martes, 28 de noviembre de 2017

DESCARTES







Capítulo 11


¿Y si estás soñando? René Descartes

Oyes el despertador, lo apagas, te levantas a rastras de la ca- ma, te vistes, desayunas y te preparas para el día. Pero entonces sucede algo inexplicable: te despiertas y te das cuenta de que no era más que un sueño. En él estabas despierto y hacías tu vida, pero en realidad estabas acurrucado bajo el edredón, roncando. Si alguna vez has tenido una de estas experiencias ya sabes a lo que me refiero. Suelen llamarse «falsos despertares» y pueden ser muy convincentes. El filósofo francés René Descartes (1596–1650) tuvo uno y le dio qué pensar. ¿Cómo podía estar seguro de que no estaba soñando?

 La filosofía era uno de los muchos intereses intelectuales de Descartes. También fue, por ejemplo, un destacado matemático: hoy en día se le conoce sobre todo por haber inventado las «coordenadas cartesianas» (según se dice, tras observar una mosca en el techo y preguntarse cómo podría describir su posición en varios puntos). Pero también le fascinaba la ciencia y ejerció de astrónomo y biólogo. Su reputación como filósofo se debe en gran medida a las Meditaciones y al Discurso del método, dos libros en los que exploró los límites del conocimiento humano.

Al igual que muchos filósofos, a Descartes no le gusta- ba creer algo sin saber por qué lo hacía; también le gustaba hacer preguntas incómodas, preguntas que los demás no parecían poder contestar. Por supuesto, Descartes era consciente de que no se puede ir por la vida cuestionándolo todo constantemente. Sería muy difícil vivir si no se confía en algunas cosas, como bien descubrió Pirrón (ver el capítulo 3). Pero Descartes creyó que valdría la pena intentar averiguar por una vez en su vida de qué cosas podía estar seguro (si es que podía estar seguro de algo). Para ello desarrolló un método que se conoce como el método de la duda cartesiana.

El método es muy sencillo: no aceptar que algo es verdadero si existe la más mínima posibilidad de que no lo sea. Piensa en un gran saco de manzanas. Sabes que dentro hay algunas pochas, pero no estás seguro de cuáles son. Lo que quieres es un saco con manzanas buenas y ninguna pocha. ¿Cómo puedes conseguirlo? Un método sería esparcir todas las manzanas en el suelo y, tras revisarlas una a una, volver a meter en la bolsa aquéllas que estás completamente seguro que están bien. Puede que en el proceso descartes algunas buenas porque te da la impresión de que quizá están un poco pochas por dentro. Pero la consecuencia sería que al final en el saco sólo quedarían manazanas buenas. Más o menos en esto consiste el método de la duda de Descartes. Coges una creencia, como «ahora mismo estoy despierto leyendo esto», la analizas y sólo la aceptas si estás seguro de que no es incorrecta o resulta engañosa. Si existe la más mínima posibilidad de duda, recházala. Descartes revisó sus creencias y cuestionó si estaba absolutamente seguro o no de que eran lo que parecían ser. ¿Era el mundo realmente como a él le parecía? ¿Podía estar seguro de que no estaba soñando?

Lo que Descartes quería encontrar era una cosa de la que pudiera estar seguro. Eso habría sido suficiente para proporcionarle un asidero en la realidad. Corría el riesgo de hundirse en un mar de dudas y terminar creyendo que nada era seguro. Ciertamente, en su razonamiento hacía gala de cierto escepticismo, pero éste difería del de Pirrón y sus seguidores. Éstos pretendían demostrar que nada se puede conocer con seguridad; Descartes, en cambio, quería demostrar que algunas creencias eran inmunes incluso a las formas más radicales de escepticismo.

Descartes da comienzo a su búsqueda de certezas reflexionando acerca de las pruebas que obtiene mediante los sentidos: la vista, el tacto, el olor, el sabor y el oído. ¿Podemos fiarnos de nuestros sentidos? No mucho, concluyó él. Los sentidos a veces nos engañan. Cometemos errores. Piensa en lo que ves. ¿Te puedes fiar de tu vista en todos los casos? ¿Deberías creer siempre a tus ojos?

 Un palo recto sumergido en el agua parece torcido si lo miras de lado. Una torre cuadrada puede parecer redonda vista desde lejos. Todos cometemos errores como éstos de vez en cuando. Y, señala Descartes, sería imprudente confiar en algo que te ha engañado en el pasado, así que decide descartar los sentidos como posible fuente de certeza. No puede estar seguro de que sus sentidos no le estén engañando. Seguramente, en general no suelen hacerlo, pero la mera posibilidad de que sí lo hagan le impide fiarse de ellos. ¿Adónde le conduce eso?

La creencia «Ahora mismo estoy despierto leyendo esto» puede que te parezca bastante segura. Estás despierto –espero– y estás leyendo. ¿Por qué ibas a dudar de ello? Sin embargo, ya hemos mencionado que te puede parecer que estás despierto mientras duermes. ¿Cómo sabes que en realidad no estás soñando? Las experiencias que tienes quizá te parecen demasiado realistas, demasiado detalladas para ser sueños, pero mucha gente tiene sueños realistas. ¿Estás seguro de que ahora no estás teniendo uno? ¿Cómo lo sabes? Puede que te hayas pellizcado para comprobar que estás dormido. Si no lo has hecho, inténtalo. ¿Qué demuestra eso? Nada: podrías haber soñado que te pellizcas. O sea que quizá sí estás soñando. Sé que no lo parece, y que es muy improbable, pero existe la duda –por pequeña que sea– de que no estés realmente despierto. Así pues, aplicando el método de la duda de Descartes, tienes que rechazar el pensamiento «Ahora mismo estoy despierto leyendo esto».

Esto nos demuestra que no podemos fiarnos completamente de nuestros sentidos. No podemos estar completamente seguros de no estar soñando. Sin duda, dice Descartes, incluso en sueños 2 + 3 = 5. Entonces propone un experimento mental, una historia imaginaria que corrobora su argumentación. Descartes lleva la duda lo más lejos que puede y plantea una prueba todavía más dura para cualquier creencia que la del «¿Y si estoy soñando?». Imaginemos, dice él, que hay un demonio increíblemente poderoso e inteligente, pero también maligno. ¿Y si 2 + 3 sólo es igual a 5 a causa de sus artimañas y en realidad fuera igual a 6? No podrías saber que es cosa del demonio. Te limitarías a hacer la suma inocentemente. Todo te parecería normal.

No hay ningún modo de demostrar que esto no está sucediendo ahora. Puede que este demonio endiabladamente inteligente me esté provocando la ilusión de estar sentado en casa escribiendo en mi ordenador portátil, cuando en realidad estoy tumbado en una playa del sur de Francia. O puede que yo sólo sea un cerebro metido en un tarro lleno de líquido que reposa en un estante del laboratorio del demonio. Quizá ha conectado unos cables a mi cerebro y me está enviando mensajes electrónicos para que me dé la impresión de que estoy haciendo una cosa cuando en realidad estoy haciendo otra totalmente distinta. Puede que el demonio me esté haciendo creer que estoy escribiendo palabras que tienen sentido, cuando en realidad estoy escribiendo la misma una y otra vez. No hay modo de saberlo. Por descabellado que parezca, no podrías demostrar que eso no está pasando.

 Este experimento mental del demonio maligno es el modo que tiene Descartes de llevar la duda hasta el límite. Sería genial poder estar seguros de que al menos hay una cosa sobre la que el demonio no puede engañarnos. También nos permitiría responder a aquéllos que aseguran que no podemos estar seguros de nada.

El siguiente paso que dio Descartes le condujo a una de las frases más conocidas de la filosofía, aunque no todos los que conocen la cita la entienden. Se dio cuenta de que, aunque el demonio existiera y le estuviera engañando, para poder hacerlo debía estar manipulando algo. Así pues, mientras tuviera pensamientos, él, Descartes, debía existir. El demonio no podía hacerle creer que existía si no era así, pues algo que no existe no puede pensar. «Pienso, luego existo» (cogito ergo sum en latín) fue la conclusión de Descartes. Estoy pensando, así que debo existir. Pruébalo tú mismo. Mientras tengas un pensamiento o sensación, es imposible que dudes de tu existencia. Otra cuestión es qué eres; puedes dudar de si tienes cuerpo, o de si se trata de este cuerpo que ves y tocas. Pero no puedes dudar de que existes como una especie de cosa pensante.

 Puede que esto parezca poca cosa, pero la certidumbre de su propia existencia fue muy importante para Descartes. Le demostró que quienes dudaban de todo –los escépticos pirrónicos– estaban equivocados.  También fue el inicio de lo que se conoce como Dualismo Cartesiano. Esta idea consiste en que la mente es independiente del cuerpo y que interactúa con él. Es un dualismo porque hay dos tipos de cosas: la mente y el cuerpo. Un filósofo del siglo xx, Gilbert Ryle, se burló de este planteamiento comparándolo con el mito del fantasma en la máquina: el cuerpo era la máquina y el alma el fantasma que la habita. Descartes creía que la mente era capaz de provocar efectos en el cuerpo, y viceversa, puesto que ambos interactuaban en un punto determinado del cerebro: la glándula pineal. Sin embargo, tenía auténticos problemas para explicar cómo algo inmaterial, el alma o la mente, podía provocar cambios en algo físico, el cuerpo.

 Descartes estaba más seguro de la existencia de la mente que de la del cuerpo. Se podía imaginar sin cuerpo, pero no sin mente. Aunque imaginara que carecía de ésta, seguía pensando, lo cual le demostraba que sí disponía de ella, pues sin mente no podría tener ningún pensamiento. Esta idea de que el cuerpo y la mente son independientes, y de que la mente o el espíritu es algo inmaterial, no hecho de sangre, carne y huesos, es muy común entre las personas religiosas. Muchos creyentes esperan que la mente o el espíritu siga viviendo tras la muerte del cuerpo.

Sin embargo, demostrar la propia existencia a partir de su condición de ser pensante no habría sido suficiente para refutar el escepticismo. Descartes necesitaba más certezas para escapar del mar de dudas que había conjurado con sus meditaciones filosóficas. Sostenía que debía existir un Dios bueno. Utilizando una versión del Argumento Ontológico de san Anselmo (ver el capítulo 8), se convenció a sí mismo de que la idea misma de Dios demuestra la existencia de Dios, del mismo modo que un triángulo no sería tal si sus ángulos interiores no sumaran 180 grados. Otro de sus argumentos, el de la Impronta Divina, sugiere que sabemos que Dios existe porque nos ha implantado la idea en nuestras mentes; no tendríamos dicha idea de Dios si no existiera. Cuando estuvo seguro de que Dios existía, la fase constructiva del pensamiento de Descartes pasó a ser mucho más sencilla. Un Dios bueno no engañaría a la humanidad acerca de las cuestiones más básicas. Así pues, concluyó Descartes, el mundo tiene que ser más o menos como lo experimentamos. Cuando tenemos percepciones claras y definidas, éstas son fiables. Su conclusión: el mundo existe, y es más o menos como parece, incluso a pesar de que a veces cometamos errores acerca de lo que percibimos. Algunos filósofos, sin embargo, creen que esto es más la expresión de un deseo y que su demonio maligno podría haberle engañado acerca de la existencia de Dios del mismo modo que con la idea de que 2 + 3 = 5. Sin la certeza de la existencia de Dios, Descartes no habría podido ir más allá de su creencia de que era una cosa pensante. Des- cartes creía haber mostrado una escapatoria del total escepticismo, pero sus críticos todavía son escépticos al res- pecto.

Como hemos visto, Descartes utilizó el Argumento Ontológico y el de la Impronta Divina para demostrar a su conveniencia la existencia de Dios. Su compatriota Blaise Pascal tenía una opinión distinta sobre lo que deberíamos creer.

CUESTIONARIO DE DESCARTES

Te invito a que ilustres tu trabajo dibujando en la portada un ejemplo de la gran aportación de Descartes al pensamiento matemático: las coordenadas cartesianas, herramienta imprescindible para el desarrollo de la nueva geometría analítica (o algebraica) que el desarrolló.






1º Lee y resume la siguiente reseña biográfica de Descartes (no olvides, al final del resumen, el título de todas sus obras). Extensión mínima, una cara de un folio.

Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, en la Turena francesa. Pertenecía a una familia de la baja nobleza, siendo su padre, Joachin Descartes, Consejero en el Parlamento de Bretaña. La temprana muerte de su madre, Jeanne Brochard, pocos meses después de su nacimiento, le llevará a ser criado en casa de su abuela materna, a cargo de una nodriza a la que permanecerá ligado toda su vida. Posteriormente hará sus estudios en el colegio de los jesuitas de La Flèche, hasta los dieciséis años, estudiando luego Derecho en la Universidad de Poitiers. Según la propia confesión de Descartes, tanto en el Discurso del método como en las Meditaciones, las enseñanzas del colegio le decepcionaron, debido a las numerosas lagunas que presentaban los saberes recibidos, a excepción de las matemáticas, en donde veía la posibilidad de encontrar un verdadero saber.
Esta muestra de escepticismo, que Descartes presenta como un rasgo personal es, sin embargo, una característica del pensamiento de finales del siglo XVI y principios del XVII, en los que el pirronismo ejerció una notable influencia. Terminados sus estudios Descartes comienza un período de viajes, apartándose de las aulas, convencido de no poder encontrar en ellas el verdadero saber:
"Por ello, tan pronto como la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores, abandoné completamente el estudio de las letras. Y, tomando la decisión de no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo, dediqué el resto de mi juventud a viajar, a conocer cortes y ejércitos, a tratar con gentes de diversos temperamentos y condiciones, a recoger diferentes experiencias, a ponerme a mí mismo a prueba en las ocasiones que la fortuna me deparaba, y a hacer siempre tal reflexión sobre las cosas que se me presentaban, que pudiese obtener algún provecho de ellas." (Discurso del método)
Después de sus estudios opta, pues, por la carrera de las armas y se enrola en 1618, en Holanda, en las tropas de Maurice de Nassau, príncipe de Orange. Allí conocerá a un joven científico, Isaac Beeckman, para quien escribe pequeños trabajos de física, como "Sobre la presión del agua en un vaso" y "Sobre la caída de una piedra en el vacío", así como un compendio de música. Durante varios años mantienen una intensa y estrecha amistad, ejerciendo Beeckman una influencia decisiva sobre Descartes, sobre todo en la concepción de una física matemática, en la que había sido instruido por Beeckman. Continúa posteriormente sus investigaciones en geometría, álgebra y mecánica, orientado hacia la búsqueda de un método "científico" y universal.
En 1619 abandona Holanda y se instala en Dinamarca, y luego en Alemania, asistiendo a la coronación del emperador Fernando en Frankfurt. Se enrola entonces en el ejército del duque Maximiliano de Baviera. Acuartelado cerca de Baviera durante el invierno, pasa su tiempo en una habitación calentada por una estufa, donde elabora su método, fusión de procedimientos lógicos, geométricos y algebraicos. De esa época será la concepción de la posibilidad de una matemática universal (la idea de una ciencia universal, de un verdadero saber) y se promete emplearla en renovar toda la ciencia y toda la filosofía.
La noche del 10 de noviembre de 1619 tiene tres sueños sucesivos que interpreta como un mensaje del cielo para consagrarse a su misión filosófica. La importancia que concede Descartes a estos sueños choca con las características que se le atribuyen ordinariamente a su sistema ( racionalismo), pero según el mismo Descartes nos relata, estarían en la base de su determinación de dedicarse a la filosofía, y contendrían ya la idea de la posibilidad de fundamentar con certeza el conocimiento y, con ello, reconstruir el edificio del saber sobre cimientos firmes y seguros. Habiéndose dotado con su método de una moral provisional, renuncia a su carrera en el ejército. De 1620 a 1628 viaja a través de Europa, residiendo en París entre los años 1625-28, dedicando su tiempo a las relaciones sociales y al estudio, entablando amistad con el cardenal Bérulle, quien le animará a desarrollar sus teorías en afinidad con el catolicismo. Durante este período se ejercita en su método, se libera de los prejuicios, acumula experiencias y elabora múltiples trabajos descubriendo especialmente en 1626 la ley de refracción de los rayos luminosos. También en esta época redacta las "Reglas para la dirección del espíritu", obra inacabada que expone lo esencial de su método.
En 1628 se retira a Holanda para trabajar en paz. Permanecerá allí veinte años, cambiando a menudo de residencia, completamente ocupado en su tarea filosófica. Comienza por componer un pequeño tratado de metafísica sobre el alma y Dios del que se dice satisfecho y que debe servir a la vez de arma contra el ateísmo y de fundamento de la física. Dicho tratado contendría ya las ideas fundamentales de lo que serían posteriormente las "Meditaciones metafísicas", según algunos estudiosos del cartesianismo, opinión no compartida por otros, que creen demasiado temprana la fecha como para que Descartes estuvisese ya en posesión de su metafísica.
Interrumpe la elaboración de dicho tratado para escribir en 1629 un "Tratado del mundo y de la luz" que acaba en 1633 y que contiene su física, de caracter mecanicista. Pero, habiendo conocido por azar la condena de Galileo por haber sostenido el movimiento de la tierra (que también sostenía Descartes), renuncia a publicar su trabajo. Por una parte no quiere enfrentarse con la Iglesia a la cual está sometido por la fe. Por otra, piensa que el conflicto entre la ciencia y la religión es un malentendido. En fin, espera que un día el mundo comprenderá y que podrá editar su libro. Este "miedo" de Descartes ante la condena de Galileo ha llevado a algunos estudiosos a buscar en su obra un significado "oculto", llegando a interpretar la demostración de la existencia de Dios que realiza en las Meditaciones como un simple ejercico de prudencia, que no se correspondería con el "auténtico" pensamiento cartesiano sobre la cuestión. Para difundir su doctrina mientras tanto publica resúmenes de su física, precedidos por un prefacio. Es el famoso "Discurso del método", seguido de "La Dióptrica", los "Meteoros" y "La Geometría", que sólo son ensayos de este método (1637). El éxito le conduce a dedicarse completamente a la filosofía. Publica en 1641, en latín, la "Meditaciones sobre la filosofía primera", más conocida como Las Meditaciones metafísicas, que somete previamente a los grandes espíritus de la época (Mersenne, Gassendi, Arnauld, Hobbes...) cuyas objeciones seguidas de respuestas serán publicadas al mismo tiempo. En 1640 muere su hija Francine, nacida en 1635, fruto de la relación amorosa mantenida con una sirvienta. En 1644 publica en latín los "Principios de la filosofía". La publicación de estas obras le proporciona a Descartes el reconocimiento público, pero también es la causa de numerosas disputas.
En 1643 conoce a Elizabeth de Bohemia, hija del elector palatino destronado y exiliado en Holanda. La princesa lo adopta como director de conciencia, de donde surgirá una abundante correspondencia en la que Descartes profundiza sobre la moral y sobre sus opiniones políticas y que le conducen en 1649 a la publicación de "Las pasiones del alma", más conocida como el Tratado de las pasiones, que será la última obra publicada en vida del autor y supervisada por él.
Posteriormente realiza tres viajes a Francia, en 1644, 47 y 48. Será en el curso del segundo cuando conozca a Pascal. Su fama le valdrá la atención de la reina Cristina de Suecia. Es invitado por ella en febrero de 1649 para que le introduzca en su filosofía. Descartes, reticente, parte sin embargo en septiembre para Suecia. El alejamiento, el rigor del invierno, la envidia de los doctos, contraría su estancia. La reina le cita en palacio cada mañana a las cinco de la madrugada para recibir sus lecciones. Descartes, de salud frágil y acostumbrado a permanecer escribiendo en la cama hasta media mañana, coge frío y muere de una neumonía en Estocolmo el 11 de febrero de 1650 a la edad de 53 años.
(La obra de referencia sobre la vida de Descartes es la de Adrien Baillet: "La vie de Monsieur Descartes", que se puede consultar en línea en la BNF.)

2º En el primer párrafo del capítulo, Warburton nos narra dos despertares. Uno de ellos, el primer despertar, es un “falso despertar”. El segundo, por el contrario, es ya un “despertar verdadero”.

a)      ¿Cómo sabemos que el primer despertar es falso?

b)      ¿Cómo sabemos que el segundo despertar es verdadero y por lo tanto que no seguimos soñando? 


3º Responde esta batería de preguntas:

a)       ¿Cómo se llama el método cartesiano?

b)      ¿Para qué sirve ese método?

c)       ¿En qué consiste ese método?

d)      La selección de manzanas que queremos meter dentro de un saco ejemplifica bien el método cartesiano. Explica:

        1º ¿En qué consiste dicha selección de manzanas que tenemos que llevar a cabo?

        2º ¿Qué regla utilizamos para llevar a cabo dicha selección?

        3º ¿Cuál es el inconveniente con el que tenemos que contar? 

        4º ¿Qué conseguiríamos al final?


4º ¿En qué difieren la prudente actitud escéptica de Descartes (o “escepticismo metodológico” del que hacía gala en sus razonamientos) del escepticismo radical de Pirrón?

5º Descartes dudaba porque buscaba certezas infalibles. ¿Por qué, a su juicio, no podemos encontrar esas “certezas infalibles” en la información que nos suministran los sentidos?

6º Acerca de los sentidos:

a)       Los sentidos, ¿nos engañan siempre o podemos confiar en general en ellos? (o lo que es lo mismo, los sentidos nos engañan en ocasiones, pero ¿significa ello que los sentidos nos engañen siempre?)

b)      Sin embargo, ¿por qué los sentidos, aunque normalmente no nos engañen, no son “fuente de certeza”?

7º ¿Por qué las experiencias que tenemos en la vida cotidiana como por ejemplo un pellizco nos parecen más “reales” que las experiencias que vivimos en los sueños?


8º ¿Por qué según el método de Descartes puedo dudar de que estoy despierto?


9º La hipótesis del demonio inteligente, poderoso y maligno (que me hace pensar que 2+3=5 cuando en realidad son 6) es un experimento mental que le permite a Descartes dudar de todo lo que piensa. ¿Por qué puedo dudar de todo?


10º ¿Qué podría estar haciendo ahora el demonio con mi mente?

11º ¿Hay algún modo de demostrar que todo lo que estoy ahora pensando y viviendo no es una ilusión, no es obra de un demonio?

12º Con el demonio maligno, Descartes, como Pirrón, alcanza la forma más extrema imaginable de escepticismo: dudar de todo. Sin embargo, inmediatamente se dio cuenta de que podía dudar de todo menos de una cosa.

a)        ¿De qué no podía dudar?

b)      ¿Qué principio filosófico infirió de todo ello? (enuncia ese principio en latín y español)

13º De dicho principio se pueden inferir dos cosas ¿Cuáles? (una es una certeza y la otra una duda)

14º
a)       ¿Por qué Descartes logró demostrar que los pirrónicos estaban equivocados?

b)      ¿Cómo demostró que estaban equivocados?

15º
a)       ¿Qué afirma el dualismo cartesiano?

b)      ¿Qué significa que es dualista?

c)       ¿Dónde interactúan la mente y el cuerpo?

d)      ¿Cómo se burló en el siglo XX el filósofo inglés Gilbert Ryle del dualismo cartesiano?

16º Por lo visto, a Descartes la certeza “cogito ero sum” le había librado de ahogarse en el océano del escepticismo (era su tabla de salvación, su escapatoria del escepticismo). Pero si quería escapar definitivamente del mar de dudas escépticas en el que aún se encontraba (para así alcanzar definitivamente la tierra firme del conocimiento cierto) necesitaba de una nueva certeza. ¿Cuál era esa certeza?


17º Descartes demostró la existencia de Dios utilizando dos argumentos:

a)       ¿Cómo se denominan estos dos argumentos?

b)      ¿Qué afirma cada uno de estos argumentos?


18º Si existe un Dios bondadoso, entonces ¿de qué cosas puedo estar seguro? (haz un listado de todas esas cosas de las que puedo ya estar seguro gracias a que Dios me lo garantiza)

19º La certeza de la existencia de Dios es fundamental para nuestra comprensión cierta de la realidad. ¿Qué ocurriría, por el contrario, si ese Dios bondadoso no existiese?


20º Algunos filósofos plantearon la posibilidad de que la idea de Dios (esa idea que encuentro en mi mente y que mi mente no ha podido producir por sí misma) hubiese sido puesta en mi alma no por Dios sino por el demonio maligno. ¿Qué opinas tú al respecto? ¿Podía engañarse Descartes respecto a esta cuestión?


lunes, 20 de noviembre de 2017

PIRRÓN

capítulo 3
No sabemos nada.    Pirrón

Nadie sabe nada, y ni siquiera eso es seguro. No deberías confiar en lo que crees cierto. Podrías estar equivocado. Todo puede ser cuestionado, todo puesto en duda. La mejor opción, pues, es mantener una mente abierta. No te fíes de nada y no sufrirás ningún desengaño. Ésta fue la principal enseñanza del escepticismo, una filosofía que fue popular durante varios cientos de años en la Antigua Grecia y luego en Roma. A diferencia de Platón y Aristóteles, los escépticos más extremos evitaban sostener opiniones firmes sobre nada. El griego Pirrón (365-270 a. C.) fue el escéptico más famoso y probablemente el más extremo de todos los tiempos. Su vida fue realmente extraña.

 Puede que creas saber muchas cosas. Sabes, por ejemplo, que ahora mismo estás leyendo esto. Los escépticos, sin embargo, lo pondrían en duda. Piensa en por qué crees que estás realmente leyendo esto y no sólo imaginando que lo haces. ¿Puedes estar seguro de ello? Parece que estás leyendo; o al menos eso es lo que crees. Sin embargo, puede que estés alucinando o soñando (ésta es una idea que René Descartes desarrollaría unos ochocientos años más tarde: ver el capítulo 11). La insistencia de Sócrates en que lo único que sabía era lo poco que sabía también era una posición escéptica. Pero Pirrón la llevó mucho más lejos. Seguramente un poco demasiado lejos.

 Si hemos de creer los testimonios sobre su vida (aunque quizá también deberíamos mostrarnos escépticos respecto a ellos), Pirrón forjó su carrera sobre la base de no dar nada por sentado. Al igual que Sócrates, no dejó nada escrito. Lo que sabemos de él, pues, procede de lo que otros escribieron, en su mayor parte siglos después de su muerte. Uno de ellos, Diógenes Laercio, nos cuenta que Pirrón se convirtió en una celebridad y fue ordenado sumo sacerdote de Elis, ciudad en la que vivía, y que en su honor los filósofos no tenían que pagar impuestos. No tenemos manera de comprobar la veracidad de esto, aunque parece una buena idea.

Por lo que sabemos, Pirrón vivió su escepticismo de un modo realmente extraordinario. El tiempo que pasó sobre la Tierra habría sido muy breve si no hubiera tenido amigos que le protegieran. Todo escéptico extremo necesita el apoyo de gente menos escéptica –o muy buena suerte– para sobrevivir.

Esto es lo que pensaba él de la vida: no podemos fiarnos de nuestros sentidos. A veces nos engañan. Es fácil equivocarse sobre lo que uno ve en la oscuridad, por ejemplo. Lo que parece un zorro puede que sólo sea un gato. O puedes pensar que alguien te ha llamado, pero en realidad sólo se trataba del viento. Como a menudo nuestros sentidos nos inducen a error, Pirrón decidió no fiarse nunca de ellos. No descartaba totalmente la posibilidad de que la información que le ofrecían fuera correcta, pero mantenía la mente abierta al respecto.

Así, mientras que la mayoría de la gente que se encontrara ante un acantilado cortado en vertical consideraría una estupidez dar un paso adelante, Pirrón no. Como creía que sus sentidos le podían estar engañando, no se fiaba de ellos. Ni el tacto del borde del acantilado en los dedos de sus pies, ni la sensación de inclinarse hacia delante, le habrían convencido de que estaba a punto de caer. Ni siquiera estaba convencido de que caer pudiera ser perjudicial para su salud. ¿Cómo podía estar seguro de ello? Sus amigos, que presumiblemente no eran todos escépticos, impidieron que tuviera accidentes, pero si no lo hubieran hecho, Pirrón habría tenido problemas en más de una ocasión.

¿Por qué tener miedo de los perros salvajes si no puedes estar seguro de que te quieran hacer daño? Que ladren, muestren los dientes y corran hacia ti no quiere decir que te vayan a morder. Y si lo hacen, eso no significa necesariamente que te vaya a doler. ¿Por qué preocuparse del tráfico cuando cruzas una carretera? Esos carros no tienen por qué atropellarte. ¿Quién puede saberlo? ¿Y qué importa en realidad si estás vivo o muerto? De algún modo, Pirrón se las arregló para poner en práctica esta filosofía de indiferencia total y conquistar todas las emociones humanas y patrones de comportamiento habituales y naturales.

Al menos ésa es la leyenda. Probablemente, algunas de estas historias sobre él se las inventaron para burlarse de su filosofía. Pero es improbable que todas sean ficticias. Por ejemplo, es famosa la ocasión en la que se mantuvo completamente sereno mientras navegaba bajo una de las peores tormentas jamás presenciadas por nadie. El viento había destrozado las velas y enormes olas azotaban el barco. Todo el mundo estaba aterrorizado. Pirrón, en cambio, ni se inmutó. Puesto que las apariencias son a menudo engañosas, no podía estar del todo seguro de que fuera a pasarle nada malo. Consiguió permanecer tranquilo mientras los marineros más experimentados se dejaban llevar por el pánico. Demostró así que es posible matenerse indiferente incluso en unas condiciones como ésas. Esta historia parece verosímil.

De joven, Pirrón visitó la India. Puede que esto inspirara su inusual estilo de vida. La India tiene una gran tradición de maestros espirituales o gurús que se someten a sí mismos a penurias físicas extremas y casi increíbles: gente que es enterrada en vida, que se cuelga pesos de partes sensibles del cuerpo, o que se pasa semanas sin comer en busca de la paz interior. El planteamiento filosófico de Pirrón se acerca al de un místico. Fueran cuales fueran las técnicas que utilizara para conseguir sus objetivos, lo cierto es que practicaba aquello que predicaba. Su imperturbabilidad causaba una gran impresión en quienes le rodeaban. La razón por la que no se ponía nervioso por nada era que, en su opinión, absolutamente todo era cuestión de opinión. Si no hay posibilidad de descubrir la verdad, no hay necesidad de inquietarse. Podemos distanciarnos entonces de toda creencia firme, pues una creencia firme siempre implica engaño.

Si hubieras conocido a Pirrón, probablemente habrías pensado que estaba loco. Y puede que en cierto modo lo estuviera. Pero sus opinones y su comportamiento eran consecuentes. Él habría pensado de ti que tus certezas son simplemente poco razonables y que se interponen en tu camino hacia la paz interior. Que das por sentadas demasiadas cosas. Es como si hubieras construido una casa sobre la arena. Los cimientos de tu pensamiento no son tan firmes como te gusta creer y es improbable que te hagan feliz.

Pirrón resumió su filosofía en tres preguntas que todo aquél que quiera ser feliz debería contestar:

¿Cómo son realmente las cosas?
 ¿Qué actitud debemos adoptar ante ellas?
 ¿Qué le sucedería a alguien que no adoptara esa actitud?

Sus respuestas fueron simples y concisas. En primer lugar, no podemos saber cómo es realmente el mundo; es algo que está más allá de nuestras posibilidades. Nadie conocerá nunca la naturaleza última de la realidad. Los seres humanos simplemente no pueden acceder a ese conocimiento. Así que olvídate de ello. Esta opinión se opone completamente a la Teoría de las Formas de Platón y a la posibilidad de que los filósofos puedan obtener conocimiento de ellas a través del pensamiento abstracto (ver el capítulo 1). En segundo lugar, y como resultado de ello, no deberíamos comprometernos con ningún punto de vista. Puesto que no podemos estar seguros de nada, deberíamos suspender todo juicio y vivir nuestras vidas libremente. Todo deseo que sientes sugiere que una cosa te parece mejor que otra. Cuando no consigues aquello que quieres, nace la infelicidad. Sin embargo, en realidad no puedes saber qué es mejor. Así pues, creía Pirrón, para ser feliz primero te has de liberar de los deseos y despreocuparte por cómo salen las cosas. Ésta es la mejor forma de vivir. Reconocer que na- da importa. Así nada afectará tu estado anímico, que será
 de completa tranquilidad. En tercer lugar, si sigues estas en- señanzas esto es lo que sucederá: al principio enmudecerás, presumiblemente porque no sabrás qué decir acerca de nada. Finalmente, te liberarás de toda preocupación. Eso es lo mejor que cualquiera puede esperar de la vida. Es casi como una experiencia religiosa.

Ésta es la teoría. Pareció funcionar para Pirrón, aunque cuesta imaginar que pueda tener los mismos resultados para la mayoría de la humanidad. Pocos podemos desenvolvernos con la indiferencia que él recomendaba. Y no todo el mundo tiene la suerte de contar con un equipo de amigos que le salve de sus mayores equivocaciones. De hecho, si todo el mundo siguiera su consejo, no quedaría nadie para proteger a los escépticos pirrónicos de sí mismos y toda la escuela de filosofía moriría rápidamente tras despeñarse por acantilados, ser atropellados por vehículos en marcha o sufrir el ataque de perros salvajes.

El punto débil del planteamiento filosófico de Pirrón es que, partiendo de la idea de que «no puedes saber nada», concluyó que «debes ignorar tus instintos y sentimientos acerca de lo que es peligroso». Sin embargo, nuestros instintos nos salvan de muchos peligros posibles. Puede que no sean del todo fiables, pero esto no quiere decir que simplemente debamos ignorarlos. Supuestamente, incluso Pirrón se apartó cuando un perro intentó morderle: por mucho que quisiera, no podía dominar por completo sus reacciones automáticas. Así pues, intentar poner en práctica el escepticismo pirrónico parece algo perverso. Y tampoco resulta tan obvio que vivir de este modo proporcione esa paz mental que Pirrón aseguraba. Se puede ser escéptico acerca de su escepticismo. Resulta cuestionable que uno vaya realmente a obtener tranquilidad corriendo todos los riesgos que él corrió. Puede que a él le funcionara, pero nada asegura que a ti te vaya a funcionar. Aunque no estés seguro de que un perro feroz te vaya a morder, tiene sentido no correr el riesgo si hay un noventa y nueve por ciento de posibilidades de que sí lo haga.

No todos los escépticos en la historia de la filosofía han sido tan extremos como Pirrón. Hay una gran tradición de escepticismo moderado, de cuestionar suposiciones y examinar atentamente nuestras creencias sin necesidad de ponerlo todo en duda. Este tipo de cuestionamiento escéptico se encuentra en el corazón mismo de la filosofía. Todos los grandes filósofos lo han ejercido. Es lo opuesto al dogmatismo. Alguien dogmático está convencido de conocer la verdad. Los filósofos en cambio desafían los dogmas. Preguntan a los demás en qué se basan sus creencias, cuáles son las pruebas que sustentan sus conclusiones. Esto es lo que Sócrates y Aristóteles hicieron y también es lo que hacen los filósofos hoy en día. Pero no porque quieran mostrarse difíciles. La razón del escepticismo filosófico moderado es acercarse más a la verdad, o, al menos, revelar lo poco que sabemos o podemos saber. Para ejercer este tipo de escepticismo no hace falta arriesgarse a caer por un acantilado. Pero sí estar dispuesto a hacer preguntas incómodas y pensar críticamente sobre las respuestas que la gente te dé.

Aunque Pirrón predicaba la necesidad de liberarse de toda preocupación, la mayoría no lo conseguimos. Una preo- cupación común es el hecho de que todos moriremos. Otro filósofo griego, Epicuro, hizo algunas inteligentes sugerencias sobre cómo podemos aceptar este hecho.

CUESTIONARIO

Ilustra tu trabajo con la siguiente imagen y añádele la siguiente leyenda "Ser escéptico es una virtud..... aunque lo dudo"

Resultado de imagen de escepticismo

1º ¿Quién fue Pirrón? ¿Cuándo y dónde vivió?

2º En el primer párrafo se indican algunas de las principales doctrinas escépticas. Puedes hacer un listado de todas ellas (son cuatro afirmaciones; deben aparecer numeradas)

3º Según Descartes y los escépticos, ¿por qué puedes dudar de qué ahora estás leyendo esta pregunta?

4º ¿Por qué podemos decir que la actitud de Sócrates ante el saber era también una actitud escéptica?

5º Pirrón, al igual que Sócrates, fue ágrafo. Gracias a qué doxógrafo conocemos parte de su pensamiento. Busca información en la wiki sobre él y explica qué es un doxógrafo

6º ¿Qué nos cuenta este autor de Pirrón?

7º ¿Por qué Pirrón no se fiaba de los sentidos?

8º ¿Por qué todo escéptico extremo como Pirrón necesita de amigos no escépticos para sobrevivir?

9º Busca el signicado del término ataraxia en el siguiente enlace. 
 www.cinicos.com › Escépticos
Dicho término viene en la página nº 8 de dicha página web
Explica también cómo se consigue la ataraxia según Pirrón.

10º Al no poder saber nada con seguridad, ni siquiera si importa estar vivos o muertos, Pirrón desenvolvió una filosofía que 1º preconizaba la indiferencia total hacia la vida y  gracias a la cual 2º afirmaba haber logrado el control total de sus emociones (la ataraxia o paz interior; la imperturbabilidad o serenidad del ánimo). ¿En qué famosa ocasión hizo muestra de su imperturbabilidad, de su serenidad de ánimo?

11º En dicha ocasión, ¿su serenidad de ánimo puso en peligro su vida y la de aquellos que con él se encontraban o por el contrario quizá fue la causa de que saliese incólume de esa situación?

12º ¿Por qué visitó de joven la India? Busca la respuesta en el siguiente enlace www.cinicos.com › Escépticos

13º Allí conoció a los gimnosofistas. Busca información en la wiki sobre ellos

14º Pirrón vivía tal como pensaba (“practicaba aquello que predicaba”) y por lo visto su serenidad de ánimo causaba una gran impresión entre las gentes (sobre todo cuando se producía en situaciones de extremo peligro como en aquella acerca de la que nos preguntaron anteriormente). ¿Por qué razón no se alteraba por nada?

15º Según Pirrón, si quieres ser feliz debes responder  tres preguntas. ¿Cuáles fueron esas preguntas? (numera las preguntas) ¿Qué respondió él a cada una de ellas? (numera las respuestas)

16º ¿Qué ocurriría si todo el mundo siguiese los consejos de Pirrón y viviese la vida con absoluta despreocupación?

17º ¿Cuál es el punto débil del planteamiento filosófico de Pirrón según Warburton?

18º Resulta cuestionable que se pueda alcanzar la paz mental corriendo la gran cantidad de riesgos que estaba dispuesto Pirrón a correr. Sin embargo, a él (y a sus seguidores, los pirronistas) le funcionó. ¿Te parece una buena idea profesar el pirronismo o, por el contrario, crees que lo mejor es rechazarlo y mostrarte “escéptico acerca de la validez del escepticismo?

19º El pirronismo es la forma más extrema y radical de escepticismo. Pero hay formas más moderadas, es decir, razonables de escepticismo. Explica en qué consistiría ese escepticismo prudente y comedido y, sobre todo, a qué se opone.

20º Por cierto, según Aristóteles, no hay nada más fácil que refutar el escepticismo porque éste se contradice a sí mismo.  Intenta explicar por ti mismo por qué el escepticismo es contradictorio y, por lo tanto, falso (esta pregunta es personal; no se responde por medio de la lectura del libro).


martes, 7 de noviembre de 2017

LAW: Qué es la mente.

https://www.scribd.com/document/363769777/Que-es-la-mente






CUESTIONARIO DEL CAPÍTULO VII ¿QUÉ ES LA MENTE?
(para aquellos que les guste dibujar, en la portada del trabajo puede aparecer un dibujo de Batman en honor a Thomas Nagel y su artículo  “What is it like to be a bat?”)

1º Busca en la wiki información sobre Stephen Law, el escritor del libro que estamos leyendo (la página de la wiki está en inglés así que puedes poner en práctica tus capacidades lingüísticas). No olvides indicar al menos el título de tres de sus obras.

2º ¿Qué tipo de cosas puedo experimentar con mi mente? Haz un listado con ellas (no olvides citar todas las que aparecen en el libro como mínimo; si quieres citar alguna de tu propia cosecha, puedes hacerlo).

Busca información en la wiki sobre Thomas Nagel y su artículo “What is it like to be a bat?” (¿Qué se siente al ser un murciélago?)

a) ¿Qué significa que la mente es un lugar privado?
b) Por qué no posible siquiera imaginarnos qué experimenta un murciélago?
c) ¿Y lo que experimenta otro ser humano?

4º Explica la conferencia del doctor Jones (aquí tienes que explicitar todos los pasos del proceso sensitivo: son cuatro pasos)

5º En la conversación que mantienen Kobir y Aisha acerca de las sensaciones,

a) ¿Qué está Aisha dispuesta a conceder a Kobir?
b) ¿Qué no está dispuesta a concederle? 

Conceder: “convenir en algún extremo con los argumentos que se oponen a la tesis sustentada, asentir a ellos” (DRAE).

6º ¿Qué demuestra según Aisha el hecho de que nuestras experiencias mentales (como por ejemplo la sensación del aroma afilado y penetrante del café) no sean físicas? 

7º ¿Por qué Aisha cree que tiene un alma, mejor dicho, que ella es un alma?

8º ¿Qué es un alma?

9º Explica cómo el alma puede hacer que el cuerpo realice movimientos voluntarios.

10º Aisha opina que ella tiene un cuerpo físico pero que su alma no es algo físico. En el libro se afirma que “eso significa que cuando su cuerpo físico muera y ya no exista, Aisha seguirá existiendo”. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación? Razona tu respuesta (en esta pregunta tienes que explicar si defender la inmaterialidad del alma nos lleva necesariamente a concluir que las almas sobreviven a la muerte de los cuerpos, tal como se mantiene en el libro o si, por el contrario, lo uno no tiene por qué conllevar lo otro, es decir, la inmaterialidad del alma no tiene que implicar su vida eterna) Razona tu respuesta.

11º ¿En qué creen las personas religiosas respecto al destino escatológico de las almas? 

Escatología: “Conjunto de creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba” (DRAE)

12º ¿Qué problema nos plantea la Teoría del Alma?

13º ¿Por qué según Kobir “no existe la posibilidad de que algo inmaterial como un alma pueda afectar a lo que  ocurre en el nivel físico”? O lo que es lo mismo, ¿por qué según Kobir, aunque las almas existiesen, éstas no podrían influir en lo que hacen los cuerpos?

14º ¿Qué postura defienden los materialistas 1º en general y, 2º específicamente respecto a quien soy yo?

15º ¿Con qué problema se enfrentan los materialistas?

16º 
a) ¿Cómo se denomina la teoría de la mente de Kobi?
b) ¿Qué afirma dicha teoría?
c) ¿Por qué para el materialista impenitente que es Kobi, conforme a su Teoría del Cerebro, los fenómenos mentales (como por ejemplo, la sensación de un olor afilado y penetrante) ya no son un misterio? 
d) ¿Qué saben los científicos hoy en día respecto a la correspondencia existente entre el dolor y el estado cerebral B270/5?

17º 
a) ¿Por qué los alienígenas ciegos no pueden experimentar un color aunque posean toda la información posible acerca del estado físico del cerebro cuando alguien percibe un color?
b) ¿Por qué demuestra que la Teoría del Cerebro es falsa?

18º 
a) ¿Cuáles son las dos grandes respuestas que intentan aportar luz al enigma de la mente?
b) ¿Cuál de ellas es la correcta? Tú, ¿por cuál de ellas te decantarías? Razona tu respuesta


martes, 24 de octubre de 2017

TURING-SEARLE



capítulo 39
¿Pueden pensar los ordenadores? Alan Turing y John Searle

Estás sentado en una habitación. Hay una puerta con una ranura por la que, de vez en cuando, aparece una tarjeta con un garabato. Tu tarea es buscar el garabato en un libro que hay sobre una mesa. Cada garabato está emparejado con un símbolo del libro. Has de encontrar el garabato en el libro, ver el símbolo con el que está emparejado y luego encontrar una tarjeta con ese símbolo en una pila que hay en la habitación. Entonces introduces con cuidado esta tarjeta en la ranura. Eso es todo. Haces esto durante un rato y te preguntas qué está pasando.

 Se trata del experimento mental de la Habitación China, una invención del filósofo norteamericano John Sear- le (1932). Es una situación imaginaria diseñada para demostrar que, aunque parezca que lo hacen, los ordenadores no pueden pensar. Para comprender qué es lo que sucede en esta situación, necesitas conocer la Prueba de Turing.

Alan Turing (1912–1954) fue un destacado matemático de Cambridge que contribuyó a la invención del ordenador moderno. Sus máquinas de cálculo numérico construidas durante la Segunda Guerra Mundial en Bletchley Park, Inglaterra, descifraron los códigos de la máquina «Enigma» que utilizaban los capitanes de los submarinos alemanes. A partir de entonces, los aliados pudieron interceptar los mensajes nazis y saber qué estaban planeando.

Intrigado por la idea de que algún día los ordenadores harían más que descifrar códigos y podrían ser verdaderamente inteligentes, en 1950 sugirió una prueba que un ordenador de este tipo tendría que superar. Es lo que se conoce como Prueba de Turing para la inteligencia artificial, aunque originalmente él lo llamó Juego de Imitación. Surgió de su creencia de que lo realmente interesante del cerebro no es que tenga la consistencia de una papilla fría. Para él, importaba más su función que cómo se bambolea cuando se extrae de la cabeza o que el hecho de que sea gris. Los ordenadores pueden ser duros y estar hechos de componentes electrónicos, pero aun así son capaces de hacer muchas de las cosas que hacen los cerebros.

Cuando juzgamos si una persona es inteligente o no, lo hacemos basándonos en sus respuestas a determinadas preguntas, no abriéndole el cerebro para ver cómo están conectadas sus neuronas. Lo justo, pues, es que cuando juzguemos un ordenador nos centremos en las evidencias externas más que en cómo está construido. Deberíamos fijarnos en las entradas y salidas de datos, no en la sangre y los nervios o el cableado y los transistores internos. Esto es lo que sugirió Turing: el examinador permanece en una habitación y mantiene una conversación a través de una pantalla. No sabe si habla con otra persona que se encuentra en otra habitación o con un ordenador que genera sus propias respuestas. Si durante la conversación el examinador es incapaz de determinar si su interlocutor es una persona o un ordenador, este último habrá superado la Prueba de Turing. Si un ordenador supera la prueba es razonable decir que es inteligente, y no sólo en un sentido metafórico, sino en los mismos términos que un ser humano.

Lo que pretende demostrar el ejemplo de la Habitación China de Searle –la situación de las tarjetas con garabatos– es que haber superado la prueba de Turing para la inteligencia artifical no demuestra que el ordenador realmente haya entendido nada. Recuerda que estás en una habitación en la que a través de una ranura te llegan una serie de extraños símbolos y tú devuelves otros guiándote por unas reglas. Para ti es una tarea sin sentido, y no tienes ni idea de por qué la estás haciendo, pero, sin darte cuenta, estás respondiendo preguntas en chino. Tú sólo hablas inglés y no tienes ni idea de chino, pero los signos que te llegan son preguntas en ese idioma, y los que devuelves son respuestas plausibles a esas preguntas. La Habitación China contigo dentro superaría el Juego de Imitación. Das respuestas que podrían hacer pensar a quien estuviera fuera que realmente entiendes lo que estás diciendo. Así pues, sugiere Searle, un ordenador que supere la Prueba de Turing no es necesariamente inteligente, puesto que dentro de la habitación tú no tienes por qué tener idea alguna de qué es lo que se está discutiendo.

 Searle opina que los ordenadores son como alguien encerrado en la Habitación China: carecen de inteligencia real y no pueden pensar. Lo único que hacen es procesar símbolos siguiendo unas directrices programadas por sus creadores. Los procesos que utilizan están incorporados en su software. Esto es algo muy distinto a comprender realmente algo o poseer auténtica inteligencia. Dicho de otro modo, la gente que programa el ordenador le proporciona a éste una sintaxis (esto es, unas reglas sobre el orden mediante el que procesar los símbolos), pero no una semántica (el significado  de esos símbolos). Cuando hablan, los seres humanos quieren decir algo; sus pensamientos se relacionan de distintas maneras con el mundo. Los ordenadores que parecen querer decir algo sólo están imitando el pensamiento humano, un poco como un loro. Si bien este animal puede imitar la voz humana, en realidad no comprende lo que está diciendo. De igual modo, según Searle, los ordenadores no comprenden ni piensan: de la sintaxis no se desprende la semántica.

 Una posible crítica al experimento mental de Searle es que no contempla la cuestión de si la persona que está en la habitación comprende lo que está pasando o no. Pero eso es un error. La persona no es más que una parte de todo un sistema. Aunque la persona no entienda lo que está pasando, el sistema (la habitación, el libro de códigos, los símbolos, etcétera) sí lo hace. La respuesta de Searle a esta objeción fue modificar el experimento. En vez de imaginar que la persona está encerrada en una habitación con tarjetas, supongamos que ha memorizado todo el manual y se encuentra en medio de un campo. Esta persona seguiría sin comprender las preguntas individuales por más que respondiera correctamente en chino. Comprender implica más cosas que contestar correctamente.

Algunos filósofos, sin embargo, siguen convencidos de que la mente humana es exactamente igual que un programa informático. Creen que los ordenadores realmente pueden pensar. Si tienen razon, algún día será posible transferir mentes de cerebros humanos a ordenadores. Si tu mente es un programa, el hecho de que ahora funcione en la masa de tejido cerebral de tu cabeza no quiere decir que en algún momento del futuro no pueda hacerlo en un ordenador grande y reluciente. Si, con la ayuda de ordenadores superinteligentes, alguien consigue trazar el mapa de los miles de millones de conexiones funcionales que constituyen la mente, puede que algún día sea posible sobrevivir a la muerte. Tu mente podría ser cargada en un ordenador para que siguiera funcionando mucho después de que tu cuerpo fuera enterrado o incinerado. Que esa existencia merezca la pena o no es otra cuestión. Ahora bien, si Searle tiene razón, no hay garantía alguna de que la mente cargada en el ordenador pueda ser consciente del mismo modo que lo es ahora, aunque diera respuestas que parecieran indicar que sí lo es.

Hace sesenta años, Turing ya estaba convencido de que los ordenadores podían pensar. Si tenía razón, puede que no tardemos mucho en verlos filosofando. Es más probable esto que lo de que permitan a nuestras mentes sobrevivir a la muerte. Puede que algún día los ordenadores tengan cosas interesantes que decir sobre cuestiones fundamentales acerca de cómo deberíamos vivir y la naturaleza de la realidad; el tipo de cuestiones que los filósofos han tratado de resolver durante miles de años. Mientras tanto, dependemos de los filósofos de carne y hueso para aclarar nuestras ideas sobre esos temas. Uno de los más influyentes y controvertidos es Peter Singer.

6º TRABAJO DE FILOSOFÍA – PUEDEN SENSAR LOS ORDENADORES (Alan Turing y John Searle)

1º Busca información en la wiki sobre los siguientes puntos:
-         - Charles Babbage y los computadores
-          -“Colossus” y Thomas Flowers
-          -“EDVAC” y John Von Neumann
-          -Alan Turing (aquí tienes 1º que explicar quién fue Alan Turing, 2ºcopiar el dibujo esquemático que aparece en la página de la wiki del Test de Turing 3º explicar su procesamiento por homosexualidad y su muerte y 4º su indulto postmortem)
-          -John Searle

2º ¿Qué es “La Habitación China”?

3º ¿Cuál es la finalidad de este experimento?

4º ¿Qué máquina construyó durante la II Guerra Mundial Alan Turing? ¿Para qué fue utilizada dicha máquina?

5º ¿Qué es el Test de Turing? (en el libro al Test de Turing lo denominan Prueba de Turing)

6º ¿Cómo podemos según Turing juzgar si un sistema (sea una persona o un ordenador) es inteligente o no?

7º ¿En qué consiste la prueba que denominamos Test de Turing?

8º ¿Cuándo un ordenador ha superado dicho Test de Turing?

9º ¿Qué pretende Searle con su experimento mental “La Habitación China”?

10º La persona que se encuentra dentro de la habitación china habla chino (pues responde en chino lo que alguien también en chino le pregunta). Pero, ¿realmente entiende el chino? Razona tu respuesta

11º Según Searle, ¿piensan los ordenadores? Explica por qué.

12º ¿Por qué podemos decir que los ordenadores dominan la sintaxis del lenguaje pero no su semántica?

13º Según Searle como vimos en la pregunta anterior, los ordenadores dominan la sintaxis de la lengua pero no la semántica. ¿Qué podemos concluir de ello?

14º Los ordenadores al igual que los loros, imitan la actividad humana. Pero, ¿es lo mismo imitar que ser (es lo mismo “imitar que hablo” que “hablar”; es lo mismo “imitar que pienso” que “pensar”; imitar que me alegro de algo que alegrarme de veras)? ¿Por qué? (la respuesta a esta pregunta es personal, no extraída del libro)

15º ¿Cómo, según los defensores de la existencia de la Inteligencia Artificial, será posible sobrevivir a la muerte?

16º Según Searle, explica por qué la mente no puede sobrevivir a la muerte siendo transplantado a un ordenador.

jueves, 19 de octubre de 2017

TEXTOS PLATÓN ABAU

PLATÓN

 PLATÓN, texto 1 República, Libro IV, 432b-435c

- Bien, hemos observado ya tres cualidades en el Estado; al menos así creo. En cuanto a la especie que queda para que el Estado alcance la excelencia, ¿cuál podría ser? La justicia, evidentemente. (…) Lo que desde un comienzo hemos establecido que debía hacerse en toda circunstancia, cuando fundamos el Estado, fue la justicia o algo de su especie. Pues establecimos, si mal no recuerdo, y varias veces lo hemos repetido, que cada uno debía ocuparse de una sola cosa de cuantas conciernen al Estado, aquella para la cual la naturaleza lo hubiera dotado mejor.

-Efectivamente, lo dijimos.

 -Y que la justicia consistía en hacer lo que es propio de cada uno, sin dispersarse en muchas tareas, es también algo que hemos oído a muchos otros, y que nosotros hemos dicho con frecuencia.

- En efecto, lo hemos dicho y repetido

. -En tal caso, amigo mío, parece que la justicia ha de consistir en hacer lo que corresponde a cada uno, del modo adecuado. ¿Sabes de dónde lo deduzco?

-No, dímelo tú.

-Opino que lo que resta en el Estado, tras haber examinado la moderación, la valentía y la sabiduría, es lo que, con su presencia, confiere a todas esas cualidades la capacidad de nacer y —una vez nacidas— les permite su conservación. Y ya dijimos que, después de que halláramos aquellas tres, la justicia sería lo que restara de esas cuatro cualidades.

-Es forzoso, en efecto.

 -Ahora, si fuera necesario decidir cuál de esas cuatro cualidades lograría con su presencia hacer al Estado bueno al máximo, resultaría difícil juzgar si es que consiste en una coincidencia de opinión entre gobernantes y gobernados, o si es la que trae aparejada entre los militares la conservación de una opinión pautada acerca de lo que debe temerse o no, o si la existencia de una inteligencia vigilante en los gobernantes; o si lo que con su presencia hace al Estado bueno al máximo consiste, tanto en el niño como en la mujer, en el esclavo como en el libre y en el artesano, en el gobernante como en el gobernado, en que cada uno haga sólo lo suyo, sin mezclarse en los asuntos de los demás.

 -Ciertamente, resultaría difícil de decidir.

-Pues entonces, y en relación con la excelencia del Estado, el poder de que en él cada individuo haga lo suyo puede rivalizar con la sabiduría del Estado, su moderación y su valentía. (…) -Tampoco un hombre justo diferirá de un Estado justo en cuanto a la noción de la justicia misma, sino que será similar.

-Similar, en efecto.

 -Por otro lado, el Estado nos pareció justo cuando los géneros de naturalezas en él presentes hacían cada cual lo suyo, y a su vez nos pareció moderado, valiente y sabio en razón de afecciones y estados de esos mismos géneros.

-Es verdad.

-Por consiguiente, amigo mío, estimaremos que el individuo que cuente en su alma con estos mismos tres géneros, en cuanto tengan las mismas afecciones que aquéllos, con todo derecho se hace acreedor a los mismos calificativos que se confieren al Estado.

 PLATÓN; República, trad. de C. Eggers Lan, Madrid, Gredos, 1986, Libro IV, 432b-435c (pp. 221-226)

COMENTARIO DE TEXTO

El fragmento que acabamos de leer ha sido entresacado del libro IV de La República, principal diálogo de la etapa de madurez de Platón en el que expone el grueso de sus doctrinas acerca de la realidad, el conocimiento, el ser humano, la ética y la política. En esta obra, cuyo título original en griego es Politeia y cuyo subtítulo es “Acerca de la justicia”, tema central del diálogo, encontramos la exposición más completa y sistemática del pensamiento político platónico. En él, Platón considera que el régimen político o politeia más adecuado para la polis es aquel en el que el cuerpo de la ciudadanía ha sido rígidamente dividido en tres estamentos sociales conforme al principio de especialización funcional siendo los filósofos, aquellos que han logrado el conocimiento del Bien, los llamados a gobernar la Ciudad. Así mismo, entenderá que la “justicia de la polis” se alcanzará cuando, de un modo similar a como ocurre en el alma del individuo tal como establece el principio de correlación estructural entre el alma y la Ciudad, se da el adecuado orden entre dichos estamentos sociales sometiéndose los inferiores (productores y guerreros) al superior (gobernantes-filósofos).

Para poder llegar a entender mejor este fragmento es necesario previamente contextualizar tanto histórica como filosóficamente el pensamiento del autor. Platón vivió en la Era Clásica de la historia de la Grecia Antigua. En aquel periodo, las polis griegas, Ciudades-estado independientes y autónomas que habían surgido y se habían consolidado a lo largo de la etapa anterior, la Era Arcaica, lograron alcanzar extraordinarias cotas de desenvolvimiento político (sustitución de los tiranos por nuevas instituciones democráticas), social (estatuto de ciudadanía extendido al demos), económico (fundación de emporios) y cultural (fue unos de los momentos de mayor esplendor de la literatura, el arte y la filosofía). Sin embargo, debido 1º a las continuas guerras entre las polis en su lucha por la hegemonía (Guerra del Peloponeso) y 2º a la conflictividad social e inestabilidad política que la mayoría de ellas padecían, la polis clásica se sumió en la primera mitad del siglo IV a.C., periodo en el que Platón desenvolvió la mayor parte de su actividad filosófica, en un lento declive y decadencia que desembocó pocos años después de la muerte de Platón en el fin de la Era Clásica (por efecto, tras la batalla de Queronea, de la desaparición de la independencia de las polis en manos de Filipo II de Macedonia) abriéndose paso  una nueva etapa, la Era Helenística.

Respecto al contexto filosófico, por un lado el pensamiento platónico recogió el legado ontológico-metafísico de los pensadores presocráticos:

a)                            el pitagorismo le aportará su concepción órfica del alma como inmortal e independiente del cuerpo así como la relevancia ontológica de los números y de las matemáticas.

b)                           los eleáticos le influirán al concebir 1º las Ideas bajo los atributos del ser de Parménides (unicidad, inmutabilidad, eternidad) y 2º al diferenciar dos modos de conocer, el conocimiento sensible y el inteligible que retoman la distinción parmenídea entre la vía de la verdad y la de la opinión.

c)                                Anaxágoras le inspirará la necesidad de postular la existencia de un nous, de un Demiurgo o inteligencia ordenadora que de cuenta del orden del cosmos.

d)                                Finalmente, Heráclito y el atomismo de Demócrito le legarán su concepción de un mundo sensible-material sujeto al cambio y al devenir.

Sin embargo, el condicionante ideológico principal del pensamiento platónico y en respuesta al cual se articuló toda su filosofía fue la Ilustración sofística y Sócrates. La filosofía dominante en la Atenas de su tiempo se caracterizaba por el cuestionamiento generalizado a toda verdad y certeza llevado a cabo por la sofística. Los sofistas proclamaban además que detrás de las leyes y las instituciones de la polis no había otra cosa que la lucha y pugna entre intereses particulares que ambicionaban alcanzar para sí las máximas cotas de poder y de placer. En contraposición a ello, la mayor influencia filosófica que se ejerció sobre Platón fue la de su maestro Sócrates quien profesaba un interés honesto por cuestiones de índole ético-política y cuya doctrina conocida con el nombre de “intelectualismo moral puede ser considerada como el cimiento sobre el que se asienta no sólo las doctrinas morales sino el programa filosófico entero platónico.

            Pasemos seguidamente a analizar el texto, texto cuya adecuada comprensión requerirá que expongamos las principales doctrinas políticas, antropológicas y éticas de Platón.
  
PLATÓN, texto 2 República, Libro VI, 509c-511e

-Me temo que voy a dejar mucho de lado; no obstante, no omitiré lo que en este momento me sea posible.

 -No, por favor.

-Piensa entonces, como decíamos, cuáles son los dos que reinan: uno, el del género y ámbito inteligibles; otro el del visible, y no digo ‘el del cielo’ para que no creas que hago juego de palabras. ¿Captas estas dos especies, la visible y la inteligible?

-Las capto.

 -Toma ahora una línea dividida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según la misma proporción, la del género de lo que se ve y otra la del que se intelige, y tendrás distinta oscuridad y claridad relativas; así tenemos primeramente, en el género de lo que se ve, una sección de imágenes. Llamo ‘imágenes’ en primer lugar a las sombras, luego a los reflejos en el agua y en todas las cosas que, por su constitución, son densas, lisas y brillantes, y a todo lo de esa índole. ¿Te das cuenta?

-Me doy cuenta.

 -Pon ahora la otra sección de la que ésta ofrece imágenes, a la que corresponden los animales que viven en nuestro derredor, así como todo lo que crece, y también el género íntegro de cosas fabricadas por el hombre.

-Pongámoslo.

 -¿Estás dispuesto a declarar que la línea ha quedado dividida, en cuanto a su verdad y no verdad, de modo tal que lo opinable es a lo cognoscible como la copia es a aquello de lo que es copiado?

-Estoy muy dispuesto.

 -Ahora examina si no hay que dividir también la sección de lo inteligible.

 -¿De qué modo? 

– De éste. Por un lado, en la primera parte de ella, el alma, sirviéndose de las cosas antes imitadas como si fueran imágenes, se ve forzada a indagar a partir de supuestos, marchando no hasta un principio sino hacia una conclusión. Por otro lado, en la segunda parte, avanza hasta un principio no supuesto, partiendo de un supuesto y sin recurrir a imágenes —a diferencia del otro caso—, efectuando el camino con Ideas mismas y por medio de Ideas.

-No he aprehendido suficientemente esto que dices.

-Pues veamos nuevamente; será más fácil que entiendas si te digo esto antes. Creo que sabes que los que se ocupan de geometría y de cálculo suponen lo impar y lo par, las figuras y tres clases de ángulos y cosas afines, según lo que investigan en cada caso. Como si las conocieran, las adoptan como supuestos, y de ahí en adelante no estiman que deban dar cuenta de ellas ni a sí mismos ni a otros, como si fueran evidentes a cualquiera; antes bien, partiendo de ellas atraviesan el resto de modo consecuente, para concluir en aquello que proponían al examen.

 -Sí, esto lo sé.

-Sabes, por consiguiente, que se sirven de figuras visibles y hacen discursos acerca de ellas, aunque no pensando en éstas sino en aquellas cosas a las cuales éstas se parecen, discurriendo en vista al Cuadrado en sí y a la Diagonal en sí, y no en vista de la que dibujan, y así con lo demás. De las cosas mismas que configuran y dibujan hay sombras e imágenes en el agua, y de estas cosas que dibujan se sirven como imágenes, buscando divisar aquellas cosas en sí que no podrían divisar de otro modo que con el pensamiento.

-Dices verdad.

-A esto me refería como la especie inteligible. Pero en esta su primera sección, el alma se ve forzada a servirse de supuestos en su búsqueda, sin avanzar hacia un principio, por no poder remontarse más allá de los supuestos. Y para eso usa como imágenes a los objetos que abajo eran imitados, y que habían sido conjeturados y estimados como claros respecto de los que eran sus imitaciones.

 -Comprendo que te refieres a la geometría y a las artes afines.

-Comprende entonces la otra sección de lo inteligible, cuando afirmo que en ella la razón misma aprehende, por medio de la facultad dialéctica, y hace de los supuestos no principios sino realmente supuestos, que son como peldaños y trampolines hasta el principio del todo, que es no supuesto, y, tras aferrarse a él, ateniéndose a las cosas que de él dependen, desciende hasta una conclusión, sin servirse para nada de lo sensible, sino de Ideas, a través de Ideas y en dirección a Ideas, hasta concluir en Ideas.

-Comprendo, aunque no suficientemente, ya que creo que tienes en mente una tarea enorme: quieres distinguir lo que de lo real e inteligible es estudiado por la ciencia dialéctica, estableciendo que es más claro que lo estudiado por las llamadas ‘artes’, para las cuales los supuestos son principios. Y los que los estudian se ven forzados a estudiarlos por medio del pensamiento discursivo, aunque no por los sentidos. Pero a raíz de no hacer el examen avanzando hacia un principio sino a partir de supuestos, te parece que no poseen inteligencia acerca de ellos, aunque sean inteligibles junto a un principio. Y creo que llamas ‘pensamiento discursivo’ al estado mental de los geómetras y similares, pero no ‘inteligencia’; como si el ‘pensamiento discursivo’ fuera algo intermedio entre la opinión y la inteligencia.

 -Entendiste perfectamente. Y ahora aplica a las cuatro secciones estas cuatro afecciones que se generan en el alma; inteligencia, a la suprema; pensamiento discursivo, a la segunda; a la tercera asigna la creencia y a la cuarta la conjetura; y ordénalas proporcionadamente, considerando que cuanto más participen de la verdad tanto más participan de la claridad.

 -Entiendo y estoy de acuerdo en ordenarlas como dices.

 PLATÓN; República, trad. de C. Eggers Lan, Madrid, Gredos, 1986, Libro VI, 509c-511e (pp. 334-337)



COMENTARIO DE TEXTO

El fragmento que acabamos de leer ha sido entresacado del libro VI de La República, principal diálogo de la etapa de madurez de Platón en el que expone el grueso de sus doctrinas acerca de la realidad, el conocimiento, el ser humano, la ética y la política. En esta obra, encontramos la exposición más completa y sistemática de la epistemología platónica, esto es su teoría acerca de la verdad y los tipos de conocimiento, tema central del que trata el texto que se nos solicita que acotemos y que es conocido con el sobrenombre de “El símil de la línea”.

Para poder llegar a entender mejor este fragmento es necesario previamente contextualizar tanto histórica como filosóficamente el pensamiento del autor. Platón vivió en la Era Clásica de la historia de la Grecia Antigua. En aquel periodo, las polis griegas, Ciudades-estado independientes y autónomas que habían surgido y se habían consolidado a lo largo de la etapa anterior, la Era Arcaica, lograron alcanzar extraordinarias cotas de desenvolvimiento político (sustitución de los tiranos por nuevas instituciones democráticas), social (estatuto de ciudadanía extendido al demos), económico (fundación de emporios) y cultural (fue unos de los momentos de mayor esplendor de la literatura, el arte y la filosofía). Sin embargo, debido 1º a las continuas guerras entre las polis en su lucha por la hegemonía (Guerra del Peloponeso) y 2º a la conflictividad social e inestabilidad política que la mayoría de ellas padecían, la polis clásica se sumió en la primera mitad del siglo IV a.C., periodo en el que Platón desenvolvió la mayor parte de su actividad filosófica, en un lento declive y decadencia que desembocó pocos años después de la muerte de Platón en el fin de la Era Clásica (por efecto, tras la batalla de Queronea, de la desaparición de la independencia de las polis en manos de Filipo II de Macedonia) abriéndose paso  una nueva etapa, la Era Helenística.

Respecto al contexto filosófico, por un lado el pensamiento platónico recogió el legado ontológico-metafísico de los pensadores presocráticos:

a)       el pitagorismo le aportará su concepción órfica del alma como inmortal e independiente del cuerpo así como la relevancia ontológica de los números y de las matemáticas.

b)      los eleáticos le influirán al concebir 1º las Ideas bajo los atributos del ser de Parménides (unicidad, inmutabilidad, eternidad) y 2º al diferenciar dos modos de conocer, el conocimiento sensible y el inteligible que retoman la distinción parmenídea entre la vía de la verdad y la de la opinión.

c)    Anaxágoras le inspirará la necesidad de postular la existencia de un nous, de un Demiurgo o inteligencia ordenadora que de cuenta del orden del cosmos.

d)      Finalmente, Heráclito y el atomismo de Demócrito le legarán su concepción de un mundo sensible-material sujeto al cambio y al devenir.

Sin embargo, el condicionante ideológico principal del pensamiento platónico y en respuesta al cual se articuló toda su filosofía fue la Ilustración sofística y Sócrates. La filosofía dominante en la Atenas de su tiempo se caracterizaba por el cuestionamiento generalizado a toda verdad y certeza llevado a cabo por la sofística. Los sofistas proclamaban además que detrás de las leyes y las instituciones de la polis no había otra cosa que la lucha y pugna entre intereses particulares que ambicionaban alcanzar para sí las máximas cotas de poder y de placer. En contraposición a ello, la mayor influencia filosófica que se ejerció sobre Platón fue la de su maestro Sócrates quien profesaba un interés honesto por cuestiones de índole ético-política y cuya doctrina conocida con el nombre de “intelectualismo moral puede ser considerada como el cimiento sobre el que se asienta no sólo las doctrinas morales sino el programa filosófico entero platónico.
Pasemos seguidamente a analizar el texto. 


PLATÓN, texto 3 República, Libro VII, 514a-517c 

-Después de eso —proseguí— compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.

-Me lo imagino.

-Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.

 -Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

 -Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?

 -Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.

 - ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
 -Indudablemente.

 -Pues, entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven?

-Necesariamente.

-Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?

 - ¡Por Zeus que sí!

 -  ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?

 -Es de toda necesidad.

-Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veían eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?

-Mucho más verdaderas.

-Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?

 -Así es.

-Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?

-Por cierto, al menos inmediatamente.

-Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.

-Sin duda.

-Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.

 -Necesariamente.

-Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.

 -Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.

 -Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?

 -Por cierto.

-Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y que envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y “preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre” o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?

-Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.

-Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?

-Sin duda.

-Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?

 -Seguramente.

-Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y la contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.

PLATÓN; República, trad. de C. Eggers Lan, Madrid, Gredos, 1986, Libro VII, 514a-517c (pp. 338-342)



COMENTARIO DE TEXTO

El fragmento que acabamos de leer ha sido entresacado del libro VII de La República, principal diálogo de la etapa de madurez de Platón en el que expone el grueso de sus doctrinas acerca de la realidad, el conocimiento, el ser humano, la ética y la política. En esta obra, cuyo título original en griego es Politeia y cuyo subtítulo es “Acerca de la justicia”, tema central del diálogo, encontramos la exposición más completa y sistemática del pensamiento político platónico.  Platón fue un hombre de irrenunciable vocación política. Sin embargo, los acontecimientos políticos de los que fue testigo (desastres y derrota final de la Guerra del Peloponeso, crímenes del régimen oligárquico, condena de Sócrates llevada a cabo por la reinstaurada democracia) en los que no vio otra cosa que un torrente de pasiones desatadas al margen de toda moderación y de toda racionalidad, sumado a su condición de discípulo de Sócrates, le convencieron de la verdad de las siguientes afirmaciones:

1º todos los Estados están sin excepción mal gobernados.
            2º todos requieren una reforma radical.
3º esta reforma radical exige el estudio de la filosofía porque sólo por medio de ella alcanzamos el conocimiento perfecto y total de lo que es justo.

Platón renunció a intervenir activamente en los asuntos políticos atenienses pero no renunció a su pasión política. El intelectualismo socrático le llevó a afianzar su esperanza en la razón, en el conocimiento como condición inexcusable (condición necesaria) del acierto político. Desde entonces, la idea de que el sabio ha de gobernar o de que el que gobierna ha de ser sabio, vino a constituir el eje central de su pensamiento. Por ello, Platón fundó la Academia con la esperanza de formar hombres sabios capaces de intervenir en la legislación y el gobierno de las ciudades. Él mismo trató por dos veces de educar a Dionisio, tirano de Siracusa. En conclusión, todo su programa filosófico político tenía como fin llenar de contenido el saber que Sócrates proponía como fin de la vida humana. Pero si el saber era para Sócrates una aspiración inalcanzable, para Platón debía convertirse en una posesión efectiva de los gobernantes de la ciudad.

Expliquemos seguidamente por qué el gobierno del sabio (o lo que es lo mismo, la consideración de que la política es un saber) es para Platón la clave de la regeneración de la polis. Lo primero que haremos para entender mejor este fragmento es contextualizar tanto histórica como filosóficamente el pensamiento del autor. Platón vivió en la Era Clásica de la historia de la Grecia Antigua. En aquel periodo, las polis griegas, Ciudades-estado independientes y autónomas que habían surgido y se habían consolidado a lo largo de la etapa anterior, la Era Arcaica, lograron alcanzar extraordinarias cotas de desenvolvimiento político (sustitución de los tiranos por nuevas instituciones democráticas), social (estatuto de ciudadanía extendido al demos), económico (fundación de emporios) y cultural (fue unos de los momentos de mayor esplendor de la literatura, el arte y la filosofía). Sin embargo, debido 1º a las continuas guerras entre las polis en su lucha por la hegemonía (Guerra del Peloponeso) y 2º a la conflictividad social e inestabilidad política que la mayoría de ellas padecían, la polis clásica se sumió en la primera mitad del siglo IV a.C., periodo en el que Platón desenvolvió la mayor parte de su actividad filosófica, en un lento declive y decadencia que desembocó pocos años después de la muerte de Platón en el fin de la Era Clásica (por efecto, tras la batalla de Queronea, de la desaparición de la independencia de las polis en manos de Filipo II de Macedonia) abriéndose paso  una nueva etapa, la Era Helenística.

Respecto al contexto filosófico, por un lado el pensamiento platónico recogió el legado ontológico-metafísico de los pensadores presocráticos:

a)                            el pitagorismo le aportará su concepción órfica del alma como inmortal e independiente del cuerpo así como la relevancia ontológica de los números y de las matemáticas.
b)                           los eleáticos le influirán al concebir 1º las Ideas bajo los atributos del ser de Parménides (unicidad, inmutabilidad, eternidad) y 2º al diferenciar dos modos de conocer, el conocimiento sensible y el inteligible que retoman la distinción parmenídea entre la vía de la verdad y la de la opinión.
c)                                Anaxágoras le inspirará la necesidad de postular la existencia de un nous, de un Demiurgo o inteligencia ordenadora que de cuenta del orden del cosmos.
d)                                Finalmente, Heráclito y el atomismo de Demócrito le legarán su concepción de un mundo sensible-material sujeto al cambio y al devenir.


Sin embargo, el condicionante ideológico principal del pensamiento platónico y en respuesta al cual se articuló toda su filosofía fue la Ilustración sofística y Sócrates. La filosofía dominante en la Atenas de su tiempo se caracterizaba por el cuestionamiento generalizado a toda verdad y certeza llevado a cabo por la sofística. Los sofistas proclamaban además que detrás de las leyes y las instituciones de la polis no había otra cosa que la lucha y pugna entre intereses particulares que ambicionaban alcanzar para sí las máximas cotas de poder y de placer. En contraposición a ello, la mayor influencia filosófica que se ejerció sobre Platón fue la de su maestro Sócrates quien profesaba un interés honesto por cuestiones de índole ético-política y cuya doctrina conocida con el nombre de “intelectualismo moral puede ser considerada como el cimiento sobre el que se asienta no sólo las doctrinas morales sino el programa filosófico entero platónico. 

PLATÓN, texto 4 Fedro, 246a-247c

Sobre la inmortalidad, baste ya con lo dicho. Pero sobre su idea hay que añadir lo siguiente: Cómo es el alma, requeriría toda una larga y divina explicación; pero decir a qué se parece, es ya asunto humano y, por supuesto, más breve. Podríamos entonces decir que se parece a una fuerza que, como si hubieran nacido juntos, lleva a una yunta alada y su auriga. Pues bien, los caballos y los aurigas de los dioses son todos ellos buenos, y buena su casta, la de los otros es mezclada. Por lo que a nosotros se refiere, hay, en primer lugar, un conductor que guía un tronco de caballos y, después, estos caballos de los cuales uno es bueno y hermoso, y está hecho de esos mismos elementos, y el otro de todo lo contrario, como también su origen. Necesariamente, pues, nos resultará difícil y duro su manejo.

 Y ahora, precisamente, hay que intentar decir de dónde le viene al viviente la denominación de mortal e inmortal. Todo lo que es alma tiene a su cargo lo inanimado, y recorre el cielo entero, tomando unas veces una forma y otras otra. Si es perfecta y alada, surca las alturas, y gobierna todo el Cosmos. Pero la que ha perdido sus alas va a la deriva, hasta que se agarra a algo sólido, donde se asienta y se hace con cuerpo terrestre que parece moverse a sí mismo en virtud de la fuerza de aquélla. Este compuesto, cristalización de alma y cuerpo, se llama ser vivo, y recibe el sobrenombre de mortal. El nombre de inmortal no puede razonarse con palabra alguna; pero no habiéndolo visto ni intuido satisfactoriamente, nos figuramos a la divinidad, como un viviente inmortal, que tiene alma, que tiene cuerpo, unidos ambos, de forma natural, por toda la eternidad. Pero, en fin, que sea como plazca a la divinidad, y que sean estas nuestras palabras.

 Consideremos la causa de la pérdida de las alas, y por la que se le desprenden al alma. Es algo así como lo que sigue. 

El poder natural del ala es levantar lo pesado, llevándolo hacia arriba, hacia donde mora el linaje de los dioses. En cierta manera, de todo lo que tiene que ver con el cuerpo, es lo que más unido se encuentra a lo divino. Y lo divino es bello, sabio, bueno y otras cosas por el estilo. De esto se alimenta y con esto crece, sobre todo, el plumaje del alma; pero con lo torpe y lo malo y todo lo que le es contrario, se consume y acaba. Por cierto que Zeus, el poderoso señor de los cielos, conduciendo su alado carro, marcha en cabeza, ordenándolo todo y de todo ocupándose. Le sigue un tropel de dioses y démones ordenados en once filas. Pues Hestia se queda en la morada de los dioses, sola, mientras todos los otros, que han sido colocados en número de doce, como dioses jefes, van al frente de los órdenes a cada uno asignados. Son muchas, por cierto, las miríficas visiones que ofrece la intimidad de las sendas celestes, caminadas por el linaje de los felices dioses, haciendo cada uno lo que tienen que hacer, y seguidos por los que, en cualquier caso, quieran y puedan. Está lejos la envidia de los coros divinos. Y, sin embargo, cuando van a festejarse a sus banquetes marchan hacia las empinadas cumbres, por lo más alto del arco que sostiene el cielo, donde precisamente los carros de los dioses, con el suave balanceo de sus firmes riendas, avanzan fácilmente, pero a los otros les cuesta trabajo. Porque el caballo entreverado de maldad gravita y tira hacia la tierra, forzando al auriga que no lo haya domesticado con esmero. Allí se encuentra el alma con su dura y fatigosa prueba. Pues las que se llaman inmortales, cuando han alcanzado la cima, saliéndose fuera, se alzan sobre la espalda del cielo, y al alzarse se las lleva el movimiento circular en su órbita, y contemplan lo que está al otro lado del cielo.

PLATÓN; Fedro, en Diálogos III. Fedón, Banquete, Fedro, trad. de C. García Gual, Madrid, Gredos, 1986, 246a-247c (pp. 345-348)



COMENTARIO DE TEXTO

El fragmento que acabamos de leer ha sido entresacado del  Fedro, un diálogo de la etapa doctrinal o de madurez de Platón en la que éste formuló el grueso de sus principales doctrinas filosóficas ayudándose en muchos casos de mitos. En esta obra en concreto, encontramos la exposición más elaborada de su antropología, esto es, de sus principales doctrinas acerca del alma, su naturaleza, sus tipos, su estructura y su destino. En el texto, por su parte, nos encontramos con uno de los más afamados mitos platónicos: el mito que compara el alma con un carro alado conducido por una auriga y tirado por dos caballos.
           
Para poder llegar a entender mejor este fragmento es necesario previamente contextualizar tanto histórica como filosóficamente el pensamiento del autor. Platón vivió en la Era Clásica de la historia de la Grecia Antigua. En aquel periodo, las polis griegas, Ciudades-estado independientes y autónomas que habían surgido y se habían consolidado a lo largo de la etapa anterior, la Era Arcaica, lograron alcanzar extraordinarias cotas de desenvolvimiento político (sustitución de los tiranos por nuevas instituciones democráticas), social (estatuto de ciudadanía extendido al demos), económico (fundación de emporios) y cultural (fue unos de los momentos de mayor esplendor de la literatura, el arte y la filosofía). Sin embargo, debido 1º a las continuas guerras entre las polis en su lucha por la hegemonía (Guerra del Peloponeso) y 2º a la conflictividad social e inestabilidad política que la mayoría de ellas padecían, la polis clásica se sumió en la primera mitad del siglo IV a.C., periodo en el que Platón desenvolvió la mayor parte de su actividad filosófica, en un lento declive y decadencia que desembocó pocos años después de la muerte de Platón en el fin de la Era Clásica (por efecto, tras la batalla de Queronea, de la desaparición de la independencia de las polis en manos de Filipo II de Macedonia) abriéndose paso  una nueva etapa, la Era Helenística.

Respecto al contexto filosófico, por un lado el pensamiento platónico recogió el legado ontológico-metafísico de los pensadores presocráticos:

a)      el pitagorismo le aportará su concepción órfica del alma como inmortal e independiente del cuerpo así como la relevancia ontológica de los números y de las matemáticas.
b)      los eleáticos le influirán al concebir 1º las Ideas bajo los atributos del ser de Parménides (unicidad, inmutabilidad, eternidad) y 2º al diferenciar dos modos de conocer, el conocimiento sensible y el inteligible que retoman la distinción parmenídea entre la vía de la verdad y la de la opinión.
c)          Anaxágoras le inspirará la necesidad de postular la existencia de un nous, de un Demiurgo o inteligencia ordenadora que de cuenta del orden del cosmos.
d)           Finalmente, Heráclito y el atomismo de Demócrito le legarán su concepción de un mundo sensible-material sujeto al cambio y al devenir.

Sin embargo, el condicionante ideológico principal del pensamiento platónico y en respuesta al cual se articuló toda su filosofía fue la Ilustración sofística y Sócrates. La filosofía dominante en la Atenas de su tiempo se caracterizaba por el cuestionamiento generalizado a toda verdad y certeza llevado a cabo por la sofística. Los sofistas proclamaban además que detrás de las leyes y las instituciones de la polis no había otra cosa que la lucha y pugna entre intereses particulares que ambicionaban alcanzar para sí las máximas cotas de poder y de placer. En contraposición a ello, la mayor influencia filosófica que se ejerció sobre Platón fue la de su maestro Sócrates quien profesaba un interés honesto por cuestiones de índole ético-política y cuya doctrina conocida con el nombre de “intelectualismo moral puede ser considerada como el cimiento sobre el que se asienta no sólo las doctrinas morales sino el programa filosófico entero platónico.


Pasemos seguidamente a analizar el texto. Las ideas principales que podemos entresacar de él son las siguientes: 

PLATÓN, texto 5 Menón, 81c-82a

SÓCRATES .– (…) El alma, pues, siendo inmortal y habiendo nacido muchas veces, y visto efectivamente todas las cosas, tanto las de aquí como las del Hades, no hay nada que no haya aprendido; de modo que no hay de qué asombrarse si es posible que recuerde, no sólo la virtud, sino el resto de las cosas que, por cierto, antes también conocía. Estando, pues, la naturaleza toda emparentada consigo misma, y habiendo el alma aprendido todo, nada impide que quien recuerde una sola cosa —eso es lo que los hombres llaman aprender—, encuentre él mismo todas las demás si es valeroso e infatigable en la búsqueda. Pues, en efecto, el buscar y el aprender no son otra cosa, en suma, que una reminiscencia. No debemos, en consecuencia, dejarnos persuadir por ese argumento erístico. Nos volvería indolentes, y es propio de los débiles escuchar lo agradable; este otro, por el contrario, nos hace laboriosos e indagadores. Y porque confío en que es verdadero, quiero buscar contigo en qué consiste la virtud.

MENÓN .– Sí Sócrates, pero ¿cómo es que dices eso de que no aprendemos, sino que lo que denominamos aprender es reminiscencia? ¿Podrías enseñarme que es así?

SÓCRATES .– Ya te dije poco antes, Menón, que eres taimado; ahora preguntas si puedo enseñarte yo, que estoy afirmando que no hay enseñanza, sino reminiscencia, evidentemente para hacerme en seguida caer en contradicción conmigo mismo.

MENÓN .– ¡No, por Zeus, Sócrates! No lo dije con esa intención, sino por costumbre. Pero, si de algún modo puedes mostrarme que en efecto es así como dices, muéstramelo.


PLATÓN; Menón, en Diálogos II. Gorgias, Menéxeno, Eutidemo, Menón, Crátilo, trad. de F. J. Olivieri, Madrid, Gredos, 1983, 81c-82a (pp. 302-303)

COMENTARIO DE TEXTO

El fragmento que acabamos de leer ha sido entresacado del  Menón, un diálogo de transición entre la etapa socrática y la etapa doctrinal o de madurez. En este periodo, Platón comenzó a esbozar algunas de las teorías filosóficas que desarrollaría completamente en su etapa de madurez. En esta obra en concreto, expone doctrinas concernientes a la ética (preguntándose si es o no enseñable la virtud, tema central del diálogo), a la gnoseología (exponiendo por primera vez su teoría de la anamnesis) y a la antropología (postulando la preexistencia de las almas).
           
Para poder llegar a entender mejor este fragmento es necesario previamente contextualizar tanto histórica como filosóficamente el pensamiento del autor. Platón vivió en la Era Clásica de la historia de la Grecia Antigua. En aquel periodo, las polis griegas, Ciudades-estado independientes y autónomas que habían surgido y se habían consolidado a lo largo de la etapa anterior, la Era Arcaica, lograron alcanzar extraordinarias cotas de desenvolvimiento político (sustitución de los tiranos por nuevas instituciones democráticas), social (estatuto de ciudadanía extendido al demos), económico (fundación de emporios) y cultural (fue unos de los momentos de mayor esplendor de la literatura, el arte y la filosofía). Sin embargo, debido 1º a las continuas guerras entre las polis en su lucha por la hegemonía (Guerra del Peloponeso) y 2º a la conflictividad social e inestabilidad política que la mayoría de ellas padecían, la polis clásica se sumió en la primera mitad del siglo IV a.C., periodo en el que Platón desenvolvió la mayor parte de su actividad filosófica, en un lento declive y decadencia que desembocó pocos años después de la muerte de Platón en el fin de la Era Clásica (por efecto, tras la batalla de Queronea, de la desaparición de la independencia de las polis en manos de Filipo II de Macedonia) abriéndose paso  una nueva etapa, la Era Helenística.

Respecto al contexto filosófico, por un lado el pensamiento platónico recogió el legado ontológico-metafísico de los pensadores presocráticos:

a)      el pitagorismo le aportará su concepción órfica del alma como inmortal e independiente del cuerpo así como la relevancia ontológica de los números y de las matemáticas.
b)      los eleáticos le influirán al concebir 1º las Ideas bajo los atributos del ser de Parménides (unicidad, inmutabilidad, eternidad) y 2º al diferenciar dos modos de conocer, el conocimiento sensible y el inteligible que retoman la distinción parmenídea entre la vía de la verdad y la de la opinión.
c)      Anaxágoras le inspirará la necesidad de postular la existencia de un nous, de un Demiurgo o inteligencia ordenadora que de cuenta del orden del cosmos.
d)      Finalmente, Heráclito y el atomismo de Demócrito le legarán su concepción de un mundo sensible-material sujeto al cambio y al devenir.

Sin embargo, el condicionante ideológico principal del pensamiento platónico y en respuesta al cual se articuló toda su filosofía fue la Ilustración sofística y Sócrates. La filosofía dominante en la Atenas de su tiempo se caracterizaba por el cuestionamiento generalizado a toda verdad y certeza llevado a cabo por la sofística. Los sofistas proclamaban además que detrás de las leyes y las instituciones de la polis no había otra cosa que la lucha y pugna entre intereses particulares que ambicionaban alcanzar para sí las máximas cotas de poder y de placer. En contraposición a ello, la mayor influencia filosófica que se ejerció sobre Platón fue la de su maestro Sócrates quien profesaba un interés honesto por cuestiones de índole ético-política y cuya doctrina conocida con el nombre de “intelectualismo moral puede ser considerada como el cimiento sobre el que se asienta no sólo las doctrinas morales sino el programa filosófico entero platónico.

Pasemos seguidamente a analizar el texto.