APUNTES
DICTADOS:
EL
CONOCIMIENTO
Hemos
estado hablando del conocimiento directo, del conocimiento por familiaridad.
Este tipo de conocimiento es aquel al que nos referimos cuando decimos, por
ejemplo, que conozco Faxilde. El conocimiento directo es el conocimiento perceptivo,
el conocimiento al que denominamos experiencia ordinaria. Respecto a este tipo
de conocimiento nos hemos planteado tres problemas:
1. El problema de si corresponde o no a una realidad extramental (y por lo
tanto, el problema de si existe o no dicha realidad extramental).
2. El problema de si dicha realidad extramental es conocida directamente o no.
3. El problema de si las cosas son realmente tal como parecen ser.
Ya sabemos cuál es la postura
comúnmente admitida por la mayoría de las filosofías y la totalidad de los científicos:
- existe el mundo extramental,
- dicho
mundo extramental es conocido gracias a la percepción, pero no lo es
directamente sino indirectamente (carácter representativo de todo conocimiento),
y finalmente
- no
todas las propiedades que parecen tener las cosas, éstas las poseen realmente
(distinción cualidades primarias/secundarias).
Pasamos ahora a hablar de otro
tipo de conocimiento, el conocimiento proposicional. Esta manera de exponer el problema del
conocimiento es la propia de la filosofía del s. XX, por aquello del “giro lingüístico” que se
produce en la filosofía en dicho siglo: los problemas filosóficos son problemas
lingüísticos y el problema del conocimiento es un problema lingüístico.
Expliquemos la razón:
1º FILOSOFÍA GRIEGA Y
TEOLOGÍA CRISTIANA
Para los
antiguos el problema del conocimiento no es un problema lingüístico. Para
ellos, el problema del conocimiento consiste en explicar cómo es posible que mi
alma sea capaz de extraer de las cosas su elemento inteligible, su forma o
esencia. Ya sabemos que la más famosa explicación al respecto fue la aportada
por Aristóteles por medio de su teoría para la abstracción.
Como
curiosidad merece la pena saber que los teólogos cristianos tanto de la Antigüedad
(como por ejemplo san Agustín, que vivió en el periodo del Bajo Imperio) como
de la Edad Media (los filósofos escolásticos de las universidades medievales) defienden
una concepción del conocimiento, de ese conocimiento que va más allá de la mera
percepción de la realidad como un problema no lingüístico. ¿Cómo se alcanza
para los grandes teólogos del cristianismo el conocimiento de lo que las cosas
son? No a través de la abstracción sino de la iluminación divina. Es Dios quién
ilumina directamente mi alma para que esta pueda aprehender las formas inteligibles
de las cosas. A este conocimiento (efecto de la iluminación de mi entendimiento
llevada a cabo directamente por Dios) se le denominó “ciencia infusa”.
En conclusión, como vemos, para todos los filósofos premodernos
(precartesianos), el conocimiento es siempre conocimiento de formas o esencias,
no de proposiciones.
2º FILOSOFÍA MODERNA:
DESCARTES, EMPIRISMO BRITÁNICO, KANT
Para
todos los filósofos modernos, desde Descartes, el problema del conocimiento no
es un problema lingüístico sino psicológico. La cuestión es cómo puede mi
mente, más en concreto mi inteligencia, mi razón, construir representaciones
mentales (“ideas” las llamará Descartes) por medio de las cuáles lograr conocer
lo que las cosas son.
A)
Descartes replanteará la cuestión
del conocimiento en nuevos términos respecto a cómo lo hacían los filósofos de
la Antigüedad o de la Edad Media, en términos no realistas sino mentalistas (es
decir, en términos representativistas, idealistas).
¿Qué es el
conocimiento para Descartes?
El conocimiento es una representación mental de la
realidad, una representación que se ajusta exactamente a lo que las cosas son
(por ejemplo, conocer que los cuerpos son sólo materia extensa en reposo o
movimiento por efecto de la acción mecánica de otros cuerpos).
Para
Descartes las representaciones son un producto de mi inteligencia, de la razón:
es mi inteligencia la que fabrica por sí misma dichas representaciones (sin
necesidad de construirlas a partir de los datos de los sentidos).
En conclusión, las
representaciones a través de las cuales mi inteligencia conoce el mundo, mis
ideas (de ahí idealismo) son una construcción de mi inteligencia. Como vemos,
Descartes rechaza la teoría de la abstracción de Aristóteles (también la teoría
de la iluminación de San Agustín) y la sustituye por una teoría de la
construcción: el conocimiento no se extrae de la realidad (abstrae) sino que se
construye.
B)
La segunda explicación de en qué
consiste el conocimiento en el mundo moderno es la aportada por el Empirismo
Británico, la corriente filosófica contemporánea y opuesta al racionalismo
cartesiano. Los empiristas (Locke, Berkeley, Hume) están de acuerdo con
Descartes en su mentalismo, en su idealismo, en la consideración de que el
conocimiento es una cosa de la mente, un producto de la mente. Los empiristas
no son realistas como los antiguos sino, al igual que Descartes,
representativistas, idealistas.
Sin embargo, discrepan de
Descartes en la cuestión de cómo construye mi inteligencia sus representaciones.
Para los empiristas, las ideas, los conceptos mentales (como por ejemplo el
concepto de flor) se construye a partir de las sensaciones, de las impresiones
sensibles (es decir, de los colores, formas, fragancias, texturas… que de dicha
flor previamente he percibido). Es por ello, porque las sensaciones son los
ladrillos o átomos o elementos simples a partir de los cuales se construye el
conocimiento (los conceptos) por lo que a los empiristas se les denomina así,
empiristas: la empiria, las sensaciones,
son la fuente, el cimiento del conocimiento humano.
¿Qué opinaba Descartes respecto a
esta cuestión? Para Descartes a partir de la experiencia solo se puede
construir el conocimiento ordinario que es, como todos sabemos, imprescindible
y muy útil para la vida (gracias a mis percepciones no estoy chocando
continuamente con los objetos que hay a mi alrededor o soy capaz de identificar
un alimento en mal estado ya que me produce asco) pero que es inútil para
llegar a saber realmente lo que las cosas son (si nos fiásemos de los sentidos,
afirmará Descartes, llegaríamos a pensar como los griegos que los cuerpos
tienen color, o que son frías o calientes,
cuando la única propiedad que tienen es la extensión y su capacidad de
moverse en el espacio por efecto de la acción de fuerzas mecánicas). Para
Descartes, el conocimiento científico y filosófico de la realidad es una
construcción (principalmente matemática) que lleva a cabo la inteligencia por
sí misma sin apoyarse en la experiencia sensorial (y por eso a los cartesianos
se les denomina racionalistas: la inteligencia, la razón es la única fuente del
conocimiento científico).
C)
Hablemos finalmente de Kant. La
explicación kantiana del conocimiento es la más elaborada y fructífera
filosóficamente hablando de todas las elaboradas por el pensamiento moderno.
¿Por qué? Kant es el filósofo que en mayor medida comprende que todo el
conocimiento humano es una construcción de la mente.
Lleva además a cabo
una síntesis entre racionalistas y empiristas: para que se pueda construir el
conocimiento humano es tan necesario 1º el elemento sensorial (la experiencia),
tal como defendían los empiristas, como 2º una serie de elementos lógicos que
proceden de la misma inteligencia humana, tal como de alguna manera intuyeron
los racionalistas.
Para comprender a Kant vamos a utilizar un símil o comparación: para Kant
el conocimiento humano funciona de un modo similar a como lo hace un ordenador.
Para Kant, para que haya conocimiento es necesario que entren en nuestra mente
el mayor número posible de impresiones sensoriales (del mismo modo que ocurre
con un ordenador: si no introduzco información en el ordenador a través del
teclado, el ordenador no funciona, porque su actividad consiste en procesar esa
información que se introduce dentro de él). Para Kant las impresiones
sensoriales hacen posible el conocimiento, pero no son el conocimiento. Para
poder producir el conocimiento a partir de los datos de los sentidos es
necesario que la inteligencia ordene y estructure dichos datos de los sentidos.
Pero para poder hacer esto, la inteligencia requiere tener de unos patrones o
moldes a través de los cuales lleva a cabo tal tarea de ordenación (esta
operación es similar a la que realiza un ordenador cuando procesa la
información; este procesamiento se lleva a cabo a través de un programa). Pues
bien, la inteligencia humana está dotada de ese programa lógico gracias al cual
es capaz de ordenar las impresiones sensibles para así poder construir a partir
de dichos datos sensibles el conocimiento: nuestras representaciones mentales
de los objetos que conocemos.
En conclusión, para Kant, el
conocimiento humano es una combinación del elemento empírico del conocimiento
(los datos sensibles) y del pensamiento puro (el elemento lógico o categorial
del conocimiento).
3º FILOSOFÍA DEL SIGLO XX
Como acabamos de ver, para la
filosofía moderna desde Descartes, el conocimiento se lleva a cabo a través de
las ideas, a través del mismo pensamiento. La consecuencia de ello fue que la
filosofía moderna planteó el problema del conocimiento desde una perspectiva
mentalista, psicologista. Pues bien, a finales del siglo XIX, dos matemáticos y
también filósofos, uno alemán y el otro británico (el alemán se llama Gottlob
Frege y el británico Bertrand Russell) replantearon completamente la cuestión
del conocimiento (y de la filosofía en general: ellos son los responsables de
que se produjese el denominado “giro lingüístico de la filosofía”; si con
Descartes se había producido el giro mentalista o subjetivista de la filosofía
al convertirse la mente, y ya no la realidad como era en los griegos, en el
centro de la reflexión filosófica, desde Frege y Russell será el lenguaje el
problema central de la filosofía). Frege y Russell son los padres de la lógica
simbólica moderna. Pues bien, para ambos filósofos el problema del conocimiento
es, ahora ya sí, al fin, un problema lingüístico ¿Por qué? Porque cuando
conocemos, no lo hacemos a través de ideas o representaciones mentales, como
mantenía la tradición cartesiana o empirista, sino a través del lenguaje, a
través de las proposiciones lingüísticas: el conocimiento humano es
conocimiento proposicional, conocimiento de la verdad de lo que afirma una
proposición (¿Qué es una proposición? El significado de una oración
enunciativa, de una oración que enuncia o describe un hecho o suceso del
mundo).
Toda la tradición filosófica que
arranca de Frege y Russell se denomina filosofía analítica (analítica porque
ahora la filosofía es análisis del lenguaje, y no filosofía de la mente y de sus
representaciones, tal como era toda la filosofía moderna, la tradición
idealista proveniente de Descartes). La filosofía analítica no es la única
corriente filosófica del siglo XX (hay otras como el marxismo o la
fenomenología, de las cuales ahora no vamos a hablar porque no tratan estas
cuestiones) pero es la más importante, sobre todo en el ámbito anglosajón (los
países de habla inglesa: Gran Bretaña, USA, Australia…). Dentro de esta
corriente destaca por su originalidad y porque se terminó convirtiendo en algo
así como en el Descartes de dicha corriente, el filósofo anglo-austríaco Ludwig
Wittgenstein.
Expliquemos seguidamente qué es
el conocimiento proposicional. Lo más importante es comprender que conocemos 1º
porque comprendemos el significado de lo que afirma una proposición, 2º porque
sabemos por qué lo que afirma dicha proposición es verdad y, finalmente, 3º
porque dicha proposición es verdadera. En resumidas cuentas:
1.
La verdad no es una propiedad del
conocimiento humano sino una propiedad (lógica, semántica) de las
proposiciones.
2.
Para el ser humano conocer
significa que sabemos cuáles son las razones que justifican que una proposición
es verdadera.
Expliquemos estas dos cuestiones
con mayor detalle. Expliquemos por un lado 1º el problema de qué es la verdad,
la verdad de una proposición y seguidamente 2º expliquemos cómo se justifica
dicha verdad.
EL PROBLEMA DE LA VERDAD DE LA PROPOSICIÓN:
Para entender el nuevo enfoque (la verdad es una
propiedad lógica de las proposiciones) explicaremos en primer lugar qué era la
verdad para los griegos y para los filósofos modernos:
A)
Para los filósofos griegos la
verdad es una propiedad del conocimiento: alcanzamos a conocer la verdad acerca
de las cosas cuando logramos aprehender a través de la abstraccion “el ser de
las cosas” (su esencia, su naturaleza). ¿Cómo llegamos a conocer lo que las
cosas son en verdad? A través de la adecuación de la mente a la cosa (de ahí
que la definición de la verdaddel filósofo escolástico Santo Tomás de Aquino es
la siguiente: la verdad es la adecuación entre la mente y la cosa; en latín, “adaequatio intellectus ad rem”).
En conclusión,
para los antiguos el conocimiento consiste en que el entendimiento se amolde a
las cosas, se amolde a la forma de las cosas (recordemos que amoldarse
significa ajustar algo al molde, a la forma de dicho molde). ¿Cómo se produce
este amoldamiento, ajuste o adecuación? A través de la asimilación de las
formas, de las formas inteligibles.
B)
Para el pensamiento moderno,
desde Descartes, el conocimiento es un proceso representativo y de ahí que este
consista en la producción por parte de la inteligencia, de la razón de
representaciones mentales, de ideas a través de las cuales podemos alcanzar el
conocimiento de la realidad. El problema de esta concepción representativista,
idealista, del conocimiento, es su mentalismo y por ello su potencial subjetivismo.
Es por todo ello por lo que a
finales del siglo XIX y principios del XX, algunos filósofos alemanes e
ingleses (todos ellos eran matemáticos o físicos de formación) decidieron
abandonar el paradigma idealista cartesiano del conocimiento y sustituirlo por
un nuevo paradigma: EL PARADIGMA LOGICISTA, esto es, el paradigma lingüístico.
Con este nuevo marco teórico (un paradigma es un gran marco teórico de
comprensión) estos filósofos creyeron poder superar el subjetivismo al que
estaba abocado la filosofía moderna y sustituirlo por una nueva objetividad: LA
OBJETIVIDAD QUE ANIDA EN LA LÓGICA Y EN EL LENGUAJE (además estaban convencidos
de que su planteamiento lógico-lingüístico se ajustaba en mayor medida a la
realidad de lo que es el conocimiento científico, tanto del conocimiento
matemático (todos ellos eran matemáticos) como de las ciencias empíricas (de la
física y demás ciencias empíricas de la naturaleza). Estos tres grandes filósofos
lógico-matemáticos fueron Gottlob Frege, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein
y Rudolf Carnap.
-
Gottlob Frege vivió en la segunda
mitad del siglo XIX. Fue profesor de matemáticas en la universidad de Jena y
puso en marcha toda esta revolución lógico-lingüística. Su obra
“Conceptografía” (1879) es el punto de arranque de la lógica simbólica moderna.
Toda su obra pasó absolutamente desapercibida hasta que se percató de su valía
e importancia un joven estudiante de matemáticas de la universidad de
Cambridge, llamado Russell.
-
Bertrand Russell era un aristócrata
inglés que sobresalió como matemático en su juventud. A los 30 años publicó Principia
Mathemathica, su principal
obra y aportación a la ciencia matemática. En esta obra intentó la
fundamentación logicista de la matemática en la que intentaba demostrar que todas
las verdades matemáticas se pueden inferir (deducir) de puros principios
lógicos. Russell es el padre del atomismo lógico y de la filosofía analítica
anglosajona.
-
A Ludwig Wittgenstein ya le
conocemos y sabemos que fue el más influyente de todos estos filósofos. Sólo
publicó en vida el Tractatus
logico-philosophicus, obra que escribió en las trincheras y en los campos
de prisioneros durante la I Guerra Mundial.
-
Rudolf Carnap es la principal figura
del Círculo de Viena, del neopositivismo lógico del siglo XX (una nueva forma
de empirismo puesto al día que recibirá el nombre de “empirismo lógico”: el
Círculo de Viena fue un conjunto de físicos y matemáticos centroeuropeos
(alemanes) que desenvolvieron la concepción filosófica más radicalmente
cientificista del siglo XX (¿qué es el cientificismo? aquella concepción del
conocimiento que reduce a éste al conocimiento científico).
Pasemos seguidamente a explicar
la concepción de la verdad característica de la filosofía del siglo XX. Como
sabemos estamos explicando qué es el conocimiento proposicional (en
contraposición al conocimiento directo o perceptivo, aquel conocimiento que
tenemos directamente de las cosas porque las percibimos directamente). Hablamos
de “conocimiento proposicional” porque en este tipo de conocimiento conocemos
lo que afirma una proposición ya que estas son las que pueden ser calificadas como
verdaderas o falsas (es decir, el conocimiento humano no es 1º conocimiento de
las cosas reales tal como defendían los filósofos griegos, ni 2º el
conocimiento de representaciones mentales, ideas, tal como mantenían el
cartesianismo, sino 3º conocimiento proposicional, conocimiento de lo que significa,
afirma una proposición). Ésta es, por lo tanto, la gran diferencia del
planteamiento de la filosofía del siglo XX respecto a concepciones pasadas: el
conocimiento humano no es conocimiento de formas (griegos), ni de ideas
(Descartes, filosofía moderna) sino de proposiciones. La razón de ello es la
siguiente: ya sabemos que desde Descartes que la concepción del conocimiento de
los griegos es un desatino, una exageración (por aquello de cómo va a ser capaz
el entendimiento de asimilar la forma misma de las cosas). Pero el problema de
la concepción cartesiana, de la concepción idealista es que nos abocará al
subjetivismo (nuestras ideas son subjetivas porque son un producto de nuestra
mente), tal como ocurrirá en filósofos como Berkeley, Kant y la filosofía
romántica alemana (Fichte, Schelling, Hegel, Schopenhauer e incluso Nietzsche).
Es por ello por lo que los filósofos del siglo XX buscarán un ámbito en el que
poder alcanzar una representación objetiva de la realidad: ese ámbito lo
encontrarán en el LENGUAJE (y de entre todos los lenguajes que representan
objetivamente la realidad, el más perfecto es, sin lugar a dudas, el
lenguaje…CIENTÍFICO, el lenguaje de la física).
Expliquemos seguidamente ahora la
teoría de la verdad de la filosofía del siglo XX. Esta concepción de la verdad
es fruto de las reflexiones llevadas a cabo por Frege, Russell, Wittgenstein y
fue, finalmente, formulada en los años 30 del pasado siglo por el lógico
polaco-norteamericano Alfred Tarski. Es la teoría semántica de la verdad.
Expliquemos dicha teoría en que la verdad será definida en términos puramente
lógicos.
Definición de la verdad: Nota - p=la nieve es blanca
La proposición “p” (lenguaje-objeto) es verdadera
(metalenguaje) si y solo si p (lenguaje de objetos).
La proposición “la nieve es blanca” (lenguaje-objeto)
es verdadera (metalenguaje) si y solo si la nieve es blanca
(lenguaje de objetos).
¿Qué nos indica esta definición acerca de la verdad?:
1.
La verdad es una propiedad
metalingüística del lenguaje: esto quiere decir que la verdad solo puede ser
predicada de una proposición (esa proposición, la proposición “p”
entrecomillada, es su lenguaje-objeto) y pertenece a un nivel
lingüístico distinto al del lenguaje ordinario (la proposición p sin
entrecomillar es aquella por medio de la cual hablamos acerca de un hecho que
se da en el mundo, en este caso, el hecho de que la nieve es blanca; la
proposición p sin entrecomillar es el lenguaje de objetos).
Si no se respeta esta
consideración, el uso del término verdadero puede generar todo tipo de
paradojas y contradicciones (como por ejemplo las que se producen en frases
como “Esta frase es falsa” o “Dijo Epiménides el cretense: “Todos los cretenses
son mentirosos”” ).
-
“Esta frase es falsa”: como todas las proposiciones, esta oración
tiene que ser verdadera o falsa; pero si suponemos que es falsa, entonces es verdadera (porque dice
exactamente lo que es, que es falsa); pero si es verdadera, entonces es falsa
(porque es lo contrario de lo que dice ser), y así indefinidamente, ad infinitum, hasta el infinito.
-
“Dijo Epiménides el cretense: “todos los cretenses son mentirosos””. Ocurre de nuevo lo mismo que en la frase anterior. Se genera una paradoja
o aparente insoluble contradicción.
2.
La verdad es una propiedad lógica
del lenguaje.
¿Qué tipo de
propiedad? ¿Sintáctica, semántica o pragmática?
La verdad es una
propiedad semántica del lenguaje.
¿Qué quiere decir
esto? Que el lenguaje tiene capacidad de representar la realidad objetivamente
y tal cosa lo logra porque el lenguaje significa.
La semántica estudia
cómo el lenguaje puede significar el mundo extralingüístico:
-
Primero, porque las palabras se
refieren a las cosas: las palabras denotan los objetos extralingüísticos.
-
Segundo, porque el lenguaje las
puede representar, el lenguaje puede representar a las cosas: y en esto
consistiría la función connotativa del lenguaje.
Veamos seguidamente cómo debe ser
entendida esta función representativa significativa del lenguaje: una
proposición es verdadera porque lo que afirma corresponde con los hechos, los
hechos acerca de los cuales dicha proposición habla. Como vemos, no es otra
cosa que la vieja teoría de la verdad como correspondencia (tanto para los
antiguos como para los modernos, la verdad es la adecuación ya sea de nuestro
entendimiento, ya sea de las ideas de nuestro entendimiento, a las cosas, al
ser de las cosas), pero reformulada en términos lógicos.
Expliquemos
la teoría de la verdad como correspondencia de antiguos y modernos con mayor
detalle:
A)
Ya los filósofos griegos comprendieron que la
verdad del conocimiento no podía consistir en otra cosa que la correspondencia
(la adecuación) entre el entendimiento (la función intelectiva del alma) y la
cosa. Pero ya sabemos en qué consistía esa correspondencia para los griegos: en
la asimilación de las formas a través del proceso abstractivo.
B)
En el caso de los filósofos
modernos, desde Descartes, la correspondencia se da entre las ideas de la mente
y el mundo (el problema de las ideas es que son estados mentales, psicológicos
subjetivos y tal cosa abocará al idealismo moderno al subjetivismo; de ese
subjetivismo no se libró ni siquiera el empirismo británico y la prueba de ello
la tenemos en la filosofía de Berkeley: para Berkeley la verdad de mis percepciones
es algo puramente subjetivo porque el mundo extramental no existe; este es el
antirrealismo berkeliano que ya explicamos en algún apartado anterior hasta el
punto de que Berkeley afirmaba que “ser es ser percibido”, “esse est percipi”, que implicaba, ni más
ni menos, que las cosas sólo existen cuando las vemos y mientras las vemos; y
así, por ejemplo, la mesa que tengo delante deja de existir cuando me levanto
de la silla, me doy la vuelta y dejo de verla, y no vuelve a existir hasta que
no la vuelvo a ver).
Y así llegamos finalmente a la
filosofía del siglo XX que intentara superar el subjetivismo idealista a través
de esa nueva objetividad que cree encontrar en el lenguaje. Veamos seguidamente
las tres principales teorías acerca de la verdad de la filosofía del siglo XX
(no olvidemos que la verdad será entendida, como no, como correspondencia, en
este caso, como correspondencia entre el lenguaje y los hechos):
Ø
La primera teoría importante de
la verdad fue formulada por Russell y recibe el nombre de doctrina de la verdad
del atomismo lógico.
Para el atomismo lógico, las proposiciones más básicas son como los átomos
lógicos que corresponden a los hechos más elementales que existen en la
realidad: los datos de los sentidos (sense-data).
Un ejemplo de proposición atómica la tenemos en la proposición deíctica
“Esto es blanco” (una expresión deíctica es aquella que nos sirve para
referirnos directamente a algo, como si lo estuviésemos señalando con el dedo).
A partir de estos
átomos significativos (las proposiciones deícticas), se van construyendo, a
través de las reglas de la lógica,
1º palabras (nombres
como “nieve” y predicados como “blanco”) que ya no se refieren sólo a los
sense-data y
2º proposiciones más
complejas o moleculares, como por ejemplo la proposición “La nieve es blanca”, proposiciones
que se refieren también a hechos más complejos que pueda haber en el mundo.
Ø
La segunda teoría de la verdad,
la más influyente de la tres, fue la formulada por L.Wittgenstein en el Tractatus
(la única obra que publicó en vida, en concreto, en 1921).
La teoría de la
verdad de Wittgenstein se denomina “Teoría figurativa de la verdad”. Según
Wittgenstein las proposiciones pueden hablar con verdad acerca de los hechos
porque pueden representar figurativamente a estos.
La figuración consiste en:
1º la existencia de
una relación biunívoca entre los elementos de la proposición y los objetos que
componen el hecho del mundo acerca del cual habla la proposición y
2º el isomorfismo en
el modo como se estructuran, como se ordenan, los elementos de la proposición y
los objetos componentes del hecho en cuestión).
Ø
Finalmente, la tercera y última
teoría de la verdad fue la propuesta por Carnap y el Círculo de Viena, es
decir, la concepción de la verdad característica del neopositivismo lógico. La
verdad es entendida en términos de verificación: la verdad consiste en el
conjunto de operaciones a través de las cuales comprobamos que lo que dice la
proposición se ajusta a los hechos del mundo. Y así, el significado de la
proposición “Esto es una lámina de hierro” es el conjunto de operaciones que
realizamos para verificar que lo es (“acercamos la barra a un imán y es
imantada por ella”; “la lámina alcanza su punto de fusión a los 1538 grados”,
etc.) .
Finalmente, el lógico Tarski formuló en los años 30 la definición canónica
de la verdad propia de esta concepción logicista de la filosofía.
LOS CRITERIOS DE VERDAD:
Acabamos de explicar que la
verdad es la correspondencia entre lo que afirma una proposición (lo que significa)
y los hechos.
Pues bien, necesitamos criterios
para poder comprobar que dicha correspondencia se da y para medir y evaluar en
qué grado se da esta. Vamos por lo tanto a explicar la cuestión de los distintos
criterios de verdad, lo cual nos servirá también para explicar la cuestión de
la necesidad de justificar la verdad.
¿Cuál es el principal criterio de verdad, es decir,
cuál es la forma fundamental de justificar la verdad de una proposición?
LA OBSERVACIÓN EMPÍRICA DIRECTA
La observación empírica, los
datos de los sentidos. Y así sabemos que la nieve es blanca porque percibimos
directamente tal cosa a través del conocimiento directo o perceptivo de la
realidad.
El problema de la experiencia
directa (más allá 1º de la cuestión de si podemos o no fiarnos, si podemos o no
confiar en los sentidos como fuente de información que nos sirva para
justificar la verdad de una proposición, es decir, para justificar la verdad de
nuestras creencias; y también 2º independientemente
de la cuestión de si los hechos brutos de la experiencia pueden justificar
alguna creencia sin requerir previamente ser interpretados, tal como demostró
Wilfrid Sellars), el problema de la justificación de la verdad de una
proposición a través simplemente de la experiencia ordinaria, es que ésta tiene
unas extraordinarias limitaciones.
¿Cuál es la más importante limitación de mi
experiencia sensorial?
La más relevante limitación de mi
experiencia sensorial es que de la mayoría de los hechos que acontecen en el
mundo no he tenido ni puedo llegar a tener experiencia directa de ellos en el
presente. En el caso de que sí la hubiese tenido dicha experiencia directa al
menos en el pasado tendría que hacer uso de mi memoria y fiarme del
funcionamiento de esta.
En otros casos, debemos recurrir al
testimonio fiable de otras personas que han tenido dicha experiencia (y así sé,
por ejemplo, que Moscú existe aunque nunca estuve allí).
LOS INDICIOS
Pero el criterio más utilizado
para justificar la verdad de una proposición cuando no hemos tenido experiencia
directa del hecho correspondiente es el de acudir a los indicios directos, esto
es, hacer uso de la denominada “prueba indiciaria” o de indicios (a esa se
recurre continuamente en los procesos judiciales de carácter penal cuando no
hay testigos directos de la comisión del delito: un asesinato, un robo, una
violación).
Expliquemos seguidamente la
prueba indiciaria, es decir, expliquemos cómo un indicio puede servir de
criterio de verdad de una proposición, cómo la prueba indiciaria puede servir
para justificar la verdad de lo que afirma una proposición.
¿Qué es un indicio?
Una huella, una señal, la huella
que un determinado hecho (un hecho del que no tengo ni he tenido, ni yo ni
nadie, experiencia directa) ha dejado en el mundo. La particularidad de esta
huella, a diferencia del hecho que la ha producido, es que de la huella, del
indicio, sí volvemos a tener experiencia directa, cosa que como sabemos en este
caso no podemos tener del hecho correspondiente.
Recordemos que todo hecho (ese
hecho del cual habla la proposición cuya verdad estamos comprobando) es un
suceso en el mundo, un suceso que produce efectos en el mundo, un suceso que
tiene consecuencias, consecuencias que se manifiestan en el mundo. Pues bien,
un indicio es simplemente uno de esos efectos o consecuencias que produce en el
mundo el hecho o suceso acerca del cual habla la proposición de la que estamos
comprobando su verdad (es decir, de la que estamos comprobando su
correspondencia con los hechos). Como vemos el indicio es una señal que señala
el hecho que lo ha producido (del mismo modo que el humo es una señal, un
indicio del fuego, pues señala, indica que algo se quema).
La relación que existe por lo
tanto entre un indicio y su hecho correspondiente es una relación causal: el
indicio es el efecto (uno de los múltiples efectos) que tiene el hecho, que es
su causa. Pues bien, la presencia del indicio requiere ser explicada. Y explicamos
el indicio cuando somos capaces de determinar su causa. El indicio, por lo
tanto, nos sirve para probar que el hecho que es su causa realmente ha
acontecido. Ejemplo: un pelo de Diana Quer que apareció en el maletero del
coche del Chicle es un indicio que prueba, que justifica “más allá de toda duda
razonable” el siguiente hecho y la verdad de la proposición correspondiente: “Diana
Quer fue secuestrada, violada y asesinada por el Chicle”.
Como bien vemos tenemos
continuamente que recurrir a la prueba indiciaria para reconstruir todos
aquellos hechos de los que no hay ningún testigo directo.
COMPROBACIÓN EXPERIMENTAL
El pensamiento científico hace un
uso muy particular de la prueba indiciaria: la prueba indiciaria de la que
hacen uso los científicos recibe el nombre de la confirmación experimental. La
confirmación experimental es el siguiente criterio de verdad, la siguiente
forma de justificar la verdad de una proposición que vamos a explicar.
Tenemos que tomar en consideración,
-
en primer lugar, que los
científicos comprueban la verdad no de proposiciones particulares (acerca de un
hecho singular, como fue el asesinato de Diana Quer) sino que comprueban la
verdad de proposiciones generales, de leyes que versan no sobre hechos
singulares sino sobre regularidades (el ejemplo canónico de lo que es una ley científica
es la Ley de la gravedad de Newton).
-
la segunda peculiaridad del
pensamiento científico es que en la mayoría de las proposiciones científicas se
hace uso de conceptos teóricos (un ejemplo es fuerza de la gravedad, electrón, campo
electromagnético…). El problema de los conceptos teóricos es que denotan, se
refieren a entidades inobservables (entidades que ni se han percibido ni se
percibirán jamás). El problema indudablemente es cómo podemos confirmar la
verdad de una proposición que habla de electrones cuando nadie ha visto ni verá
jamás tal cosa. Es la tópica contraposición: MUNDO EXPLICACIONES CIENTÍFICAS / MUNDO OBSERVABLE
-
El tercer problema del
pensamiento científico es que además de tener que verificar proposiciones
sueltas (leyes) también tiene interés en
comprobar la verdad de una teoría científica en bloque (una teoría científica
es un conjunto ordenado de proposiciones, de leyes científicas: un sistema
teórico; el ejemplo canónico de teoría científica es la mecánica newtoniana).
Pues bien, los científicos
evalúan la verdad de las proposiciones que formulan (esas proposiciones reciben
el nombre de hipótesis científicas) recurriendo como criterio de justificación
a la confirmación experimental.
¿Cómo se confirma experimentalmente la verdad de una
hipótesis científica?
El científico supone que si su
hipótesis es correcta, verdadera, se tienen que dar ciertas consecuencias
(indicios científicos) en el mundo, consecuencias que son empíricamente
observables y que prueban, justifican la verdad de lo que afirma dicha
hipótesis. Ejemplo: el astrónomo ingles Halley haciendo uso de la Ley de la
gravedad de Newton predijo que el cometa que lleva su nombre reaparecería en el
firmamento 70 años después. Cuando tal cosa aconteció dicha reaparición
confirmó la validez de la Ley de la gravedad de Newton.
CONSECUENCIAS PRÁCTICAS (CRITERIO PRAGMATISTA DE LA
VERDAD)
El último criterio de verdad que
vamos a explicar es el criterio pragmatista de verdad. El pragmatismo fue una
corriente filosófica que surgió en USA a finales del siglo XIX (los filósofos
más importantes fueron Pierce, W. James, de quien ya hemos hablado y Dewey, el
padre de todo el sistema educativo norteamericano). Para los pragmatistas la
manera de comprobar la verdad de una proposición, esto es, la correspondencia
de la proposición con los hechos, es evaluando las consecuencias prácticas de dicha
proposición (de dicha creencia). Podemos considerar que es verdadera aquella
proposición o creencia que hace posible la resolución de un problema práctico
y, por lo tanto, dicha creencia es verdadera por ser útil y beneficiosa (la
verdad, la correspondencia de una proposición se evalúa midiendo su utilidad y
la ventajas que nos aporta).
Ejemplo: la verdad de las leyes
de la física queda justificada ya que gracias a ellas construimos viaductos
como el de Catoira y éstos no se vienen abajo. Otro ejemplo: la verdad de la
medicina científica (de las vacunas por poner el caso) queda justificada por
los efectos benéficos que tiene la vacunación de la población al descender
exponencialmente los contagios de una enfermedad.
ANEXO – LA VERDAD EN LAS MATEMÁTICAS Y EN LOS SABERES
NORMATIVOS (ÉTICA Y POLÍTICA)
Hasta ahora hemos explicado en
qué consiste la verdad de las proposiciones empíricas (aquellas que hablan
acerca del mundo).
La verdad de las proposiciones matemáticas
Pues bien, ¿en qué puede
consistir la verdad de una proposición matemática? (Las proposiciones
matemáticas no hablan sobre hechos o sucesos mundanos). La verdad de las
proposiciones matemáticas, por ejemplo la verdad del Teorema de Pitágoras, no
puede consistir en la correspondencia ya que ello exigiría la existencia de los
entes matemáticos (tal cosa, solo lo han defendido los filósofos de la
antigüedad y no todos, solo los platónicos: Platón y sus seguidores). En el
siglo XX se mantiene que la verdad de una proposición matemática se cifra en la
coherencia (compatibilidad) de dicha proposición con el resto de proposiciones
del sistema teórico en el que se integra. Y así la verdad del Teorema de
Pitágoras consiste en que dicho teorema es coherente con la totalidad de los
teoremas que constituyen el sistema teórico denominado Geometría euclidiana.
¿Qué criterio utilizan los matemáticos para
probar, justificar, que dicha coherencia se da?
El criterio es la deducibilidad
(la demostración de dicho teorema a partir de los axiomas y teoremas más
básicos del sistema).
La verdad de las proposiciones que establecen valores
ético-políticos
En el caso de las proposiciones
normativas, ¿en qué consiste la verdad de estas? ¿Cómo justifico que es verdadera la proposición que
afirma la igualdad entre hombres y mujeres? ¿Cómo podemos justificar la verdad
de la afirmación “la democracia es la forma de gobierno más justa”?
En el caso de los saberes
normativos, en el siglo XX, la verdad es entendida como consenso, no como la
adecuación entre un sujeto y un objeto (verdad como correspondencia), sino como
el acuerdo entre sujetos, el consenso acerca de lo que es bueno y valioso.
El criterio de verdad en este
ámbito es que dicho acuerdo se lleve a cabo conforme a las reglas de un diálogo
democrático en el que pueden participar en igualdad de condiciones todos los
afectados para que así puedan defender sus legítimos intereses.
LOS GRADOS DE JUSTIFICACIÓN
Hasta el siglo XX, se consideraba
que la mente se puede encontrar en tres estados dependiendo del grado en que se
hubiese logrado justificar la verdad de una proposición.
1º estado – CERTEZA: cuando logramos justificar la
verdad de una proposición de un modo suficiente, podemos considerar que estamos
seguros, ciertos, de la verdad de dicha proposición y, por lo tanto, que
sabemos que es verdad.
Por ello, cuando alguien afirma que sabe algo, es
imposible que eso que sabe sea falso (es imposible que diga que sé “p” y luego
que “p” sea falso).
Ejemplo: miro por la ventana de mi cuarto y por ello sé
que ahora no está lloviendo.
2º estado – CREENCIA: cuando logramos justificar la
verdad de una proposición aportando razones o pruebas de su verdad, pero dicha
justificación no es suficiente para estar seguros completamente de la verdad de
dicha proposición, nos encontramos en un estado de creencia.
Por ello, cuando afirmo que creo “p”, consideró que “p”
es verdadero pero acepto que podría equivocarme y ser falso.
Ejemplo: después de comprobar que el suelo está
mojado, afirmo que esta noche llovió (pudo haber llovido, pero también pudo
suceder que los suelos estuviesen mojados por haber sido regados por el
servicio de limpieza municipal; es por ello por lo que aunque creo que llovió,
me puedo equivocar al respecto)
3º estado - DUDA : cuando tengo razones del mismo peso
que justifican “p” como su negación, mi mente se encuentra en el estado de duda.
Ejemplo: de repente se apaga la luz en mi cuarto (son
altas horas de la madrugada y sólo mi luz está encendida) y dudo acerca de si
se habrá fundido la bombilla o habrá saltado el diferencial (la bombilla ya
estaba gastada y había parpadeado, pero también creí escuchar un levísimo click
en el momento en el que se fue la luz)
Nota - por cierto, los escépticos son aquellos que
extienden este estado de duda a toda posible afirmación, incluso a aquellas que
nos resultan más evidentes y por ello afirmamos saber. Un escéptico no es el
que afirma que nada es verdadero, sino que nada es cierto, que no hay razones
para creer más en la verdad de algo que en su negación. ¿Por qué los escépticos
razonan así? Porque no podemos fiarnos de nuestras facultades cognoscitivas (ni
de los sentidos, ni de la memoria, ni de la inteligencia siquiera) ya que no
sabemos cómo funcionan (de esto trata el famoso experimento mental del “genio
maligno” cartesiano.