Comenta el siguiente texto de Erasmo de Rotterdam. Para hacer la contextualización histórica puedes echar mano de la información que encuentras en el libro (pg. 100, explicando bien en qué consistió la Reforma protestante) y para hacer la contextualización filosófica que mejor que explicar qué es el Humanismo renacentista (pg. 101-102 del libro de clase).
Analizar las ideas, aclarar los términos subrayados en el texto y explicar el texto, una de las primeras proclamaciones pacifistas de la historia (a Erasmo se le considera uno de los padres del pacifismo). Al finalizar, como siempre, emitir un juicio crítico personal. No es necesario que hagáis la comparativa.
TEXTO
Adagio "Una guerra sin lágrimas"
Este adagio se utiliza cuando se obtiene un triunfo sin muertes ni
derramamiento de sangre, cuando alguien logra superar una situación desfavorable sin sufrir daño alguno, o cuando los litigantes se combaten con
palabras sin peligro de que vengan a las manos y la discusión se desarrolla
de modo que ninguna de las partes quede en desventaja, como por ejemplo
en las controversias literarias, de las que el vencido sale más sabio y el
vencedor más benévolo.
(...)
Análogo sentido tiene la expresión que he encontrado en unos
Comentarios griegos: “En Grecia ha estallado una guerra sin espadas”.
Quiere decir una contienda que se libra con discursos y no con armas, que
es la única digna de hombres racionales.
Agredirse con armas, en cambio, es propio de bestias y de gladiadores, a los que considero peores que la fieras.
Sin embargo, nadie podría creer,
si no lo viéramos con nuestros propios ojos, cuánto se complacen los príncipes cristianos en este género de guerras. Se lucha con artefactos tales que
jamás pudieron imaginar ni los feroces paganos ni los peores bárbaros. Más
aún, ciertos pueblos germánicos, cuya mayor gloria es haber asesinado con
las armas al mayor número posible de mortales, lo cual ya es horrible, llegan
al extremo de crueldad de hacerlo como mercenarios, al modo de carniceros
que matan por dinero. (...)
ERASMO DE ROTTERDAM, Adagios, II, 6,23.
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