Hemos estado hablando del conocimiento
directo, del conocimiento por familiaridad. Este tipo de conocimiento es aquel
al que nos referimos cuando decimos, por ejemplo, que conozco Faxilde. El
conocimiento directo es el conocimiento perceptivo, el conocimiento al que
denominamos experiencia ordinaria. Respecto a este tipo de conocimiento nos
hemos planteado tres problemas:
- El problema de si corresponde o no a una realidad
extramental (y por lo tanto, el problema de si existe o no dicha realidad
extramental).
- El problema de si dicha realidad extramental es
conocida directamente o no.
- El problema de si las cosas son realmente tal
como parecen ser.
Ya
sabemos cuál es la postura comúnmente admitida por la mayoría de las filosofías
y la totalidad de los científicos:
-
existe el mundo extramental,
- dicho mundo extramental es conocido
gracias a la percepción, pero no lo es directamente sino indirectamente
(carácter representativo de todo conocimiento), y finalmente
- no todas las propiedades que parecen
tener las cosas, éstas las poseen realmente (distinción cualidades
primarias/secundarias).
Pasamos
ahora a hablar de otro tipo de conocimiento, el conocimiento
proposicional. Esta manera de exponer el
problema del conocimiento es la propia de la filosofía del s. XX, por aquello del “giro lingüístico” que se
produce en la filosofía en dicho siglo: los problemas filosóficos son problemas
lingüísticos y el problema del conocimiento es un problema lingüístico.
Expliquemos la razón:
1º FILOSOFÍA GRIEGA Y TEOLOGÍA CRISTIANA
Para los antiguos el problema del
conocimiento no es un problema lingüístico. Para ellos, el problema del
conocimiento consiste en explicar cómo es posible que mi alma sea capaz de
extraer de las cosas su elemento inteligible, su forma o esencia. Ya sabemos
que la más famosa explicación al respecto fue la aportada por Aristóteles por
medio de su teoría para la abstracción.
Como curiosidad merece la pena saber que
los teólogos cristianos tanto de la Antigüedad (como por ejemplo san Agustín,
que vivió en el periodo del Bajo Imperio) como de la Edad Media (los filósofos
escolásticos de las universidades medievales) defienden una concepción del
conocimiento, de ese conocimiento que va más allá de la mera percepción de la
realidad como un problema no lingüístico. ¿Cómo se alcanza para los grandes
teólogos del cristianismo el conocimiento de lo que las cosas son? No a través
de la abstracción sino de la iluminación divina. Es Dios quién ilumina
directamente mi alma para que esta pueda aprehender las formas inteligibles de
las cosas. A este conocimiento (efecto de la iluminación de mi entendimiento
llevada a cabo directamente por Dios) se le denominó “ciencia infusa”.
En conclusión, como vemos, para todos los
filósofos premodernos (precartesianos), el conocimiento es siempre conocimiento
de formas o esencias, no de proposiciones.
2º FILOSOFÍA MODERNA: DESCARTES, EMPIRISMO BRITÁNICO, KANT
Para
todos los filósofos modernos, desde Descartes, el problema del conocimiento no
es un problema lingüístico sino psicológico. La cuestión es cómo puede mi
mente, más en concreto mi inteligencia, mi razón, construir representaciones
mentales (“ideas” las llamará Descartes) por medio de las cuáles lograr conocer
lo que las cosas son.
A)
Descartes replanteará la cuestión del conocimiento en nuevos términos
respecto a cómo lo hacían los filósofos de la Antigüedad o de la Edad Media, en
términos no realistas sino mentalistas (es decir, en términos
representativistas, idealistas).
¿Qué es el conocimiento para Descartes?
El
conocimiento es una representación mental de la realidad, una representación
que se ajusta exactamente a lo que las cosas son (por ejemplo, conocer que los
cuerpos son sólo materia extensa en reposo o movimiento por efecto de la acción
mecánica de otros cuerpos).
Para Descartes las representaciones son un
producto de mi inteligencia, de la razón: es mi inteligencia la que fabrica por
sí misma dichas representaciones (sin necesidad de construirlas a partir de los
datos de los sentidos).
En
conclusión, las representaciones a través de las cuales mi inteligencia conoce
el mundo, mis ideas (de ahí idealismo) son una construcción de mi inteligencia.
Como vemos, Descartes rechaza la teoría de la abstracción de Aristóteles
(también la teoría de la iluminación de San Agustín) y la sustituye por una
teoría de la construcción: el conocimiento no se extrae de la realidad
(abstrae) sino que se construye.
B)
La segunda explicación de en qué consiste el conocimiento en el mundo
moderno es la aportada por el Empirismo Británico, la corriente filosófica
contemporánea y opuesta al racionalismo cartesiano. Los empiristas (Locke,
Berkeley, Hume) están de acuerdo con Descartes en su mentalismo, en su
idealismo, en la consideración de que el conocimiento es una cosa de la mente,
un producto de la mente. Los empiristas no son realistas como los antiguos
sino, al igual que Descartes, representativistas, idealistas.
Sin
embargo, discrepan de Descartes en la cuestión de cómo construye mi
inteligencia sus representaciones. Para los empiristas, las ideas, los
conceptos mentales (como por ejemplo el concepto de flor) se construye a partir
de las sensaciones, de las impresiones sensibles (es decir, de los colores,
formas, fragancias, texturas… que de dicha flor previamente he percibido). Es
por ello, porque las sensaciones son los ladrillos o átomos o elementos simples
a partir de los cuales se construye el conocimiento (los conceptos) por lo que
a los empiristas se les denomina así, empiristas: la empiria, las sensaciones, son la fuente, el cimiento del
conocimiento humano.
¿Qué
opinaba Descartes respecto a esta cuestión? Para Descartes a partir de la
experiencia solo se puede construir el conocimiento ordinario que es, como
todos sabemos, imprescindible y muy útil para la vida (gracias a mis
percepciones no estoy chocando continuamente con los objetos que hay a mi
alrededor o soy capaz de identificar un alimento en mal estado ya que me
produce asco) pero que es inútil para llegar a saber realmente lo que las cosas
son (si nos fiásemos de los sentidos, afirmará Descartes, llegaríamos a pensar
como los griegos que los cuerpos tienen color, o que son frías o
calientes, cuando la única propiedad que
tienen es la extensión y su capacidad de moverse en el espacio por efecto de la
acción de fuerzas mecánicas). Para Descartes, el conocimiento científico y
filosófico de la realidad es una construcción (principalmente matemática) que
lleva a cabo la inteligencia por sí misma sin apoyarse en la experiencia
sensorial (y por eso a los cartesianos se les denomina racionalistas: la
inteligencia, la razón es la única fuente del conocimiento científico).
C)
Hablemos finalmente de Kant. La explicación kantiana del conocimiento es la
más elaborada y fructífera filosóficamente hablando de todas las elaboradas por
el pensamiento moderno. ¿Por qué? Kant es el filósofo que en mayor medida
comprende que todo el conocimiento humano es una construcción de la mente.
Lleva además a cabo una síntesis entre racionalistas y
empiristas: para que se pueda construir el conocimiento humano es tan necesario
1º el elemento sensorial (la experiencia), tal como defendían los empiristas,
como 2º una serie de elementos lógicos que proceden de la misma inteligencia
humana, tal como de alguna manera intuyeron los racionalistas.
Para comprender a Kant vamos a utilizar un
símil o comparación: para Kant el conocimiento humano funciona de un modo
similar a como lo hace un ordenador. Para Kant, para que haya conocimiento es
necesario que entren en nuestra mente el mayor número posible de impresiones
sensoriales (del mismo modo que ocurre con un ordenador: si no introduzco
información en el ordenador a través del teclado, el ordenador no funciona,
porque su actividad consiste en procesar esa información que se introduce
dentro de él). Para Kant las impresiones sensoriales hacen posible el conocimiento,
pero no son el conocimiento. Para poder producir el conocimiento a partir de
los datos de los sentidos es necesario que la inteligencia ordene y estructure
dichos datos de los sentidos. Pero para poder hacer esto, la inteligencia
requiere tener de unos patrones o moldes a través de los cuales lleva a cabo
tal tarea de ordenación (esta operación es similar a la que realiza un
ordenador cuando procesa la información; este procesamiento se lleva a cabo a
través de un programa). Pues bien, la inteligencia humana está dotada de ese
programa lógico gracias al cual es capaz de ordenar las impresiones sensibles
para así poder construir a partir de dichos datos sensibles el conocimiento:
nuestras representaciones mentales de los objetos que conocemos.
En
conclusión, para Kant, el conocimiento humano es una combinación del elemento
empírico del conocimiento (los datos sensibles) y del pensamiento puro (el
elemento lógico o categorial del conocimiento).
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