicho principio se pueden inferir dos cosas ¿Cuáles? (una es una certeza y la otra una duda)

14º
a)       ¿Por qué Descartes logró demostrar que los pirrónicos estaban equivocados?

b)      ¿Cómo demostró que estaban equivocados?

15º
a)       ¿Qué afirma el dualismo cartesiano?

b)      ¿Qué significa que es dualista?

c)       ¿Dónde interactúan la mente y el cuerpo?

d)      ¿Cómo se burló en el siglo XX el filósofo inglés Gilbert Ryle del dualismo cartesiano?

16º Por lo visto, a Descartes la certeza “cogito ero sum” le había librado de ahogarse en el océano del escepticismo (era su tabla de salvación, su escapatoria del escepticismo). Pero si quería escapar definitivamente del mar de dudas escépticas en el que aún se encontraba (para así alcanzar definitivamente la tierra firme del conocimiento cierto) necesitaba de una nueva certeza. ¿Cuál era esa certeza?


17º Descartes demostró la existencia de Dios utilizando dos argumentos:

a)       ¿Cómo se denominan estos dos argumentos?

b)      ¿Qué afirma cada uno de estos argumentos?


18º Si existe un Dios bondadoso, entonces ¿de qué cosas puedo estar seguro? (haz un listado de todas esas cosas de las que puedo ya estar seguro gracias a que Dios me lo garantiza)

19º La certeza de la existencia de Dios es fundamental para nuestra comprensión cierta de la realidad. ¿Qué ocurriría, por el contrario, si ese Dios bondadoso no existiese?


20º Algunos filósofos plantearon la posibilidad de que la idea de Dios (esa idea que encuentro en mi mente y que mi mente no ha podido producir por sí misma) hubiese sido puesta en mi alma no por Dios sino por el demonio maligno. ¿Qué opinas tú al respecto? ¿Podía engañarse Descartes respecto a esta cuestión?


6 comentarios:

  1. 1/5
    Bajamos el nivel, trabajo largo y tedioso, imposible el siquiera pensar en darle un 2/5, esperando una mejora en los próximos trabajos. La primera pregunta llega a ser más larga y estoy todo el fin de semana leyendo para luego en lo que queda de semana resumirla, mucho texto.
    Un saludo

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    1. Cabe destacar que el relato cinematográfico sobre susodicho personaje mencionado anteriormente y denominado como Descartes es demasiado extenso, los subtítulos proporcionados no consiguen mejorar su compresión y traducción del italiano ya que no están coordinados. Esto ha resultado en no tener el suficiente tiempo para organizarme con mi pareja y mantener un momento de coito digno (con las medidas sanitarias establecidas por el ministerio español de sanidad, es decir mascarilla y preservativo).

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  2. Concuerdo con el pana de arriba, este trabajo es el peor y mas aburrido que he visto, bastante mal 0/5. Muy mal Juan, muy mal.

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  3. Mucho hablar de Descartes pero no ganó ni una Champions.

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  4. Descartes 'tás duro sin ir al gym, taco' Louboutin (¡sí!)
    Maquillaje de Sephora, pantie' de Supreme (supreme)
    Tu celular y tu corazón tienen PIN
    Por nadie llora, a to'a la' relacione' pone fin
    ¿Cómo se siente, cómo se siente? (Siente)
    Baby, del uno al die', yo te doy un veinte (veinte)
    Contigo nadie gana por má' que comenten (no)
    Hoy e' noche de sexo, llamé pa' verte (Jhay Cortez)
    En la jeepeta arrebatao', tú me tiene engabetao' (engabetao')
    Siempre con gana' 'e darte, no importa cuánto te he dao' (¿me sigue'?)
    A ti nadie te deja, tú todo' lo' ha' dejao'
    En la cama tengo gana' 'e bailarte como Law
    Tu recuerdo me persigue (-sigue)

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