¿Qué
es una cosmovisión? Una teoría (una explicación global y total) del universo
físico, de la naturaleza, del cosmos (“cosmos” es una palabra que utilizaban
los griegos para referirse a aquello que hoy en día denominamos “universo”;
“cosmos” significa literalmente “orden”).
Dos
han sido las grandes cosmovisiones que se han tenido en el pensamiento
occidental acerca del mundo físico:
1º La cosmovisión de los antiguos:
es decir, la de los filósofos griegos; estuvo vigente durante 22 siglos (desde
el siglo VI a.C. hasta el siglo XVI d.C., es decir, desde los griegos hasta el
Renacimiento incluido).
2º La cosmovisión de los modernos:
es decir, la cosmovisión propia de la ciencia moderna. Esta nueva concepción de
la naturaleza hizo su aparición en el siglo XVII (Revolución científica:
Kepler, Galileo, Descartes, Newton…) y es la aún vigente en la actualidad. La
concepción científica de la naturaleza ha variado tanto en los últimos 150 años
(desde 1850), que en ocasiones se habla de dos cosmovisiones científicas:
a)
La mecanicista: la cosmovisión que estuvo vigente desde 1600 hasta
1850.
b)
La cosmovisión científica contemporánea: la que es propia de
nuestros días y que comenzó a elaborarse allá por 1850 (esta nueva concepción
es la evolucionista, cuántica y relativista de la naturaleza).
De todo lo que vamos a explicar
seguidamente, lo más importante que debemos entender es que la comprensión del
universo físico propio de los antiguos (de los filósofos griegos) y la
comprensión del universo de la ciencia moderna es radicalmente distinta y, en
muchos aspectos, opuestas entre sí.
¿A qué se debe este cambio radical en
la manera de entender lo que sea el universo físico? ¿Es que acaso los
filósofos griegos y los científicos modernos no percibían una misma realidad?
La razón de esta disparidad de
concepciones de la realidad es efecto de la aparición, de la invención, en la
segunda mitad del siglo XVI de una nueva ciencia, una ciencia que los griegos prácticamente
desconocían (en realidad ya la conocían, pero la aplicaban sólo en ámbitos muy
específicos).
¿Qué ciencia? La ciencia que estudia
la materia, mejor dicho (porque en realidad no estudia la materia), la ciencia
que estudia el movimiento de la materia y las fuerzas que lo producen. Y que
además, realiza este estudio del movimiento y de las fuerzas desde una
perspectiva matemática.
¿Cuál es el nombre de esta ciencia, de esta
ciencia geométrica de la naturaleza? La Física. Pero no la física de los antiguos
(como la física de Aristóteles) que no era matemática, sino la física de los
modernos, la física-matemática moderna, la MECÁNICA.
Volvamos a hacernos la pregunta. ¿Por
qué los griegos y los modernos comprenden el universo físico de modos tan distintos?
Los griegos comprendieron el universo físico de un modo muy distinto a como lo
hacemos los modernos porque no lo comprendieron desde la perspectiva de la
mecánica. Por el contrario, la comprensión moderna es el resultado de explicar
la realidad a través de los ojos de la mecánica.
La cosmovisión de los griegos
Sobre la concepción que del universo
físico tenían los griegos, debemos saber lo siguiente:
1º Los filósofos griegos no tenían
una única teoría acerca del universo físico sino múltiples cosmovisiones,
algunas de las cuales son muy similares entre sí, pero otras muy dispares (al
contrario de lo que sucede en el mundo moderno, donde sólo hay una cosmovisión
del universo: la de la ciencia moderna).
¿Qué cosmovisiones?
A)
La cosmovisión matematicista de los pitagóricos
B)
La cosmovisión materialista de los atomistas (de Demócrito)
C)
La cosmovisión idealista de Platón
D)
La cosmovisión naturalista (esencialista) de Aristóteles
E)
La cosmovisión panteísta del estoicismo
Todas estas cosmovisiones mantienen
una visión diferente acerca del Cosmos. Sin embargo, entre todas ellas hay
muchos puntos en común, con la excepción del atomismo democriteano.
Expliquemos en 1º lugar la
cosmovisión atomista. El atomismo reduce la realidad a átomos y vacío
(corpúsculos de materia moviéndose en un espacio vacío). Todo lo que existe en
el universo (el mundo mineral, los astros, las plantas, los animales, incluso
el alma del hombre) es el resultado del movimiento de los átomos y su
combinación.
El atomismo fue la primera
cosmovisión puramente materialista de la historia (materialismo= doctrina
metafísica, no científica, según la cual no existe nada más que la materia).
Sin embargo, no tuvo ningún éxito. Sólo los epicúreos la profesaron. El resto
de las escuelas filosóficas (el pitagorismo, el platonismo, el aristotelismo y
el estoicismo) rechazaron el materialismo propio del atomismo e incluso lo
combatieron. ¿Por qué? El resto de las escuelas consideraban que el universo
físico y sobre todo su orden (a ese orden es a lo que los griegos denominaron
cosmos; como ya dijimos anteriormente, “kosmos” significa “orden”) no puede ser
explicado en términos corpóreos (en términos puramente materiales, es decir,
como átomos y vacío) y de ahí que se requieran otros principios explicativos
(principios explicativos no corpóreos). ¿Cuáles?
A)
Para los pitagóricos: los números.
B)
Para Platón y los platónicos: las Ideas (para Platón, las
Ideas se ubican fuera del mundo físico, en un mundo suprafísico, metafísico: el
mundo de las Ideas).
C)
Para Aristóteles y la escuela peripatética (significa “los
paseantes”): la naturaleza de los seres (a la naturaleza de los seres, por
ejemplo, a la naturaleza de una planta que la hace reproducirse mediante
semillas, Aristóteles también la denomino “forma”, “esencia” y “substancia”).
D)
Para los estoicos: el Logos o Espíritu cósmico.
El atomismo democriteano resurgirá
con una extraordinaria fuerza cuando en el siglo XVII sea reivindicado por la
ciencia moderna como la concepción filosófica correcta acerca del universo
físico (es la teoría corpuscular mantenida en el siglo XVII por Richard
Boyle y Pierre Gassendi; no confundir esta versión moderna del atomismo, la
teoría corpuscular, que es la principal doctrina filosófico-científica de la
ciencia moderna, con la teoría atómica de Dalton, que es simplemente una teoría
química).
¿En qué términos describen los
griegos el universo físico?
1º El universo es esférico: es
una enorme esfera, y tiene forma esférica porque es perfecto y pleno (la esfera
es el cuerpo geométrico perfecto).
2º El universo está estructurado
como una sucesión de esferas homocéntricas. ¿Qué esferas? Dichas esferas
están hechas de una materia especialísima denominada éter, la quinta
esencia o quinto elemento (los otros cuatro elementos son: la tierra, el agua,
el aire y el fuego). En la Edad Media imaginaban estas esferas de éter como si
fuesen de cristal. En cada esfera está engastada, como si de una gema se
tratase, cada uno de los astros. ¿Qué astros? La Luna, el Sol (que para los
griegos no era una estrella) y los cinco planetas que se pueden contemplar a
simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Finalmente, las 1022
estrellas, ni una más ni una menos, se ubican en una única y última esfera, la
esfera de las estrellas fijas (los astrónomos griegos organizaron las 1022
estrellas en 48 constelaciones; además, no consideraban la Vía Láctea como un
cúmulo de estrellas. ¿Qué es la Vía Láctea? Un fenómeno meteorológico, como los
cometas, emanaciones y efluvios que se producen en las capas altas de la atmosfera).
3º Porque tiene una forma definida,
esférica, el universo es finito (no infinito, como será el universo
moderno). Al ser finito, el universo tiene un límite irrebasable. ¿Cuál es el
límite del universo? La esfera donde se encuentran las 1022 estrellas que
podemos observar a simple vista en el firmamento. A esta esfera, el confín del
universo físico, la denominaron “la esfera de las fijas”.
4º El universo es eterno:
existe desde siempre y perdurará por siempre. Además, no cambia, no evoluciona
(como defendemos los modernos), es decir, no puede aparecer en él nada nuevo.
¿Por qué? Porque para los griegos, el universo esta hecho, es una obra rematada
(no está “haciéndose” como creemos hoy en día en virtud de teorías como el
evolucionismo darwiniano o la cosmología del Big Bang). Es por ello por lo que,
frente a la concepción evolucionista darwiniana del mundo orgánico, hoy en día
denominamos a la concepción griega (no evolucionismo sino) fijismo (ya que las
especies son fijas, permanentes, inalterables).
5º En el centro del universo se ubica
la Tierra (la Tierra no es por ello un planeta, un astro). El universo de
los griegos es geocéntrico. También es geoestático: las esferas que
componen el universo, las esferas celestes, están en movimiento. La única esfera
que no se mueve es la Tierra. Toda la física de los antiguos se construyó sobre
este axioma (sobre este principio o afirmación fundamental). De ahí que el
copernicanismo, que defiende el movimiento de la Tierra como un planeta, más
implicase la refutación de toda la física de los antiguos.
6º El movimiento de las esferas
celestes es perfecto (matemática y geométricamente perfecto: un movimiento
circular y uniforme). En los cielos todo es eterno, nada cambia (con la
excepción de ese movimiento perfecto del que hablábamos antes), nada nace y
perece, nada se crea y se destruye (como, por el contrario, no deja de suceder
en la Tierra, donde todo es efímero), nada deviene. Por ello, porque los cielos
son eternos y perfectos, es por lo que los cielos son divinos, un ámbito
superior y perfecto de la realidad. Finalmente, ¿qué mueve los cielos? Los
cielos son movidos por “Inteligencias”, una por cada esfera (Aristóteles
llegará a postular la existencia fuera del cosmos físico de una inteligencia
perfecta, el theos, que se constituye
como el gran motor del universo y que lo mueve pensándose a sí mismo; a este “noesis noeseos”, a este pensamiento
autopensante lo denomina el Primer Motor Inmóvil).
7º La Tierra, el “mundo
elemental” (se contrapone al “mundo celeste”, al constituido por las esferas
celestes de éter), se configura también como una serie de esferas
concéntricas, una por cada uno de los cuatro elementos (los cuatro
elementos son las substancias más simples; es resto de substancias, las
substancias mixtas, son el resultado de la combinación de estos cuatro
elementos). Pues bien, en el centro del mundo terrestre se encuentra la esfera
del elemento “tierra” (una esfera que está en reposo absoluto y de ahí el
geoestatismo; esa esfera es lo que hoy en día denominamos “geósfera”). Por
encima de ella, se encuentra la esfera del elemento “agua” (los océanos; la
“hidrósfera”). Después nos encontramos con la esfera del aire (la “atmósfera”)
y finalmente con la esfera del fuego que colinda con el primer cielo, el cielo
o esfera lunar (la Vía Láctea, los cometas… eran fenómenos “meteorológicos”,
fenómenos que se producían en la zona de contacto entre la esfera del aire la
esfera del fuego; “meteoro” significa en griego “elevado por encima del
suelo”).
8º La heterogeneidad de la región
celeste y la región terrestre: con respecto a la estructura del cosmos (es
decir, respecto a cómo se organizan y distribuyen las distintas esferas que lo
componen), lo más importante que tenemos que saber es que el cosmos no es
homogéneo (como defenderá la ciencia moderna) sino heterogéneo. ¿Por qué?
Porque en el cosmos hay dos regiones claramente diferenciadas: la región
celeste y la región terrestre (a cada una de ellas le corresponde una física
distinta: la física celeste o astronomía a los cielos y la física terrestre a
la Tierra; como veremos más adelante, para la ciencia moderna no hay dos
regiones diferenciadas ya que el universo es homogéneo y por ello sólo habrá
una física: la mecánica).
9º Jerarquía cósmica: estas
dos regiones están además jerarquizadas, es decir, ordenadas en relación a su
mayor o menor perfección: los cielos son una región perfecta ya que todo
lo que allí hay (las esferas y los astros) es eterno. Además, el movimiento de
los cuerpos celestes es también perfecto por ser un movimiento uniforme,
circular y eterno. La región terrestre es un ámbito inferior, es el reino del
devenir, de lo que nace y perece: es el reino de lo efímero (de lo que no es
eterno). Además, el movimiento de los cuerpos terrestres no es circular
sino rectilíneo (ascendente o descendente; por ello, de un modo natural
y no violento, forzado, las piedras caen y los gases y el fuego ascienden).
Además, dicho movimiento no es uniforme (los graves, los cuerpos pesados,
aceleran al caer; algo inexplicable para la física de los antiguos hasta el
punto de convertirse en la crux del aristotelismo).
NOTA LITERARIA: la más famosa obra
literaria del espectáculo divino de las esferas celestes son los Cantos
intermedios de la Divina Comedia de
Dante; Fray Luis de León, al contemplar los cielos, se refería a ellos en los
siguientes términos: “Morada de
grandeza/Templo de claridad y hermosura”).
Explicación griega acerca del
dinamismo del universo
Pasemos seguidamente a explicar cómo
concebían los filósofos griegos el funcionamiento, el dinamismo del universo
(de todo lo que vamos a explicar de la cosmología de los antiguos, ésta es la
parte más interesante, la más importante, aunque también la más difícil de
entender).
1º El organicismo
Normalmente se dice que los griegos
tenían una concepción organicista del universo, es decir, que concebían a éste
como si de un ser vivo se tratase. El universo era concebido como un gran
animal, como un descomunal organismo animado por un alma que lo dotaba de vida,
sensibilidad e, incluso, inteligencia.
El paradigma organicista griego se
contrapone tópicamente al paradigma mecanicista moderno: el universo concebido
no como un ser vivo sino como una máquina. Vamos seguidamente a explicar popr
qué razón la mayoría de los filósofos griegos mantuvieron esta concepción
organicista y de todos los seres o sustancias que lo componen (desde las rocas,
pasando por las plantas, animales y hombres, hasta los cuerpos celestes).
Los griegos querían llegar a entender el dinamismo del universo.
¿Por qué una piedra cae por sí sola, aunque nadie la empuje a caer? ¿Por qué un imán atrae al hierro? ¿Por qué llueve? ¿Por qué el fuego calienta y quema? ¿Por qué las semillas germinan y los árboles florecen? ¿Por qué los animales se aparean con miembros de su misma especie y del sexo contrario al suyo? ¿Por qué los seres humanos piensan o viven en polis? ¿Por qué los cuerpos celestes se mueven con un movimiento uniforme, circular y eterno?
Los griegos habían observado que la mayoría de los movimientos eran naturales, es decir, espontáneos, no forzados (por ejemplo, una piedra cae por sí misma ya que nada la empuja a caer; por ello, este movimiento espontáneo es natural, todo lo contrario que ese otro movimiento, el movimiento de un proyectil, el movimiento de esa misma piedra cuando la lanzo lejos, que es un movimiento forzado, “violento” lo denominarán, ya que la piedra no se mueve por sí misma sino por la acción de quien la arroja). Pues bien, a los filósofos griegos lo que más les interesaba llegar a comprender son los movimientos naturales (no los movimientos violentos o mecánicos), aquellos que una cosa realiza espontáneamente por sí misma (en virtud de su naturaleza intrínseca).
Para
explicar este tipo de movimientos naturales, los filósofos griegos postularon
la existencia dentro de las cosas de principios activos que son los
causantes de dichos movimientos. Estos principios activos los denominaron de
diversas maneras, pero la más importante es la de naturaleza, la
“naturaleza de un ser” (ej., esa naturaleza es aquello a lo que nos referimos
cuando por ejemplo afirmamos que es propio de la naturaleza del agua hervir a
100 grados). Esa naturaleza era denominada en ocasiones “alma”,
fundamentalmente en el caso de aquellas sustancias que eran capaces de desenvolver
un comportamiento más complejo y perfecto: plantas, animales, hombres y astros
(como veremos más adelante, todo el pensamiento científico moderno se construye
sobre la negación de este axioma del pensamiento antiguo: para la ciencia
moderna, dentro de los cuerpos no existe ningún tipo de principio activo, pues
no existen los principios activos
internos a la materia ya que esta es absolutamente inerte tal como declara el
principio de inercia).
2º La teleología del movimiento
La segunda característica de la concepción griega acerca del dinamismo del universo, es que el movimiento tiene carácter teleológico.
¿Qué significa “teleológico”?
Es un adjetivo que se aplica a todo aquel proceso (a todo movimiento o actividad) que está orientado hacia un fin.
¿Por qué está orientado hacia un fin?
Porque responde a un
propósito ya que dicho movimiento está planificado de antemano. Y justamente
por eso, porque responde a un plan preestablecido, ese movimiento está
orientado (se dirige a) hacia un fin (“fin” en griego se dice “telos”, y de ahí lo de “teleológico”),
hacia la consecución de una meta, de un objetivo preestablecido: el movimiento
se dirige hacia la consecución de un estado que se constituye como el estado
final del proceso.
Un ejemplo de actividad teleológica la tenemos en la conducta humana: las cosas que hacemos las hacemos siempre para con ello lograr alcanzar un estado de cosas final que nos resulta deseable.
¿Para qué estudiamos?
Algunos responderán que para aprobar, otros que
para aprender, pero siempre tiene que haber un “para qué” de la actividad que
desenvuelvo. Ese “para qué” es el fin, el objetivo o telos hacia el que se orienta o dirige mi actividad de estudiar.
Por el contrario, cuando un individuo actúa sin razón, sin motivo (es decir,
sin fin, sin telos, sin para qué), de
él sólo podemos decir que actúa de ese modo porque está loco, porque ha perdido
el juicio y la cordura. Como hemos visto a través de este ejemplo, la acción
humana es teleológica y resulta incomprensible si no la interpretamos desde
esta perspectiva (la perspectiva teleológica).
Pues bien, como acabamos de ver, una actividad teleológica es todo aquel proceso o cambio que se produce orientado hacia un fin, hacia la consecución de un determinado estado, el estado final del proceso. En el mundo moderno, sólo explicaremos desde esta perspectiva teleológica la actividad humana.
¿Por qué?
Porque para la ciencia moderna, todo el dinamismo de la naturaleza carece de teleología. Pero los filósofos de la Antigüedad tenían al respecto una opinión completamente diferente. Para ellos, todo lo que sucede en la naturaleza (todos los movimientos naturales, no aquellos que denominamos violentos o “contranatura”) son movimientos teleológicos, movimientos orientados hacia un fin.
¿Dónde es más fácil observar esa teleología de la naturaleza?
En el mundo de los seres vivos. Ejemplo: ¿Por qué crecen los árboles? Para florecer y fructificar, para alcanzar ese estado final de completa maduración que hace posible su reproducción (la producción de semillas que podemos encontrar dentro del fruto es el telos, es el fin de la actividad vital que despliega la planta). Otro ejemplo,
¿Por qué construyen nidos las aves?
Para así proteger mejor a sus polluelos de los depredadores. Pero los filósofos también descubrían esta teleología en ámbitos diferentes a la biología. Aristóteles, por ejemplo, consideraba que la causa de la caída de los cuerpos pesados (de la caída de una piedra) era que estos buscaban su “lugar natural”, su fin, el lugar en el que ya sí podían reposar: el centro del universo. Para Aristóteles (y para el resto de filósofos griegos), la teleología más admirable del universo era la que podemos contemplar en los cielos. Como sabemos, para los griegos el movimiento de los cuerpos celestes era eterno, uniforme y circular. Aristóteles se preguntó por qué los cielos se mueven así. Esa pregunta, para ser respondida, debía ser reformulada en términos teleológicos:
¿Para qué los cielos se mueven así? ¿Cuál es la meta de este movimiento, el estado final de dicho movimiento?
En caso de que no hubiese fin, el movimiento de los cielos sería irracional, carecería de sentido (lo cual lo haría incomprensible). Pues bien, para poder encontrar un fin que diese sentido al movimiento de los cuerpos celestes, Aristóteles postuló que en una dimensión suprafísica, transfísica, metafísica de la realidad (metafísica significa literalmente más allá del universo físico), existe una entidad que es el telos del movimiento celeste: esa entidad es el theos (es decir, dios; Theos=dios en griego, y de ahí lo de “teología”. Dios es el fin del universo, de su movimiento.
¿Por qué dios es el fin del movimiento de las esferas celestes?
Porque con su eterno y regular
girar, las esferas imitan la perfección del pensamiento autopensante (noesis noeseos) en que consiste la
divinidad. Y gracias a dicho movimiento ordenado de los cielos, se producen los
ciclos de la naturaleza, el sucederse del día y la noche y el ciclo de las estaciones, ciclos que tienen
su origen en los movimientos de las esferas celestes. Y gracias a ello, el
universo físico se ordena a sí mismo y se autoconstituye como un Cosmos.
NOTA: como podemos comprobar, el
concepto de mímesis, de “imitación”,
es fundamental para la comprensión metafísica de la realidad ya que lo inferior
imita a lo superior que es lo perfecto y pleno.
3ºEl porqué de esta teleología
universal
Terminemos nuestra explicación acerca
de la comprensión teleológica del movimiento característica de los filósofos
griegos, explicado la razón última de dicha teleología (supra, es decir, más arriba, hemos explicado sólo la razón última
del movimiento de los cuerpos celestes, no del universo entero: imitar la
perfección divina). La razón última de esta teleología universal, de esta
teleología que es propia de todas las cosas que hay en el universo (no sólo de
los cielos) es que el estado final al que tiende todo ser natural es
alcanzar el pleno desenvolvimiento de su naturaleza.
Ejemplo: todas las complejas
actividades vitales que desenvuelve una planta de nutrición, crecimiento y
reproducción tienen como objetivo final el que la planta florezca y
fructifique, el que la planta alcance su total madurez como planta, el pleno
desenvolvimiento de su naturaleza de planta, su perfecto desarrollo como
planta. Y es en ese momento, sólo en ese momento, cuando la planta podrá
reproducirse, estando preparada no sólo para producir una copia de sí misma (un
ejemplar individual más al fin y al cabo de una especie natural) sino para
transferir a ese nuevo individuo su propia naturaleza, la naturaleza “planta”,
que logrará de ese modo perpetuarse en el tiempo, no perecer al igual que los
individuos, ejemplares efímeros de la especie, y ser así eterna).