miércoles, 30 de octubre de 2019

BOECIO- SAN ANSELMO-SANTO TOMÁS

capítulo 7
La consolación de la filosofía
Boecio

Si estuvieras en prisión a la espera de ser ejectutado, ¿pasarías
tus últimos días escribiendo un libro de filosofía? Boecio lo
hizo. Y resultó ser el más popular de todos los que escribió.

Anicio Manlio Severino Boecio (475–525), ése era su
nombre completo, fue uno de los últimos filósofos romanos.
Murió justo veinte años antes de que Roma cayera en manos
de los bárbaros (si bien cuando Boecio todavía vivía ya
se encontraba en plena decadencia). Al igual que sus colegas
Cicerón y Séneca, consideraba la filosofía una especie de autoayuda,
una forma práctica de mejorar la vida además de
una disciplina de pensamiento abstracto. También estableció
un vínculo con los griegos de la Antigüedad, Platón y
Aristóteles, cuya obra tradujo al latín, manteniendo vivas
sus ideas en una época en la que se corría el riesgo de que se
perdieran para siempre. Como cristiano, su obra fue de gran
interés para los devotos filósofos de la Edad Media. Su filosofía,
pues, supone un puente entre los pensadores griegos y
romanos y la filosofía cristiana que dominaría Occidente
durante siglos después de su muerte.

La vida de Boecio fue una mezcla de buena y mala suerte.
El rey Teodorico, el godo que gobernaba Roma en aquella
época, le concedió el cargo de cónsul. Y, a modo de honor
especial, también nombró cónsules a sus hijos (a pesar de
que eran demasiado jóvenes para serlo por sus propios méritos).
Todo parecía irle bien. Era rico, de buena familia, y le
llovían los elogios. Además de cumplir con su trabajo para
el gobierno, de algún modo se las arreglaba para encontrar
tiempo para sus estudios filosóficos y era asimismo un prolífico
escritor y traductor. Disfrutaba de la vida. Pero de repente
su suerte cambió. Fue acusado de conspirar contra
Teodorico y lo enviaron a Rávena, donde fue encarcelado,
torturado y finalmente ejecutado mediante una combinación
de estrangulamiento y una paliza mortal. Siempre mantuvo
que era inocente, pero sus acusadores no le creyeron.

Mientras estaba en prisión, y a sabiendas de que iba a
morir pronto, Boecio escribió un libro que, tras su muerte,
se convertiría en un best seller medieval: La consolación de
la filosofía. Comienza con Boecio en prisión, lamentando su
suerte. De repente, se da cuenta de que hay una mujer mirándole.
La altura de ésta alcanza el cielo. Lleva un vestido
rasgado y con una escalera bordada que comienza en el dobladillo
con la letra griega pi y termina con la letra zeta. En
una mano sostiene un cetro, en la otra libros. Esta mujer
resulta ser la Filosofía. Cuando habla, le dice a Boecio en
qué debería creer. Está enojada con él por haberla olvidado,
y ha venido a recordarle cómo debería reaccionar ante lo
que le ha pasado. El resto del libro lo conforma su conversación
acerca de la suerte y Dios. Está escrito parte en prosa y
parte en verso. La mujer, la Filosofía, le aconseja.

Le dice a Boecio que la suerte siempre cambia, y que no
debería sorprenderle. Ésa es precisamente su naturaleza. Es
inconstante. La rueda de la Fortuna gira. Unas veces estás en
lo más alto; otras, en el fondo. Un rey acaudalado puede
caer en la pobreza en apenas un día. Boecio debería darse
cuenta de que así son las cosas. La suerte es azarosa. Que
hoy la hayas tenido no quiere decir que también la vayas a
tener mañana.

Los mortales, explica la Filosofía, son idiotas por dejar
que su felicidad dependa de algo tan mutable. La verdadera
felicidad sólo puede provenir del interior, de las cosas que
los seres humanos pueden controlar, no de algo que la mala
suerte puede destruir. Ésta es la posición estoica que hemos
visto en el capítulo 5. Cuando hoy en día la gente se describe
a sí misma como «filosófica» en relación a las cosas que le
suceden quiere decir que intenta no verse afectada por aquello
que está fuera de su control, como el clima o quiénes son
sus padres. Nada, le dice la Filosofía a Boecio, es terrible en
sí mismo. Todo depende de cómo lo vea uno. La felicidad es
un estado mental, no del mundo, una idea que Epícteto habría
podido reconocer como propia.

La Filosofía quiere que Boecio vuelva a ella. Le dice que
puede ser verdaderamente feliz a pesar de estar en prisión a la
espera de ser ejecutado. Ella curará su aflicción. El mensaje es
que las riquezas, el poder y el honor no sirven de nada puesto
que tal como llegan, se van. Nadie debería basar su felicidad
en unos cimientos tan frágiles. La felicidad ha de provenir
de algo más sólido, algo que no te puedan quitar. En tanto
que Boecio creía que seguiría viviendo después de la muerte,
buscar la felicidad en triviales cosas mundanas era una equivocación.
Al fin y al cabo, las perdería todas al morir.

Entonces, ¿dónde puede Boecio encontrar la verdadera
felicidad? La respuesta de la Filosofía es que la encontrará
en Dios o la bondad (que en realidad son la misma cosa).
Boecio era cristiano, pero esto no lo menciona en La consolación
de la filosofía. El Dios que describe la Filosofía podría
ser el de Platón, la pura Forma de la bondad. Lectores posteriores,
sin embargo, reconocerían las enseñanzas cristianas
acerca de la inutilidad del honor y las riquezas y la importancia
de centrarse en satisfacer a Dios.

A lo largo del libro, la Filosofía le recuerda a Boecio lo
que ya sabe. Esto es algo que, de nuevo, proviene de Platón,
puesto que éste creía que el aprendizaje es en realidad una
especie de rememoración de ideas que ya teníamos. Nunca
aprendemos algo nuevo, sólo refrescamos nuestra memoria.
La vida es una lucha constante para conseguir recordar lo
que ya sabíamos. Lo que en cierta medida Boecio ya sabía
es que estaba equivocado al preocuparse por su pérdida de
libertad y de respeto público. Éstas son cosas fuera de su
control. Lo que importa es su actitud ante esta situación, y
esto es algo que sí puede elegir.

Sin embargo, a Boecio también le desconcertaba un problema
que preocupa a muchos creyentes. Dios, al ser perfecto,
ha de saber todo lo que ha ocurrido, pero también todo
lo que ocurrirá. Esto es lo que queremos decir cuando describimos
a Dios como «omnisciente». Así pues, si Dios existe,
ha de saber quién ganará la próxima Copa del Mundo,
así como lo que voy a escribir a continuación. Ha de tener
conocimiento previo de todo lo que va a pasar. Lo que él
prevé ha de suceder necesariamente. Ahora mismo, pues,
Dios ya sabe cómo irá todo.

De todo esto se deduce que Dios ya sabe lo que voy a
hacer a continuación, incluso si yo mismo no estoy seguro
de qué será. En el momento en que voy a tomar una decisión
sobre lo que voy a hacer, diferentes futuros posibles parecen
abrirse ante mí. Si llego a una bifurcación del camino, puedo
ir a la izquierda o a la derecha, o quizá quedarme sentado.
Ahora podría dejar de escribir e ir a hacerme un café. O
también seguir escribiendo en mi ordenador portátil. Eso
parece decisión mía, algo que yo he elegido hacer o no hacer.
Nadie me está obligando a hacer una cosa u otra. De igual
manera, ahora tú podrías decidir cerrar los ojos si quisieras.
¿Cómo puede eso suceder si Dios ya sabe lo que terminaremos
haciendo?

Si Dios sabe con antelación lo que ambos vamos a hacer,
las decisiones que tomemos no pueden ser nuestras ¿Elegir es
sólo una ilusión? Si Dios lo sabe todo difícilmente puedo te-
ner libre albedrío. Diez minutos antes Dios podría haber escrito
en un trozo de papel, «Nigel seguirá escribiendo». Era
cierto, de modo que necesariamente seguiré escribiendo, tanto
si soy consciente de ello como si no. Ahora bien, si Dios
puede hacer eso, entonces no he sido yo quien ha elegido qué
hacer, aunque tuviera la sensación de que sí. Mi vida ya ha
sido planificada hasta el más mínimo detalle. Y si no podemos
elegir nuestros actos, ¿qué sentido tiene castigarnos o
recompensarnos por ellos? Si no podemos elegir lo que hacemos,
¿cómo puede Dios decidir si debemos o no ir al cielo?

Todo esto resulta desconcertante. Es lo que los filósofos
llaman una paradoja. No parece posible que alguien pueda
saber lo que voy a hacer y que, al mismo tiempo, se suponga
que tengo libre albedrío. Estas dos ideas parecen contradecirse
entre sí. Y, sin embargo, ambas son plausibles si crees
que Dios es omnisciente.

La Filosofía, la mujer de la celda de Boecio, tiene algunas
respuestas. Sí disponemos de libre albedrío, dice ella.
Eso no es una ilusión. Aunque Dios sepa lo que vamos a
hacer, nuestras vidas no están predestinadas. O para decirlo
de otro modo, el conocimiento de Dios de lo que vamos a
hacer es distinto a la predestinación (esto es, la idea de que
no tenemos elección acerca de lo que vamos a hacer). Todavía
podemos elegir lo que vamos a hacer a continuación. El
error es pensar en Dios como si fuera un ser humano y contemplara
el desarrollo de los acontecimientos de un modo
lineal. La Filosofía le explica a Boecio que Dios es atemporal;
se encuentra fuera del tiempo.

Esto significa que Dios tiene conocimiento de todo en un
instante. Ve el pasado, el presente y el futuro a la vez. Los
mortales vivimos un acontecimiento detrás de otro, pero no
es así como Dios nos ve. La razón por la que éste puede conocer
el futuro sin anular nuestro libre albedrío y convertirnos
en una especie de máquinas preprogramadas sin poder
alguno de decisión es que no nos observa en ningún momento
temporal determinado. Lo ve todo de golpe y de un modo
atemporal. Y no deberías olvidar, le dice la Filosofía a
Boecio, que Dios juzga a los seres humanos por cómo se
comportan y por las elecciones que toman, aunque sepa de
antemano lo que van a hacer.

Si Dios existe y la Filosofía tiene razón, sabe exactamente
cuándo voy a terminar esta frase; sin embargo, todavía depende
de mi libre albedrío terminar justo aquí.

Y tú todavía eres libre de decidir si leer o no el siguiente
capítulo, en el que se examinan dos argumentaciones acerca
de la existencia de Dios.


capítulo 8
La isla perfecta
Anselmo y Aquino

Todos tenemos una idea de Dios. Podemos comprender
qué significa tanto si creemos en su existencia como si no.
Sin duda, ahora estás pensando en tu idea de Dios, lo cual
no significa que realmente exista. Sin embargo, Anselmo
(1033–1109), un sacerdote italiano que más adelante se
convertiría en arzobispo de Canterbury, aseguraba en su Argumento
Ontológico que el hecho mismo de tener una idea
de Dios demuestra su existencia.

La argumentación de Anselmo, incluida en su libro Proslogion,
comienza con la nada controvertida afirmación de
que Dios es un ser tal «que nada más grande puede ser concebido
». Es otra forma de decir que Dios es el ser más grande
imaginable y que su poder, bondad y conocimiento son
superiores. Es imposible imaginar nada más grande, pues
esto sería Dios. Es el ser supremo. Esta definición de Dios no
parece controvertida: Boecio (ver el capítulo 7) lo definía de
un modo parecido. Por otro lado, podemos concebir sin
problemas la idea de Dios. Esto tampoco parece controvertido.
Entonces Anselmo señala que un Dios que sólo existiera
en nuestras mentes y no en la realidad no sería lo más
grande jamás concebido, pues uno que sí existiera en la realidad
sería indudablemente más grande. Este Dios podría
existir; incluso los ateos lo aceptan. Así pues, concluye Anselmo,
Dios debe existir. Se deduce lógicamente de la definición
misma. Así pues, según Anselmo podemos estar seguros
de que Dios existe simplemente por el hecho de que
podemos concebir la idea. Se trata de un argumento apriorístico,
es decir, que no depende de ninguna observación del
mundo para alcanzar sus conclusiones. Es un argumento lógico
que, desde un punto de partida nada controvertido, parece
demostrar la existencia de Dios.

Anselmo utilizó el ejemplo de un pintor. Éste imagina
una escena antes de pintarla. En algún momento, pinta
aquello que ha imaginado. Finalmente, la pintura existe tanto
en la imaginación como en la realidad. El de Dios es un
caso distinto. Anselmo creía que es lógicamente imposible
concebir la idea de Dios sin que éste exista, mientras que no
es difícil imaginar que el pintor no llega a pintar aquello que
ha imaginado y que finalmente esta pintura exista sólo en su
mente y no en el mundo. Dios es el único ser con esta característica:
podemos imaginar la inexistencia de cualquier otra
cosa sin contradecirnos. Si realmente comprendemos qué es
Dios, nos daremos cuenta de que es imposible que no exista.

La mayoría de la gente que ha comprendido la «prueba»
que Anselmo utiliza para argumentar la existencia de Dios
intuye que hay algo sospechoso en el modo en que llega a su
conclusión. Hay algo que no está bien. Poca gente llega a
creer en Dios basándose meramente en esa idea. Anselmo
cita los Salmos y asegura que sólo un idiota negaría la existencia
de Dios, pero otro monje de su época, Gaunilo de
Marmoutiers, criticó su razonamiento y planteó un experimento
mental que apoyaba la posición de esos idiotas.

Imaginemos que en algún lugar del océano hay una isla a
la que nadie puede llegar. Esta isla posee una increíble riqueza,
y está llena de todas las frutas, árboles exóticos y plantas
y animales imaginables. No está habitada, lo cual la convierte
en un lugar todavía más perfecto. De hecho, es la isla
más perfecta que nadie pueda imaginar. Si alguien dice que
no existe, no hay problema en comprender qué quiere decir
con ello. Tiene sentido. Ahora bien, supongamos que te dijeran
que esta isla tiene que existir porque es más perfecta
que ninguna otra isla. Tú te has hecho una idea de la isla.
Pero no sería la isla más perfecta si sólo existiera en tu mente,
tiene que existir en la realidad.

Gaunilo señaló que si alguien utilizara este argumento
para intentar persuadirte de que esa isla perfecta existe, probablemente
pensarías que se trata de una broma. Una isla
perfecta no existe únicamente porque alguien se la imagina.
Eso sería absurdo. Para Gaunilo, el argumento con el que
Anselmo defiende la existencia de Dios tiene la misma forma
que el argumento de la isla más perfecta. Si no crees que la
isla más perfecta existe, ¿por qué sí el ser más perfecto imaginable?
El mismo tipo de argumento puede ser utilizado
para imaginar que existen todo tipo de cosas: no sólo la isla
más perfecta, sino la montaña más perfecta, el edificio más
perfecto o el bosque más perfecto. Gaunilo creía en Dios,
pero el razonamiento de Anselmo sobre su existencia le
parecía débil. Anselmo le contestó argumentando que sólo
funcionaba en el caso de Dios y no con las islas porque
las otras cosas son sólo las más perfectas de su tipo, mientras
que Dios lo es entre todas las cosas. Por eso es la única
cosa que necesariamente existe: la única que no puede no
existir.

Doscientos años después, en una breve sección de un largo
libro titulado Summa Theologica, otro santo italiano,
Tomás de Aquino (1225–1274), desarrolló cinco argumentos,
las Cinco Vías, mediante las cuales pretendía demostrar
la existencia de Dios. Estas Cinco Vías son hoy en día mucho
más conocidas que ninguna otra parte del libro. La se-
gunda de estas vías es la Vía de la Causa Eficiente, un argumento
que, como gran parte de la filosofía de Aquino, está
basado en otro que Aristóteles había utilizado mucho antes.
Al igual que Anselmo, Aquino quería utilizar la razón para
demostrar la existencia de Dios. La Vía de la Causa Eficiente
toma como punto de partida la existencia del cosmos, de
todo lo que hay. Mira a tu alrededor. ¿De dónde provienen
todas las cosas? La respuesta sencilla es que todo lo que
existe tiene una causa de algún tipo que lo ha originado y lo
ha hecho como es. Tomemos una pelota de fútbol. Es producto
de muchas causas: de las personas que la han diseñado
y la han manufacturado, de las causas que han producido
sus materiales, etcétera. Pero ¿cuál es la causa de que
los materiales existan? ¿Y, a su vez, qué ha causado esas
causas? Uno puede retroceder y averiguarlo. Y luego seguir
retrocediendo y retrocediendo. Pero ¿hasta dónde llega esa
cadena de causas y efectos?

Aquino estaba convencido de que no podía haber una
interminable serie de efectos y causas anteriores que se retrotrajeran
en el tiempo en una regresión infinita pues, en
ese caso, nunca habría habido una primera causa: algo habría
causado aquello que piensas que es la primera causa de
todo, y esto también habría sido causado por otra cosa, y así
hasta el infinito. Aquino, en cambio, pensaba que, por lógica,
en algún momento tenía que haber habido algo que no
hubiera sido causado y que hubiera dado inicio a esta cadena
de causas y efectos. Esta primera causa, declaró él, tenía
que ser Dios. Dios es la causa sin causa de todo lo que existe.

Filósofos posteriores pusieron en entredicho esta argumentación.
Algunos señalaron que incluso si estás de acuerdo
con Aquino en que hubo una causa sin causa que lo comenzó
todo, no hay ninguna razón particular para creer que
esa causa sin causa fuera Dios. Una primera causa sin causa
habría sido extremadamente poderosa, pero no hay nada en
este argumento que sugiera que poseyera ninguna de las
propiedades que las religiones suelen atribuirle a Dios. Por
ejemplo, una causa sin causa tal no necesitaría poseer una
bondad suprema; ni tendría que ser omnisciente. Podría haber
sido algo como una oleada de energía más que un Dios
personal.

Otra posible objeción al razonamiento de Aquino es que
no tenemos por qué aceptar su presunción de que no puede
haber una infinita regresión de efectos y sus causas. ¿Cómo
lo sabemos? Para cada primera causa del cosmos siempre
podemos preguntar «¿Y qué causó eso?». Aquino simplemente
supuso que si seguimos haciendo esta pregunta llegaría
un momento en el que la respuesta sería «Nada. Ésta es
una causa sin causa». Pero no es tan obvio que esta respuesta
sea más válida que la idea de una infinita regresión de
efectos y causas.

Los santos Anselmo y Aquino, con sus argumentaciones
sobre la existencia de Dios y su dedicación a una forma de
vida religiosa, suponen un marcado contraste con Nicolás
Maquiavelo, un mundano pensador a quien algunos han
comparado con el diablo.


CUESTIONARIO


LA CONSOLACIÓN DE LA FILOSOFÍA https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/65/Philosophia-ladder-of-liberal-arts-leipzig-univ-bibl-lat-1253-f3r-c1230.jpg
Ilustra la portada de tu trabajo con esta imagen alegórica de la filosofía. Dibuja o imprime la imagen en blanco y negro y coloréala, no olvidando de consignar el nombre de las disciplinas que aparecen en cada uno de los escalones de la escala de acceso al saber filosófico (gramática, dialéctica, retórica, aritmética, geometría, música y astronomía). En el libro que porta la dama Filosofía puedes dibujar la letra phí, letra que representa la filosofía, el conocimiento supremo

1º PARTE: LA CONSOLACIÓN DE LA FILOSOFÍA - BOECIO

1º Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio fue testigo de uno de los momentos más trascendentales de la historia, el fin del Imperio Romano de Occidente (el Imperio Romano de Oriente, al que usualmente denominamos Imperio Bizantino y cuya capital se encontraba en Constantinopla, la actual Estambul, subsistió 1000 años más hasta que fue conquistada por los turcos en 1453), y de la consolidación del reino bárbaro de los ostrogodos en Italia. Busca información en internet:
a)     -  acerca del fin del Imperio Romano de Occidente (mínimo 50 palabras) y
b)     -  sobre el rey ostrogodo Teodorico el Grande (mínimo 50 palabras).

2º ¿Por qué Warburton afirma que la filosofía de Boecio supone un puente entre los pensadores griegos y romanos y la filosofía cristiana medieval? (son dos razones; numera dichas razones)

3º ¿Cuál es el título del libro que Boecio escribió en prisión, poco antes de ser ejecutado?

4º Resume el contenido de este libro (máximo, 50 palábras). Puedes hacer el resumen indicando las cuatro/cinco afirmaciones fundamentales del libro.

5º ¿Qué le dice la Filosofía a Boecio qué ya sabe?

6º ¿Qué escuela filosófica griega defendía un punto de vista similar al mantenido por Boecio acerca de los embates de la Fortuna y de la necesidad de mantener un estado mental sereno ante la desgracia?

7º ¿Busca en el diccionario el significado de la palabra “paradoja”?

8º Explica qué es la omniscencia divina

9º ¿Por qué Dios es omnisciente?

10º ¿Qué paradoja parece implicar la afirmación de la omniscencia divina?

11º ¿Cómo según la dama Filosofía se resuelve la paradoja que surge si defendemos al mismo tiempo la omniscencia divina y el libre albedrío humano?


2º PARTE: LA ISLA PERFECTA -SAN ANSELMO DE CANTERBURY Y SANTO TOMÁS DE AQUINO

En esta segunda parte del trabajo puedes dibujar un mapa de Europa y localizar en él las ciudades en las que se encontraban las principales universidades medievales (no olvides de indicar el nombre de la ciudad y el año de fundación de su universidad)

12º Busca en la wiki información sobre la universidad medieval (mínimo 50 palabras)

13º Busca en la wiki información sobre la vida y obra de san Anselmo de Canterbury (mínimo 50 palabras).

14º a) ¿Qué afirma el Argumento Ontológico?

b)¿Cómo define a Dios san Anselmo en su obra Proslogion?

15º ¿Qué quiere significa que Dios es el ser más grande que puede ser concebido?

16º Según san Anselmo, ¿qué le ocurre a un Dios que sólo existe en nuestras mentes pero no en la realidad?

17º ¿Por qué un Dios que sólo existe en nuestra mente no es lo más grande que puede ser concebido?

18º ¿Qué concluye san Anselmo de todo ello?

19º ¿De dónde sale esa conclusión?

20º ¿Qué diferencia hay entre imaginar cualquier cosa (cualquier escena, cosa, situación como por ejemplo hace un pintor) a imaginar la idea de Dios?

21º ¿Qué experimento mental planteó el monje Gaunilo?

22º ¿Qué conclusión sacó de dicho experimento mental?

23º ¿Cómo contrarreplicó san Anselmo a Gaunilo?

24º ¿Cuál es la conclusión final sobre Dios a la que llegó san Anselmo por todo ello?

25º Busca en la wiki información sobre la vida y obra de santo Tomás de Aquino

26º a) ¿Cómo se denominan los cinco argumentos que creó santo Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios?

b) ¿En qué obra aparecen?

27º a) ¿Cómo se denomina la segunda vía?

b)      ¿Cómo demuestra esta vía la existencia de Dios?

c)       ¿Cómo define santo Tomás a Dios en esta segunda vía?

28º ¿Cómo filósofos posteriores refutaron esta vía? (son dos objeciones y tienen que aparecer numeradas)



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