PROLOGO
Y
puesto que, evidentemente, es preciso adquirir la ciencia de las primeras
causas (decimos, en efecto, que sabemos una cosa cuando creemos conocer su
causa primera), y las causas se dividen en cuatro:
-
una de las cuales decimos que es la
substancia y la esencia;
-
otra es la materia o el sujeto;
-
la tercera, aquella de donde procede el principio del movimiento,
-
y la cuarta, la que se opone a ésta, es decir, la causa final o el bien (pues
éste es el fin de cualquier generación y movimiento).
Aunque hemos tratado
suficientemente de las causas en la Física, recordemos, sin embargo, a los
que se dedicaron antes que nosotros al estudio de los entes y filosofaron sobre
la verdad. Pues es evidente que también ellos hablan de ciertos principios
y causas. Esta revisión será útil para nuestra actual indagación; pues, o bien
descubriremos algún otro género de causa, o tendremos más fe en las que
acabamos de enunciar.
Pues
bien, la mayoría de los filósofos primitivos creyeron que los únicos principios
de todas las cosas eran los de índole material; pues aquello de lo
que constan todos los entes (y es el primer origen de su generación y el
término de su corrupción, permaneciendo la substancia pero cambiando en las
afecciones) es, según ellos, el elemento y el principio de los entes. Y
por eso creen que ni se genera ni se destruye nada, pensando que tal naturaleza
se conserva siempre (del mismo modo que no decimos que Sócrates llegue a ser en
sentido absoluto cuando llega a ser hermoso o músico, ni que perezca si pierde
estas maneras de ser, puesto que permanece el sujeto, es decir, Sócrates mismo).
Así, tampoco se genera ni se corrompe, según estos filósofos, ninguna de las
demás cosas; pues dicen que siempre hay alguna naturaleza, ya sea una
o más de una, de la cual se generan las demás cosas, conservándose ella.
Pero,
en cuanto al número y a la especie de tal principio, no todos dicen lo mismo,
sino que Tales, iniciador de tal filosofía, afirma que es el agua (por
eso también manifestó que la Tierra estaba sobre el agua; y sin duda concibió
esta opinión al ver que el alimento es siempre húmedo y que hasta el calor nace
de la humedad y de ella vive; y es que aquello de donde las cosas nacen es el
principio de todas ellas). Por esto, sin duda, concibió esta opinión, y porque las semillas tienen siempre
naturaleza húmeda, y por ser el agua, para las cosas húmedas, principio de su
naturaleza.
Según algunos, también los
primeros autores de cosmogonías, antiquísimos y muy anteriores a nosotros,
opinaron así acerca de la naturaleza. Hicieron, en efecto, al Océano y a la
ninfa Tetis padres de la generación, y testigo del juramento de dichos dioses
al agua, la llamada por ellos, los poetas, Estigia.
Anaxímenes
dice que el aire es anterior al agua y el principio primordial entre los
cuerpos simples.
El
efesio Heráclito dicen que es el fuego;
Y
Empédocles, los tres anteriores (agua, aire y fuego), añadiendo, además de los
mencionados, en cuarto lugar la tierra (pues, según él, éstos subsisten
siempre y no son objeto de generación, a no ser por multiplicación o reducción numérica,
juntándose y separándose hacia la unidad y a partir de ella).
Pero Anaxágoras de Clazómenas afirma que los principios son infinitos; pues dice que casi todos los seres que tienen partes semejantes u homeomerías, como el agua o el fuego, se generan y se destruyen así, por unión y separación únicamente, y que de otro modo ni se generan ni se destruyen, sino que permanecen eternos.
NOTA - (la homeomerías son "partículas elementales cualitativamente semejantes", como por ejemplo, las partículas de hueso que componen los huesos o las partículas capilares que componen cualquier pelo).
Basándose
en esto, podría uno considerar como única causa la que llamamos de tipo
material. Pero, al avanzar así, la cosa misma les abrió el camino y les obligó
a investigar. Pues, si es indudable que toda generación y corrupción proceden
de uno o de varios principios, ¿por qué sucede esto y cuál es la causa?
Ciertamente, el sujeto no se hace cambiar a sí mismo. Por ejemplo, ni la madera
ni el bronce son causa de que cambien una y otro; ni la madera hace la cama, ni
el bronce la estatua, sino que es otra la causa del cambio. Investigar esto es
buscar el otro principio, como diríamos nosotros, de dónde procede el
comienzo del movimiento.
Pues bien, los que
emprendieron por vez primera este camino y sostuvieron que el sujeto era uno
(Tales, Anaxímenes, Heráclito…), no se plantearon a sí mismos esta dificultad,
no preguntándose de dónde procede el movimiento. Incluso algunos de los que
enseñaban tal unidad como Parmenides y su discípulo Zenón de Elea afirmaban radicalmente
que lo Uno es inmóvil, y también la naturaleza toda (no sólo en cuanto a
la generación y corrupción, sino también en cuanto a los demás cambios) y ésta es
doctrina peculiar suya.
Así, pues, entre los que
sostienen que todo es uno, nadie llegó a concebir tal causa (la causa del
movimiento) y menos que ninguno Parménides y sus discípulos como Zenón.
En cambio, a los que
dicen que son más los principios (como Empédocles), les es más fácil enunciar
la causa de donde procede el movimiento; por ejemplo, a los que admiten como
tales principios el fuego, el aire, el agua o la tierra; pues atribuyen por
ejemplo al fuego la naturaleza motriz, y al agua y a la tierra y otros
elementos semejantes, lo contrario.
3º COMENTARIO
Después
de éstos, y considerando que tales principios no bastaban para generar la
naturaleza de los entes, y de nuevo obligados, como hemos dicho, por la verdad
misma, otros filósofos buscaron el tercer principio. Pues de que en unos entes
haya y en otros se produzca lo bueno y lo bello sin duda no es causa ni
el fuego ni la tierra ni ninguna otra cosa semejante, ni probablemente aquéllos
lo creyeron. Y tampoco estaría bien confiar a la casualidad y al azar
tan gran empresa. Por eso cuando alguien dijo que, igual que en los animales,
también en la naturaleza había un Entendimiento (noús) que era la causa
del orden del mundo todo, se mostró como hombre prudente frente a las
divagaciones de los anteriores. Sabemos con seguridad que Anaxágoras adoptó
este punto de vista. Así, pues, los que pensaban de este modo afirmaron que la
causa del bien era el principio de los entes y, al mismo tiempo, el principio
de donde reciben los entes el movimiento.
ARISTÓTELES. Metafísica, Libro I, cap. 3.
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