jueves, 3 de febrero de 2022

1º BACH - LECTURA ÉTICA/POLÍTICA S. LAW

 




ATENCIÓN - ES OBLIGATORIO IR SACANDO NOTAS (APUNTES, ESQUEMAS) DE LO QUE UNO VA LEYENDO. ESAS NOTAS SE ENTREGARÁN EL DÍA DEL CONTROL JUNTO CON EL EXAMEN Y UNO PODRÁ TENERLAS A MANO PARA CONTESTAR LAS PREGUNTAS DEL EXAMEN




TEMA 2 - ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

CONCEPCIONES FILOSÓFICAS DEL SER HUMANO

LECTURA

En la primera autobiografía de la historia, “Las confesiones” de san Agustín, éste se pregunta: “¿Quién eres tú?”

Y  responde con entera seguridad: “Un hombre”.

Pero ante los embates de la vida confiesa: “me convertí en un ENIGMA para mi mismo”.

Pascal se hizo la misma pregunta y contestó con la misma perplejidad: “¿Qué quimera es pues el hombre? ¡Qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué sujeto de contradicción, qué prodigio! Juez de todas las cosas, imbécil gusano de la tierra, depositario de la verdad, cloaca de incertidumbre y error, gloria y excrecencia del universo. ¿Quién desenredará este embrollo?”

LECTURA – FILOSOFÍA MORAL (Stephen Law)

Si hay algún área de la filosofía que se pueda considerar práctica (en el sentido de útil para la vida), ésa es la filosofía moral pues trata sobre algunos de los temas más emotivos y controvertidos de la vida. Pero aunque a los filósofos siempre les ha preocupado descubrir cómo deberíamos vivir, la filosofía moral se considera un intento de pensar de forma crítica y reflexiva sobre el bien y el mal.

Existen tres formas distintas de pensar sobre la moral:

1º primero, podemos pensar si  un acto concreto o un tipo de acto está bien o mal. ¿Están bien o mal el aborto y la eutanasia? ¿Cuándo es permisible mentir, si lo es? Este tipo de pensamiento se llama ÉTICA PRÁCTICA, y cualquiera que haya debatido a favor o en contra de algún acto basándose en la moralidad lo ha empleado.

2º ¿Cómo podemos hallar la respuesta a estas preguntas? La ÉTICA NORMATIVA, la segunda forma de pensar sobre el bien y el mal, desarrolla teorías generales sobre lo que está bien y lo que está mal, teorías que podemos emplear en casos prácticos. Podemos intentar comprender estas ideas observando nuestras propias acciones, sus consecuencias o el tipo de personas que podemos ser o llegar a ser..

3º La tercera forma de pensar de forma crítica y reflexiva sobre la moralidad es la METAÉTICA que es el estudio de la idea del bien y del mal, conceptos que la ética da por sentados. Por ejemplo, si digo que la eutanasia está mal, ¿estoy realizando una afirmación que puede ser cierta o falsa de la misma forma que es cierto o falso que tienes este libro en tus manos? ¿O estoy dando una orden, como la de no ejercer la eutanasia? ¿O tal vez estoy expresando un sentimiento, quizá uno que comparto con otras personas, pero que solo es un sentimiento?

Por supuesto, existen conexiones entre estas tres aproximaciones a la moralidad, aunque incluso la cuestión sobre qué son esas conexiones es tema de debate filosófico. Por ejemplo, si los juicios morales son sólo expresiones de sentimiento y no afirmaciones correctas o incorrectas, entonces ¿la ética práctica es inútil?

La idea de que la moralidad se basa en la naturaleza humana se ha empleado tanto en la ética normativa como en la metaética. La moralidad se relaciona no sólo con las situaciones prácticas, sino también con las ideas sobre la naturaleza humana y sobre cómo los valores morales encajan en nuestra concepción científica del mundo.

 

ÉTICA NORMATIVA: ¿QUÉ DEBERÍA HACER?

La moralidad se presenta como guía sobre nuestra forma de vivir y actuar. Existen tres teoría principales sobre la ética normativa (que se ocupa de cómo nos deberíamos comportar, no de cómo lo hacemos) que explican lo que es la moralidad y que describen por qué es importante vivir con moralidad.

 

1º UTILITARISMO: SÉ FELIZ

Se considera la filósofa y pensador político inglés Jeremy Bentham (vivió a caballo entre el siglo XVIII y el XIX) el padre moderno del utilitarismo. Defendía el principio de la gran felicidad. Dicho principio establece que una acción es correcta sólo si lleva a una gran felicidad al mayor número de personas a las que dicha acción afecta. Las acciones no se juzgan por sí mismas, sino por sus consecuencias. Por ejemplo, una mentira que maximizara la felicidad sería moralmente buena. Bentham argumentaba que la felicidad es sólo placer y ausencia de dolor. También que la cantidad total de felicidad producida por una acción es la suma total del placer producido en todo las personas a las que afecta menos la suma total del dolor también producido a dichas personas.

John Stuart Mill argumentaba sobre esta teoría indicando que la felicidad del ser humano es más compleja de lo que creía Bentham. El placer y el dolor no tienen la misma importancia; algunos tipos de placeres (por ejemplo, la satisfacción de que se haga justicia) son mayores que otros y más importantes para la felicidad humana. Cuando todo el mundo compara dos placeres y está de acuerdo con que el primero es más deseable y valioso que el segundo, entonces el primero es mayor. Para que un placer sea más valioso se tiene que preferir incluso aunque aporte más dolor.

 

En un plano superior

Según Mill,mientras nuestras necesidades básicas estén cubiertas, preferiremos los placeres del pensamiento, el sentimiento y la imaginación a los del cuerpo y los sentidos, aunque podamos experimentar un terrible dolor, aburrimiento o insatisfacción. Por ejemplo, el placer de estar enamorado comporta el dolor de la añoranza y el potencial de una ruptura. Pero aún así preferimos estar enamorados a una comida deliciosa. No se trata de la cantidad de placer, sino de la calidad. La felicidad es distinta al contento o la satisfacción.

Se suele disentir del utilitarismo basándose en que no podemos prever las consecuencias de una acción para saber si maximiza la felicidad o no. Pero a eso se puede contestar rápidamente, ya que una acción es correcta si podemos esperar razonablemente que maximice la felicidad. Mill creía que sabemos hacerlo gracias a nuestras normas morales internas, que se han dersarrollado a medida que la gente ha descubierto que acciones tienden a producir felicidad. Mentir y robar, no; mantener las promesas y ser amable, sí.

 

¿Actos de maldad?

            Uno de los grandes problemas del utilitarismo es que no descarta ningún tipo de acción. Si torturar a un niño le produce a alguien una gran felicidad, está bien torturar a un niño. Supongamos que un grupo de pedófilos tortura a niños abandonados. Sólo los niños sufren dolor, ya que nadie más conoce estas actividades, pero los pedófilos obtienen una gran felicidad. Como al torturar a un niño se obtiene más felicidad que si no se le tortura, es moralmente correcto. Esto es, evidentemente, inaceptable.

            Los utilitaristas pueden contestar que es muy probable que alguien lo descubra y que entonces mucha gente sea infeliz. Pero que alguien lo descubra no es lo que hace que torturar a un niño sea incorrecto. El abuso de niños es moralmente malo por sí mismo.

            Parece que la felicidad no siempre es buena, por lo que la moralidad no se puede basar totalmente en fomentar la felicidad. Lo que es más, como sólo pretendemos maximizar la felicidad, su distribución (quién es feliz por cuanto) es irrelevante, no se respeta la justicia.

Las necesidades individuales

            Finalmente, el utilitarismo no tiene en cuenta la relación especial que tenemos con nuestras acciones y nuestra vida. En la sociedad utilitarista, al considerar qué hacer, mi felicidad no cuenta más que la de otra persona. Evidentemente, mis acciones me afectan más a menudo y más profundamente que a los demás, pero eso es todo. Las acciones que realizo durante mi vida son sólo un medio de generar la felicidad general.

            Esta afirmación es cuestionable, ya que no sólo ignora el énfasis natural que ponemos en nuestro bienestar y el de los nuestros, sino que hace que la moralidad sea demasiado exigente. Por ejemplo, cada vez que compro música, podría dar el dinero a una ONG. Eso crearía más felicidad, ya que algunas personas necesitan la comida más de lo que yo necesito la música. Pero como siempre habrá pobreza, para mi nunca será correcto hacer algo sólo para mí si tengo más que el mínimo necesario para vivir.

2º a) DEONTOLOGISMO: CUMPLIR CON EL DEBER

         Los deontologistas creen que la moralidad es una cuestión de deber (en griego, “deón” = uno debe). El deber se suele entender como una acción particular que debemos hacer o evitar hacer. La acción en sí es lo que está bien o mal. Una acción es buena o mala por sí misma, no por sus consecuencias (como mantienen los utilitaristas). Las acciones se entienden como intenciones, como acciones voluntarias. Por ejemplo, alguien puede matar a una persona accidentalmente (a cometido un homicidio, pero no un asesinato). Los deontologistas proponen que juzguemos si una acción es correcta o no según la intención del agente. Esto no hace que el juicio moral sea subjetivo, sino que lo que importa es la razón (el motivo) que tiene una persona para cometer un acto así. Pude que cueste saber cuál fue la razón, pero esa es otra cuestión.

            Todos tenemos deberes relacionados con nuestras acciones. Tal vez yo tenga el deber de mantener mis promesas, pero no el de asegurarme que las promesas se cumplan. Los deontologistas afirman que cada uno debería preocuparse de cumplir su deber y no de intentar aportar el mayor bien posible. De hecho, todos los deontologistas están de acuerdo en que a veces no debemos maximizar el bien porque al hacerlo violaríamos algún deber.

La mayoría de las teorías deontológicas reconocen dos clases de deberes:

1º los deberes generales hacia otros seres; son prohibiciones en su  mayoría: no mentir, no matar, etc., pero algunas son positivas, como ayudar a quien lo necesita.

2º los deberes derivados de las relaciones personales o sociales que tenemos con otras personas (por ejemplo, cuando eres padre, tienes el deber de ocuparte de tu hijo).

Objeciones al deber

            1º objeción:

Los utilitaristas suelen argumentar que la deontología es irracional. Si mi deber es no mentir, tiene que ser porque mentir es malo. Pero entonces, si mentir es malo, lo que deberíamos hacer es asegurarnos de que haya el menor número de mentiras posible. El utilitarismo considera todo el razonamiento sobre lo que hay que hacer como un medio para alcanzar un fin: es racional hacer todo lo que tenga un buen fin y, por supuesto, más de algo que es bueno es mejor, por lo que, según el utilitarismo, debería evitar la proliferación de mentiras, incluso si eso requiere que mienta. Los deontologistas rechazan este punto de vista y, con él, el razonamiento como un medio para alcanzar un fin.

 

            2º objeción:

Los intuicionistas como el filósofo escocés W.D.Ross, argumentan que existen varios deberes irreductibles y distintos, y que tenemos que emplear nuestra intuición moral (un sentido innato de las propiedades indefinibles del bien) para saber cuáles son.

3º objeción:

Otros filósofos afirman que nuestro deber es hacer lo que Dios ordene, cosa que podemos saber mediante las escrituras o consultándolo con nuestra conciencia.

 

2º b) KANT: BASAR LA MORALIDAD EN LA RAZÓN

         Inmanuel Kant argumenta que los principios morales pueden derivarse sólo de la razón práctica (de la inteligencia moral). Según él, si eso es cierto, podríamos explicar las características de la moralidad. Kant afirmaba:

1º que la moralidad es universal, que es un grupo de normas iguales para todo el mundo. Tiene que ser posible que todo el mundo pueda actuar moralmente (aunque es muy poco probable que lo haga). La razón también es universal, la misma para todos los seres racionales.

2º que la moralidad y la racionalidad son categóricas: las exigencias para ser racional y moral no cambian dependiendo de lo que queramos.

3º y que creemos que la moralidad se aplica a todos los seres racionales y sólo a ellos, no sólo a los humanos: se aplicaría por ejemplo a alienígenas inteligentes, pero no se aplicaría a los seres vivos como los perros o los gatos que no pueden tomar decisiones racionales.

 

Máximas morales

Kant argumentaba que tomamos decisiones basándonos en máximas (las máximas es como llama Kant a las intenciones, a nuestros principios personales que encarnan las razones por las que hacemos las cosas, como por ejemplo, “divertirnos lo más posible”. Si es posible 1º que todo el mundo actúe moralmente y 2º que nuestros actos se basen en nuestras máximas, entonces una máxima que es moralmente permisible debe ser una que todo el mundo pueda hacer suya.

Supongamos que queremos regalarle algo a un amigo pero que no podemos permitírnoslo,por lo que finalmente lo acabamos robando de una tienda. Nuestra máxima sería algo así como “si no puedo permitirme algo, lo robo”. Esto sólo podría ser correcto si todo el mundo pudiera hacerlo. Pero no todo el mundo puede. ¿Por qué? Si todos nos apropiáramos de lo que quisiéramos, la idea de la propiedad desaparecería. Como no se puede robar algo que no pertenece a nadie, es lógicamente imposible que se pueda robar. Por tanto, según Kant, robar el regalo está mal.

Podemos averiguar nuestros deberes poniendo a prueba nuestras máximas mediante lo que Kant llamaba el imperativo categórico: “Actúa sólo según una máxima que puedas querer que se convierta en una norma universal”. Kant no afirma que robar esté mal porque no nos gustarían las consecuencias si todo el mundo robase. Su prueba consiste en si podemos escoger que nuestra máxima sea ley universal.

Su prueba consiste en lo que es posible escoger, no en lo que nos gustaría escoger. Escoger comportarse de una forma que es imposible que todo el mundo siga es inmoral e irracional, y debe rechazarse. Kant también argumentaba que deberíamos “actuar de la forma en que tratamos a la humanidad que hay en los demás o en nosotros nunca sólo como un medio sino siempre como un fin”. Al utilizar la palabra “humanidad”, Kant enfatiza nuestra capacidad de determinar racionalmente qué fin adoptar y perseguir. La capacidad de tomar decisiones de una forma libre y racional le otorga dignidad a los seres humanos.

Al tratar la humanidad de alguien sólo como un medio y no también como un fin, se mina su poder de decidir racionalmente. Los ejemplos más claros de esto son las coacciones o las mentiras, ya que así no se permite a la persona decidir de forma libre.

 

Objeciones a Kant

Algunos filósofos han objetado que el imperativo categórico de Kant es una prueba con fallos. ¿Se puede justificar cualquier acción mientras planteemos la máxima con inteligencia? Si robo un regalo, podría afirmar que mi máxima es “robar regalos cuando tenga 30 años”. Al universalizar esta máxima, sólo las personas de 30 años podrán robar, y sólo regalos. Esto se aplicaría tan pocas veces que el concepto de propiedad privada no podría desaparecer por lo que sería perfectamente posible aplicar esta ley a todo el mundo. La respuesta de Kant es que su teoría se ocupa de las máximas verdaderas, no de una inventada (si soy sincero, tendré que admitir que tener 30 años no es una de mis razones para robar un regalo).

Sin embargo, la prueba de Kant produce extraños resultados. Supongamos que un ayudante de dependiente que trabaja mucho y odia su trabajo gana la lotería y promete “nunca volveré a venderle nada a nadie, sólo lo compraré). Esto no parece moralmente malo, pero no puede pasar la prueba del imperativo categórico. Si nadie vendiera nada, ¿cómo se podría c0omprar algo? Así que quizá no siempre esté mal hacer algo que requiera que los demás hagan algo distinto.

 

3º LA ÉTICA DE LA VIRTUD

Una persona virtuosa es la que tiene buenos rasgos morales. Se puede decir que una acción es buena si es una acción que realiza una persona virtuosa. Por tanto, ujna buena acción demostrará buenos rasgos de carácter, y por eso es buena. Por ejemplo, decir la verdad es una buena acción porque demuestra honradez (es la manifestación externa de la virtud de la honradez).

El carácter implica la disposición de una persona relacionada con lo que, en distintas circunstancias, siente, piensa, reacciona y el tipo de decisiones que toma así como los actos que lleva a cabo: si una persona suele enfadarse rápidamente y a menudo es irritable; y si se emborracha con frecuencia y en exceso, es desmedida. Una virtud del carácter es un rasgo que nos predispone a sentir deseos y emociones buenas, en vez de malas.

Por tanto, nuestro principal objetivo debería ser desarrollar virtudes, ya que así sabremos lo que está bien y lo que queremos hacer. Aristóteles argumentaba que las virtudes son cualidades que ayudan a las personas a vivir bien, un logro definido por la naturaleza humana. El término que él empleaba para definir esto era “eudaimonía”, término que se traduce normalmente por “felicidad”, pero cuyo sentido más profundo se acerca más a “crecer”. Tenemos la idea de lo que es crecer para una planta o un animal, y podemos analizar sus necesidades y juzgar cuándo se satisfacen. Según la teoría de la virtud, la filosofía moral debería definir condiciones similares para el crecimiento de la vida del ser humano. Lo principal de vivir es escoger y actuar, pero también la naturaleza de las relaciones con los demás y el estado del alma de cada uno.

 

Virtud y razón

         Como los seres humanos son racionales, para vivir bien deben hacerlo según la razón. Si cuando sentimos deseos y emociones elegimos bien (de manera virtuosa), lo estamos haciendo “en el momento adecuado, en relación a los objetivos adecuados, hacia las personas adecuadas, con los motivos adecuados y de la forma adecuada”.

            La virtud de la sabiduría práctica nos ayuda a saber lo que está bien en cada caso, un conocimiento práctico de cómo vivir una vida de bien. Debo ser capaz de entender mi situación y cómo actuar. Pero las circunstancias siempre cambian. Por eso, según Aristóteles, la comprensión ética no es algo que se pueda enseñar, porque lo que se puede enseñar es general, no particular. Las normas y los principios pocas veces se aplican de una forma clarta a las situaciones reales, y el conocimiento moral sólo se adquiere a través de la experiencia.

 

El justo medio (el camino del centro)

            Aristóteles defiende la idea de que una respuesta o una acción virtuosa es intermedia: al igual que hay un momento adecuado para sentir rabia (o cualquier otra emoción), algunas personas se enfadan demasiado a menudo, sobre demasidas cosas, con demasiada gente, etc. Otras no se enfadan lo suficiente (quizá no entienden que los demás se aprovechan de ellos). La virtud es el estadio intermedio entre dos vicios, el de demasiado y el de demasiado poco. Esta doctrina del término medio no afirma que cuando nos enfademos debamos hacerlo moderadamente, sino que lo hagamos en la medida que la situación lo requiera.

            La doctrina del término medio no es muy práctica. Para empezar, demasiado y demasiado poco no son cantidades de una sola escala, y saber cuál es el momento, el objetivo, la persona, el motivo y la forma adecuados es mucho más complicado. En segundo lugar, las palabras “término medio” no tienen ningún significado independiente que nos ayude a responder a las preguntas de cuándo y cuánto debemos enfadarnos.

            Pero la teoría de la virtud no pretende proporcionar un método exacto para tomar decisiones. La sabiduría práctica no es un conjunto de normas, pero sí que ofrece algún tipo de guía. Sugiere que consideremos las situaciones según las virtudes. En vez de preguntar “¿todo el mundo podría hacer esto?” como hace Kant, o “¿qué es lo que tendría las mejores consecuencias?” como indica el utilitarismo, nos podemos hacer una serie de preguntas: “¿Esta acción sería amable/valiente/leal, etc?” Es más práctico considerar las acciones como demostraciones de las virtudes.

 

COMENTARIO – PORQUE DIOS LO DICE

Una de las razones para creer que ciertas acciones están bien o mal es que es la voluntad de Dios y que nos ha ordenado que las realicemos o no. Como el cumplimiento de los deseos de Dios es una parte fundamental de muchas de las religiones principales, los filósofos han intentado establecer si es una buena razón, ya que se enfrenta a una famosa objeción desarrollada a partir de un argumento de Platón en su Euthyphón.

            ¿La moralidad es la voluntad de Dios o es un conjunto de valores que Dios desea que adoptemos porque son buenos? Si el bien no depende de Dios, la moral no depende de Él. Sin embargo, si el bien es la voluntad de Dios, la idea de que Dios es bueno no dice nada sustancial sobre Él, sino que su voluntad es por definición buena. Si el bien es la voluntad de Dios, éste inventa la moralidad. Pero si Dios no tiene ninguna razón para querer lo que quiere, la moralidad no tiene una estructura racional, por lo que sería arbitraria. Lo que es más, entonces estaría bien asesinar a niños si Dios lo quisiera. ¿Seguro que está bien cumplir con la voluntad de Dios si ésta es buena? ¿Cómo podemos saberlo a menos que tengamos una idea independiente de bien? Una posible respuesta a esto es que la voluntad de Dios no es arbitraria, ya que Dios es amor. Esto no convierte al amor en la idea de la moralidad mediante la cual juzgar si la voluntad de Dios es buena, ya que la afirmación no es que la base de la moralidad es el amor, sino que Dios es amor: si Dios es amor y la fuente de la moralidad, entonces lo que a ojos de Dios es amar es hacer algo bueno, como hacía la madre Teresa de Calcuta.

 

COMENTARIO - ¿LAS VIRTUDES SON RELATIVAS?

Cada cultura considera virtudes distintos rasgos. Los victorianos (los británicos del siglo XIX) creían que la castidad era muy importante, pero en la cultura europea moderna ya no tiene el mismo valor. Por tanto, ¿la ética de la virtud es relativa? ¿El bien y el mal están definidos sólo por la cultura? Todos los seres humanos viven en alguna cultura u otra, y los rasgos de nuestra cultura que necesitamos una vida de bien varían. Sin embargo, muchas virtudes reflejan la naturaleza humana universal: todo el mundo necesita valor, lealtad, templanza, etc., porque la vida nos propone los mismos retos a todos. Por tanto, algunas virtudes no son relativas.

 

UN EJERCICIO SOBRE LA ÉTICA PRÁCTICA

            Lo más controvertido de la investigación con células madre es la extracción de la masa interna celular de un embrión de cinco o siete días que, por tanto, se destruye. Estas células pueden llegar a ser de cualquier tipo: cerebrales, coronarias, hepáticas, óseas, etc. Los investigadores creen que ayudan a tratar enfermedades graves, por lo que hay buenas razones para emplearlas, pero ¿es moralmente permisible matar embriones por esta razón?

El derecho a la vida

            Los deontologistas podrían preguntar si los embriones tienen derecho a vivir. Si el embrión tiene alma, lo que tradicionalmente se dice que se adquiere durante la concepción, tiene derecho a vivir. Sin embargo, dos de cada tres embriones sufren un aborto espontáneo (el útero los rechaza de manera natural). Si todos tuvieran alma, sería una tragedia moral.

El derecho a la vida también se puede basar en la razón, en el uso del lenguaje, en la profundidad de nuestra experiencia emocional, en nuestra consciencia de nosotros mismos y en nuestra capacidad para distinguir el bien del mal, cosas que un embrión no tiene. Pero las personas con graves discapacidades mentales o demencia senil tampoco tienen estas características, y normalmente no creemos que se las pueda matar. Una característica importante que sí tienen es la sensibilidad, la conciencia básica de la percepción, el placer y el dolor. Sin embargo, los embriones no tienen esta capacidad en las primeras etapas de su desarrollo. Por tanto, si el derecho a la vida depende de la sensibilidad, los embriones de siete días no tienen derecho a vivir.

¿Un futuro robado?

Se podría argumentar que el embrión tiene derecho a vivir porque tiene el potencial de convertirse en una persona con derecho a vivir. Sin embargo, no se suele tratar el potencial como si ya se hubiera llevado a cabo. Alguien que tenga el potencial de convertirse en millonario, no puede gastarse el dinero todavía. Lo que es más, el embrión por sí sólo no tiene el potencial de convertirse en una persona, primero debe implantarse en el útero.

¿Tiene derecho a recibir nuestra ayuda?

Un utilitarista argumentaría que estamos privando al embrión de su felicidad futura. Pero los embriones que se emplean en la investigación con células madre son los excedentes creados “in vitro”, embriones que de lo contrario se desecharían (no se conservarían). La única objeción a esto sólo podría ser contra la fecundación in vitro que es la que crea los embriones. Sin embargo, eliminándola se pondría fin a la posibilidad de muchas parejas estériles de ser felices, y no garantizaría la vida ni la felicidad de ningún embrión humano extra.

Según la teoría de la virtud, el significado de crear y usar una vida humana, un embrión, no se ha explorado adecuadamente. Los embriones comparten nuestra carne y nuestros huesos, y sería insensible y poco respetuoso crear una vida humana sólo para beneficiar a otra. Sin embargo, estos embriones se crean mediante fecundación in vitro.

            Por tanto, ¿los beneficios que otorgan estos tratamientos justifican el gasto, la creación de muchos embriones (utilitarismo)? ¿La fecundación in vitro cambia el significado de la paternidad a peor (éticas de la virtud)? Si concedemos que se puede permitir, entonces usar embriones que de otro modo morirían para beneficiar a otros seres humanos parece una expresión de compasión hacia los que se beneficiarían de ello.

 

METAÉTICA: ¿QUÉ ES LA MORALIDAD?

El estudio de los conceptos éticos (bien y mal) y las sentencias que los emplean se llama “metaética”. En ella, los filósofos debaten si existen verdades morales universales o si la moralidad sólo es una expresión de las costumbres culturales.

 

1º LA REALIDAD DE LA MORAL – EL REALISMO MORAL

         El “realismo moral”afirma que el bien y el mal son propiedades de las acciones. Igual que las personas pueden ser altas o correr rápido, también pueden ser moralmente buenas o malas. Estas propiedades morales son una parte real del mundo. Las frases del tipo “matar está mal” son expresiones de creencias que pueden ser ciertas o falsas, y que lo sean depende de la forma en que sea el mundo, de qué propiedades tenga una acción, una persona o una situación.

El realismo moral es, para muchos, la posición más sensata respecto a la ética. Muchos creen que las cosas son realmente buenas o malas, que no depende de nuestro punto de vista. Nuestra experiencia sobre la moralidad también sugiere el realismo moral:

1º creemos que podemos cometer errores. Los niños lo hacen con frecuencia. Por eso hay que enseñarles lo que está bien y lo que está mal. Si no existieran hechos sobre el bien y el mal, sería imposible cometer errores.

2º la moralidad parece ser una exigencia externa a nosotros, nos sentimos responsables de un comportamiento establecido independiente de lo que queramos. La moralidad no viene determinada por lo que pensemos sobre ella.

3º muchas personas creen en el progreso moral, pero ¿cómo es eso posible a menos que algunos de los puntos de vista sobre la moralidad sean mejores que otros? ¿Y cómo es eso posible a menos que existan hechos sobre la moralidad?

¿Más que un sentimiento?

            Por otro lado, conocemos las diferencias culturales, un hecho que puede llevar a algunos a cambiar el realismo moral por el “relativismo moral”. Pero la tolerancia de las diferencias culturales suele ser bastante limitada. Por ejemplo, muy poca gente cree que aunque el asesinato de los miembros de algunas tribus o la circuncisión femenina se permitan moralmente en algunas sociedades, tales acciones sean algo bueno, incluso en esas sociedades.

Pero sí sabemos que, a diferencia de otras creencias, la moralidad provoca poderosas emociones, y que las disputas morales son difíciles de solucionar. Si tendemos a pensar así es porque no existen hechos morales, sino que nos rige la emotividad.

Hechos y valores

         Planteemos una pregunta: si existen los hechos sobre el bien y el mal, ¿qué tipos de hechos son? ¿Cómo puede un valor (un hecho moral) ser un tipo de hecho? Los valores se relacionan con la evaluación. Si nadie valora nada, ¿existirían los valores? Los hechos son parte del mundo. El hecho de que los dinosaurios habitaran en la Tierra hace millones de años sería cierto tanto si alguien lo hubiera descubierto como si no. Pero es más difícil de creer que los valores existen independientemente de nosotros.

            Esta comparación no es justa. Existen muchos hechos que dependen de los seres humanos y de sus actividades, como los de estar enamorado o los de la música (si nadie amara nada, no existiría el amor). Pero aún así son hechos, porque no dependen de nuestros juicios y son ciertos por la forma en que está hecho el mundo, en este caso, el mundo humano. Podemos cometer errores sobre si alguien está enamorado o si una pieza musical es barroca o romántica.

            La teoría de la virtud plantea una teoría posible sobre cómo los hechos morales se relacionan con los hechos naturales: que una acción sea buena depende de si una persona virtuosa la realizaría. Una persona virtuosa es una persona con virtudes, rasgos de carácter que le permiten vivir una vida de bien, cosa que dependerá de la naturaleza humana, y eso es una cuestión de hechos objetivos. Por tanto, los hechos morales sobre una vida de bien y las buenas acciones están estrechamente relacionados con la naturaleza humana, nuestros deseos y necesidades universales y nuestra capacidad de razonar.

 

2º INTUIR LA VERDAD

         ¿Cómo conocemos los hechos morales? Si el bien es sólo felicidad, saber lo que es bueno es saber lo que hace feliz a la gente. Pero si el bien fuera la felicidad, la pregunta “¿está bien hacer feliz a la gente?” equivaldría a preguntar “¿el hacer feliz a la gente hace feliz a la gente?”. Incluso aunque esté bien hacer feliz a la gente, parece que el bien no es lo mismo que la felicidad. Este argumento se aplica a cualquier teoría sobre el bien. Por eso, los intuicionistas argumentan que el bien es una propiedad que desafía el análisis.

Usar la intuición

            Por tanto, tal vez sólo podamos conocer la moralidad a través de la intuición. Pero, ¿qué diantres es la intuición? Se puede argumentar que los juicios sobre lo que está bien son evidentes por sí mismos. No hay ninguna prueba para un juicio evidente por sí mismo excepto su propia evidencia. Pero ser evidente por sí mismo no es lo mismo que ser obvio; primero, debemos desarrollar nuestra capacidad para llevar a cabo esos juicios y debemos considerar la cuestión con atención. Recientemente, los filósofos han argumentado que nuestras emociones, si son virtuosas, pueden otorgarnos un conocimiento moral. Por ejemplo, si soy compasivo y valiente, me daré cuenta del dolor de los demás y comprenderé que mi miedo ante esto, aunque quizá me muestre que yo también puedo sufrir, no me impedirá ayudarles.

¿Podemos estar de acuerdo?

            La complejidad de los juicios evidentes por sí mismos está en que las personas pueden no estar de acuerdo sobre si son ciertos o no. Supongamos que pudiéramos dar razones para pensar que, por ejemplo, el placer está bien porque forma parte de una vida próspera para el ser humano.

¿Es evidente por sí mismo que algo que es parte de una vida próspera está bien?

Podemos decir que sí o podemos dar otra razón, pero ¿sería ésta razón evidente por sí misma? ¿Podemos evitar confiar en los juicios evidentes por sí mismos?

La respuesta es sí. Ante una cuestión, podemos dar razones para creer cualquier cosa, pero para hacerlo debemos creer en otras cosas. Aceptamos todo el conjunto porque es coherente y tiene sentido para nuestra experiencia.

 

3º EXPRÉSATE

            El filósofo inglés, A.J. Ayer argumentaba que una afirmación sólo puede tener sentido si se ajusta a una de estas dos condiciones: que sea analítica o que pueda ser verificada empíricamente. Este principio de verificación implica que las afirmaciones sobre el bien y el mal no tienen sentido, no son ni ciertas ni falsas, ya que en realidad no afirman nada.

Significado y moral

            Si digo que el asesinato está mal, no hay ninguna investigación analítica o empírica que lo pueda demostrar. Ayer argumentaba que los juicios éticos expresan sentimientos. Los filósofos han rechazado el principio de verificación de Ayer, ya que su propio criterio no tiene sentido: la afirmación de que una afirmación sólo tiene sentido si es analítica o si se puede verificar empíricamente no es ni analítica ni se puede verificar empíricamente.

Pero aún así se puede argumentar que el lenguaje moral es emotivo porque se emplea para expresar los propios sentimientos y para influir en los sentimientos y actos de los demás. Aunque si esto es lo único que podemos decir del lenguaje moral, parece que no exista ninguna discusión o razonamiento sobre el debate moral, sino que sólo estemos manipulando a los demás. Los emotivistas responden que la mayor parte de las discusiones sobre la moral son sobre hechos, sobre si cierto acto tendrá ciertas consecuencias. Si estamos de acuerdo con todos los hechos (algo que no suele suceder) lo que queda es un desacuerdo sobre la actitud ante tales hechos, actitud sobre la cual se puede seguir discutiendo, porque las personas no tenemos sentimientos ni tomamos decisiones de forma aislada. Por tanto, el desacuerdo moral puede ser a causa de las relaciones entre los distintos sentimientos que tenemos y la actitud que adoptamos.

 

 

4º ¿LOS VALORES MORALES SON HECHOS?

El hecho de que existan discusiones morales sugiere que los valores son bastante diferentes a los hechos establecidos. A continuación, exponemos tres objeciones al realismo moral inspirados por David Hume:

1º Cuando dos personas no están de acuerdo en una cuestión o un hecho, normalmente saben cómo demostrarlo de una forma u otra; sin embargo, si dos personas están de acuerdo en todos los hechos sobre, por ejemplo, el aborto, pero siguen sin estar de acuerdo en si está bien o no, no se puede apelar a otro hecho que lo demuestre.

2º Hume señala que parece que siempre hay un salto en el razonamiento moral. Describimos los hechos de un caso y concluimos “por eso no debía haberlo hecho”. Pero, ¿cómo podemos pasar de hablar sobre el caso a hablar como debería ser? (por ejemplo, ¿cómo podemos pasar de hablar acerca de la devastación, sufrimiento y muerte que producen las guerras, a afirmar categóricamente que no debería haber guerras en el mundo?). Por mucho que nos empeñemos en lo contrario, a partir de lo que es, no podemos decir lo que debería ser. Existe una separación o hiato lógico entre los hechos y valores (y no contemplarlo produce la denominada “falacia naturalista”).

3º Los juicios morales guían nuestra conducta. Si considero que el aborto está mal, no practicaré ni me someteré a ningún aborto y tampoco animaré a nadie a que lo haga. Pero si el realista moral tiene razón, esto es engañoso. Un hecho, por sí mismo, no me lleva a actuar, sino que primero debe importarme. Por tanto, esa fuerza motivacional proviene de mi preocupación. Pero los juicios morales motivan por sí mismos, así que quizá no expresen creencias sobre hechos, sino sobre lo que nos importa (sobre nuestros deseos, necesidades y emociones).

Los hechos morales son razonables

            Para defenderse, el realismo moral afirma que apelamos a los hechos cuando intentamos justificar un juicio moral. Si no existiera ninguna conexión, sería una tontería hacerlo. Lo que estamos haciendo es dar razones que apoyen nuestras afirmaciones morales; por ejemplo, la afirmación “comer carne está mal (valoración moral), porque provoca sufrimiento a los animales (razón/hecho)”. Los hechos pueden por lo tanto convertirse en razones que apoyen creencias morales. La afirmación de que la práctica de comer carne provoca sufrimiento a los animales es cierta o falsa. Los realistas morales afirman que este hecho (un hecho que tiene que ser o bien cierto o bien falso) es una razón para creer que comer carne está mal. Por ello, las razones que damos para sustentar nuestros juicios morales pueden ser hechos susceptibles de ser verdaderos o falsos.

            Comparemos el razonamiento en otros contextos. Si la datación radiométrica indica que los huesos de dinosaurio tienen 65 millones de años, dicha datación es una razón para creer que los dinosaurios vivieron en la Tierra hace 65 millones de años (es una razón que apoya esa creencia). Los hechos en que se apoyan las razones científicas son objetivos, como los hechos del mundo natural (hechos naturales). Sin embargo, los hechos sobre las razones morales son un tipo distinto de hechos, no el tipo de hechos que las investigaciones científicas pueden descubrir (reducibles a hechos naturales). Los hechos que pueden servir de razones morales son también normativos (determinan valores) y no sólo naturales.

            Ahora podemos decir que cuando dos personas están de acuerdo en todos los hechos sobre el aborto, pero no lo están en si está bien o mal, es cierto que la discusión no se establece por recurrir a los hechos naturales. Ambas partes pueden aceptar el hecho natural de que un feto puede llegar a ser un ser humano, sin estar de acuerdo sobre que ésa es una (gran) razón para pensar que el aborto está mal. Si también resolvemos la discusión sobre las razones, resolveremos la discusión moral. Al menos una persona se está equivocando, porque no ve ciertos hechos naturales como las razones (morales) que son.

            Asimismo, Hume tiene razón al señalar el hiato lógico entre los hechos naturales y los juicios morales. Sin embargo, esa separación se mitiga mediante las aclaraciones que determinan si un hecho natural es una razón para creer cierto juicio de valor. Es verdad que los hechos naturales no suponen juicios morales, pero pocas veces las razones suponen los juicios que apoyan.

Moral y motivación

            ¿Y si nos motivan los juicios morales? Existen dos posibles respuestas:

La primera es argumentar que, como los juicios morales son afirmaciones de hechos, no son motivadores. A algunas personas, y quizá a todos en ciertos momentos, las afirmaciones sobre la moralidad no les motivan, no les importa la moralidad. Por tanto, los juicios morales sólo motivan a quien le importa la moralidad.

La segunda respuesta es admitir que los juicios morales son motivadores, pero esto es engañoso, ya  que no son afirmaciones sobre hechos naturales, sino sobre lo que tenemos razones para hacer, y los juicios sobre las razones son motivadores por sí mismos porque somos criaturas racionales.

 

4º ¿LA MORAL ES RELATIVA?

            La moralidad puede variar de una cultura a otra. ¿Cómo se explica esto? Se puede argumentar que todas las culturas, con sus distintas prácticas éticas, intentan concoer la verdad sobre la ética, igual que los científicos intentan descubrir la verdad sobre el mundo. O podemos decir que las prácticas éticas son sólo el estilo de vida de una cultura. Los relativistas afirmarían lo último, ya que sostiene que dos culturas que no están de acuerdo sobre una práctica moral están realizando afirmaciones que son ciertas para cada una de ellas.

            No solemos decir esto sobre las afirmaciones científicas (por ejemplo, algunas culturas creían que las estrellas eran hogueras lejanas, pero se equivocaban ya que las estrellas no son hogueras). ¿Por qué no? Porque tenemos una idea diferente de cómo se pueden resolver los desacuerdos científicos. En la ciencia, la mejor explicación es que las teorías científicas que hemos acordado representan cómo es el mundo. En otras palabras, el mundo guía nuestras investigaciones, y nosotros confirmamos o descartamos las hipótesis a través de la experimentación, hasta que llegamos a cierta comprensión sobre cómo es el mundo. La ciencia investiga el mundo físico.

Si miramos la historia de la cultura y cómo se desarrollan las prácticas éticas, cuesta entender cómo descubren las diferentes culturas la verdad sobre la moralidad y la conducta ética de un solo mundo ético. El relativismo argumenta que las prácticas éticas se han desarrollado para ayudar a las personas a encontrar su camino en un mundo social, pero existen muchas sociedades y muchas culturas, y con el tiempo han desarrollado distintas formas de hacer las cosas.

            Por tanto, no existe un solo mundo social que pueda guiar las prácticas éticas hacia un acuerdo universal, lo cual no significa que todas las prácticas sociales sean aceptables, que ninguna práctica pueda condenarse moralmente. Las personas siempre están haciendo cosas malas, y el relativismo no pretende decir que no sea así, pero afirma que para condenar una acción o práctica social, se deben emplear criterios de la cultura a la que el agente o la práctica pertenecen. No se puede juzgar una práctica desde fuera de su cultura.

 

Dudas sobre el relativismo

            Los realistas morales tienen tres objeciones al relativismo cultural:

1º la primera es que las diferentes prácticas éticas reflejan las diferentes condiciones ambientales en las que están situadas las culturas, pero no los diferentes principios éticos. Por ejemplo, intentamos que nuestros ancianos vivan el mayor tiempo posible, mientras que los esquimales los abandonan en el hielo para que mueran. Esto no significa que para los esquimales esté bien matar a los ancianos y para nosotros no, sino que las duras condiciones de vida de los esquimales hace que los individuos que no pueden contribuir al bienestar de la comunidad deben ser abandonados. Para nosotros también estaría bien hacerlo si viviésemos en esas duras condiciones, y mal para los esquimales si vivieran en las nuestras.

2º la segunda es que la mayoría de las culturas del mundo tienen prohibiciones sobre matar, mentir y robar, y fomentan el cuidado de los más débiles. Los realistas remarcan todas las virtudes y principios éticos generales que comparten las distintas culturas.

3º la tercera es el progreso moral: nos hemos vuelto más humanos que antes, y estamos más de acuerdo sobre los juicios morales porque estamos descubriendo verdades morales. Por ejemplo, la esclavitud antes era aceptable para todas las culturas y ahora ya para casi ninguna. Es un verdadero progreso moral.

 

 

COMENTARIO – RELATIVAMENTE TOLERANTES

            Muchas personas creen que el relativismo y la tolerancia van unidos, mientras que el realismo moral implica imperialismo moral (imperialismo moral=imposición por parte de Occidente de sus valores morales al resto de naciones y culturas del mundo; es otra forma, más sutil, de colonialismo por parte del primer mundo sobre el tercer mundo), pero se equivocan: la tolerancia es un valor moral básico, un valor moral cuya validez es absoluta. ¿Por qué? Por dos razones:

1º En primer lugar, la afirmación de que se deben tolerar los valores de las demás culturas porque los valores morales son relativos sólo sería cierta si tu cultura incluye el valor moral de la tolerancia. Si se diese el caso de que tu sociedad no fuese tolerante, entonces uno no tendría por qué ser tolerante con las  prácticas culturales de otras sociedades.

2º En segundo lugar, supongamos que otra cultura no es respetuosa con algunos derechos humanos básicos (como por ejemplo, que es racista). El relativismo sugeriría que no podemos objetar nada, pero ¿deberíamos tolerar al intolerante? Pocos creen que la tolerancia sea más importante que evitar el racismo o, ya no digamos, un asesinato racista (es un hecho que muchas culturas del mundo emplean ideas racistas para justificar el asesinato).

Por tanto, en conclusión, si creemos que la tolerancia es un valor moral básico, quizá no debamos ser relativistas.

FIN DE LA LECTURA ………………………………………………………………………………………………………

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