ARISTÓTELES
II – ANTROPOLOGÍA, ÉTICA Y POLÍTICA
La
ética aristotélica
La ética es la reflexión más
importante que llevó a cabo el Estagirita acerca de qué es o qué sea el ser
humano (antropología) y acerca de cómo debe vivir (ética).
El fin de la vida humana es para A.
la felicidad, la eudaimonía, y de ahí
que la ética de A. sea una ética eudemonista o una ética de la felicidad (y no
una ética de la justicia, como será, por ejemplo, la ética kantiana).
¿En qué consiste o dónde reside la
felicidad para el ser humano?
Para la mayoría de las personas, la
felicidad reside en los siguientes cuatro bienes (bien = cosa valiosa porque
procura la felicidad):
-
El
placer (los placeres carnales: los placeres del cuerpo)
-
El
poder (la capacidad de imponer nuestra voluntad a la de otros)
-
La
riqueza (la posesión de bienes económicos).
-
La
fama (el prestigio o reconocimiento social).
Para A., éstas son concepciones
erróneas, falsas, acerca de la felicidad humana. Entonces, ¿cómo podemos saber
dónde reside la verdadera felicidad?
Para A. es fácil responder a esta
cuestión. Basta con analizar la naturaleza, la esencia (la forma sustancial)
del ser humano para encontrar la clave que nos indique dónde reside la
verdadera felicidad.
Como sabemos, para A. la naturaleza
de un ser es el principio (la fuente) de las actividades que le son propias.
Por lo tanto, ¿cuál es la naturaleza del ser humano?, ¿cuáles son las
actividades inherentes a la naturaleza, esencia o condición humana?
La actividad más propia del ser
humano es vivir, pero no vivir la vida de una planta o de un animal, sino la
vida propia de un ser racional, de un ser dotado de inteligencia. Es por ello
que la actividad de la inteligencia es la más natural, la más intrínseca al ser
humano, y así la verdadera felicidad del hombre residirá en la actividad de la
razón.
La actividad racional, la vida de
la inteligencia, es una facultad natural que tiene el ser humano. Esa facultad
natural capacita al ser humano para hacer tres cosas principalmente:
1.
La
contemplación, la teoría: conocer y
comprender la realidad (aprehender las formas sustanciales de las cosas).
2.
La
praxis (la acción política y moral):
a)
La
acción ética: elegir la conducta más apropiada a las necesidades de la vida.
b)
La
acción política: hacer posible la vida en sociedad (la convivencia pacífica y
la cooperación social).
Estas tres capacidades naturales
que tiene la inteligencia humana, la de pensar, elegir y convivir, pueden y
deben ser perfeccionadas, es decir, desarrolladas.
¿Cómo pueden desarrollarse estas
facultades?
A través de la adquisición de las
virtudes.
¿Qué es la virtud? ¿Qué es una
virtud para A.?
Una capacidad que no poseemos de un
modo innato (no es una facultad natural, consustancial a nuestra naturaleza;
nadie nace sabio, sino que nos hacemos sabios; nadie nace valiente, sino que
nos hacemos valientes; nadie nace justo, sino que aprendemos a obrar con
justicia), sino que adquirimos a través de un aprendizaje.
¿Cómo adquirimos estas nuevas
capacidades que son las virtudes? ¿Cómo las aprendemos?
A través del ejercicio y de la
práctica (ejercitando el pensamiento nos hacemos sabios; actuando con justicia
nos volvemos justos; diciendo la verdad nos volvemos veraces… y también,
diciendo mentiras, nos volvemos mentirosos, es decir, no virtuosos sino
viciosos, etc.).
En conclusión, las virtudes no las
tenemos por naturaleza, sino que debemos adquirirlas a través de la práctica.
¿Cuál es la función de las
virtudes, su fin?
Perfeccionar y desarrollar,
desenvolver hasta alcanzar su plenitud, las facultades naturales de las que
estamos dotados, principalmente nuestras facultades racionales de conocer,
elegir y vivir civilizadamente en sociedad. Como vemos, también en A. el
término virtud (areté) sigue teniendo
su significado original griego de “excelencia”.
Veamos ahora qué tipos
de virtudes hay. Para A., hay que distinguir entre tres tipos de virtudes
vinculadas con las tres funciones de la actividad de la razón (conocer, elegir
y convivir):
1.
Las
virtudes dianoéticas o virtudes del conocimiento.
2.
Las
virtudes éticas o virtudes del carácter (nos ayudan a acertar en nuestras
elecciones).
3.
La
virtud política: la virtud de la justicia (hacen posible convivir
civilizadamente, es decir, vivir en polis).
VIRTUDES DIANOÉTICAS
Por un lado, están las
virtudes dianoéticas, las virtudes que perfeccionan nuestra razón cuando
conocemos, cuando contemplamos. Son aquellas que capacitan para la realización
de operaciones intelectuales (cognoscitivas) que van más allá del mero
conocimiento sensorial animal. Las virtudes dianoéticas son cinco y coinciden
con los cinco grados del saber:
-
El
arte o tejné (los saberes técnicos o
productivos, aquellos que nos enseñan a producir cosas; es el saber del médico
que hace posible que sepa cómo producir salud).
-
La
prudencia o phrónesis (el saber
ético: el saber cómo aplicar un principio moral a las circunstancias del caso,
por ejemplo, que no se le debe decir la verdad a un asesino que está buscando a
su víctima).
-
La
ciencia o epistheme (A. definirá la
ciencia como la comprensión de algo a través de sus causas: comprender por qué
un ser tiene tales o cuales propiedades, por ejemplo, por qué los delfines no
tienen branquias, aunque son animales acuáticos).
-
La
intuición o noús (es el conocimiento
de los primeros principios de las ciencias: es decir, el conocimiento de la
esencia de los seres).
-
La
sabiduría o sophía (es el
conocimiento del ente divino; la sabiduría es, por lo tanto, la filosofía
primera entendida como teología o saber acerca del theos).
Según A., en el ejercicio del
pensamiento, en la búsqueda del conocimiento y la verdad, reside la suprema
felicidad para el ser humano. ¿Por qué? Porque un humano que piensa, que
contempla, que teoriza, es como un dios, no necesitando de nada ni de nadie, llegando
a ser, como los dioses, autárquico. La felicidad propia de los dioses se
caracteriza por su absoluta autarquía: los dioses se bastan a sí mismos y, por
eso, la actividad del theos consiste
en ser un pensamiento autopensante, para así ser absolutamente autárquico y por
ello alcanzar la total eudaimonia.
VIRTUDES ÉTICAS
Sin embargo, el ser humano no puede
aspirar a alcanzar la felicidad de un dios porque la vida de un hombre tiene
muchos otros aspectos de los que éste debe ocuparse:
1.
En
primer lugar, el ser humano tiene un cuerpo y por ello la felicidad humana
requiere:
§ de bienes como la salud, la
integridad física,
§ o de bienes económicos y
sociales, como un patrimonio o la buena fama (veremos cuando expliquemos la
política que la búsqueda de estos bienes es lo que empuja al ser humano a
asociarse con otros hombres y vivir en sociedad).
2.
En
segundo lugar, el hombre además tiene que desplegar su acción en el mundo. Por
ello, la gran función de la inteligencia humana, además del pensamiento, es la
de ayudar al individuo a elegir correctamente cómo debe actuar. Esta es la
función no teórica, sino práctica o ética de la inteligencia, la función de
elegir la conducta adecuada (acertada).
Pues bien, las virtudes éticas son
aquellas que ayudarán a la razón a elegir la conducta acertada (a elegir
correctamente y así poder cumplir adecuadamente la razón con su función). A.
estaba de acuerdo con que la clave de la elección correcta está en el
conocimiento, en saber dónde reside el bien para el hombre (este planteamiento procedía
de Sócrates, de su concepción intelectualista de la moral). Sin embargo, para
A., a diferencia de Sócrates, no basta con conocer qué es el bien para elegir y
realizar el bien (A. utilizaba siempre como ejemplo al “acrático incontinente”,
el bebedor compulsivo que aun sabiendo hasta qué punto le daña su vicio, es
incapaz de resistirse a él). Es necesario algo más que el ejercicio del
pensamiento.
¿En qué consiste ese algo más?
En la posesión por parte del
individuo de las virtudes éticas que van a permitir o facilitar que éste elija
correctamente y, sobre todo, que actúe adecuadamente.
¿Por qué se denominan virtudes
“éticas”?
Porque son las virtudes del
carácter (del carácter o personalidad moral), y carácter se dice en griego ethos.
¿En qué consisten las virtudes
éticas?
En disposiciones emocionales
permanentes (a esta estructura emocional permanente la denominamos personalidad
o carácter moral) que impulsan al individuo a obrar de modo correcto. A. se dio
cuenta de que la principal causa del comportamiento humano son las pasiones (lo
que la psicología actual denomina “motivación”). Comprendió también que la
energía de las pasiones se puede poner al servicio de la felicidad humana, al
servicio de la correcta elección, pero para ello es necesario que las pasiones
fuesen reguladas por la razón.
¿En qué consiste dicha regulación?
En que la inteligencia ordene,
equilibre, armonice y modere las pasiones (al fin y al cabo, que eduque las
pasiones). No se trata ni de eliminar las pasiones ni de potenciarlas al máximo
(estos dos extremos son perniciosos para el individuo: tanto el exceso pasional
como la falta de pasión), sino en encontrar un justo medio, el justo
medio pasional: un término medio entre dos extremos que hace posible que la
pasión se torne virtud (virtud ética), es decir, que se convierta en el impulso
emocional adecuado que empuje al individuo a elegir y a actuar correctamente.
Expliquemos seguidamente la doctrina del justo medio.
¿Qué es la virtud moral o ética?
En palabras de A., “el hábito de elegir un justo medio relativo
a nosotros tal como quedaría determinado por una regla de la que hiciese uso un
hombre prudente”. Expliquemos punto por punto dicha definición:
1.
Hábito: significa
“predisposición a actuar de un determinado modo”. Por ejemplo, si alguien tiene
la virtud del trabajo, estará siempre predispuesto a trabajar, es decir, la
virtud (del trabajo en este caso) le impulsa desde dentro de su ser (de su
carácter o personalidad) a, sin esfuerzo, actuar de un determinado modo (ser
laborioso).
2.
De
elegir:
la función principal de las virtudes es ayudarnos a elegir bien. Por ejemplo,
la virtud de la justicia nos ayuda en la situación concreta que estamos
viviendo a actuar con justicia, a elegir el acto justo (un profesor justo no
es, según A., aquel que aplica inflexiblemente las normas evaluadoras que son
sólo justas en abstracto, sino aquel que ajusta la regla a las particularidades
del caso, y así por ejemplo está dispuesto a aprobar a un alumno porque las
circunstancias del caso lo justifican).
3.
Un
justo medio:
la virtud se encuentra siempre en un punto medio, un punto de equilibrio entre
dos extremos perjudiciales. Esos extremos lo son en ocasiones por defecto y en
otras por exceso. Por ejemplo, la virtud de la generosidad es el justo medio entre
dos extremos viciosos, uno por defecto como es la tacañería (la falta de
generosidad), y otra por exceso como es la prodigalidad (prodigo es aquel que
comparte y derrocha sin medida todos sus bienes; recordemos la parábola
evangélica del hijo prodigo que dilapida la herencia de su padre en
francachelas con sus amigos).
4.
Para
nosotros:
el justo medio es siempre relativo al individuo del caso que está eligiendo.
Para A. no hay fórmulas magistrales aplicables por igual a todos los individuos
y mismas situaciones por igual: el saber ético, el saber acerca del bien, no es
un saber exacto como los saberes teóricos.
5.
Por
una regla de la que hiciese uso un hombre prudente: finalmente, ¿quién
establece dónde se encuentra el justo medio? Lo hace la razón, la inteligencia
humana cuando reflexiona sobre esta cuestión con prudencia. Es decir, es la
virtud intelectual (dianoética) de la prudencia la que debe guiar y regular las
pasiones. Pero, ¿la prudencia de quién? La prudencia del sabio, del hombre
prudente.
La
política
La teoría política de A. es, sin
duda, la parte más fácil de entender de su filosofía. Se puede resumir en
cuatro grandes afirmaciones:
1.
El
ser humano es social por naturaleza.
2.
La
sociabilidad humana no es una sociabilidad gregaria o animal, sino cívica o
política.
3.
La
sociedad humana no es el reino del nomos, sino de la physis.
4.
La
ciudad es anterior y superior al individuo.
1.
EL
SER HUMANO ES UN ANIMAL SOCIAL
La definición más famosa de A. del
ser humano es, junto a la de “animal racional”, la de “animal social” o “zoón politikón”. El hombre es social por
naturaleza (A. estaba en contra de aquellas escuelas filosóficas como el
cinismo que defendían que el estado natural del ser humano es presocial; y de
ahí que se les denominase “cínicos”, la secta del perro, pues vivían como si
fuesen animales, ajenos a todas las convenciones sociales).
¿Por qué el ser humano es social
por naturaleza?
Porque según A. es la misma
naturaleza del ser humano la que lo empuja a vivir en sociedad.
¿Cuál es la naturaleza del ser
humano?
-
En
primer lugar,
el ser humano no es un dios y, por ello, no es autárquico. Esta carencia empuja
al hombre a asociarse con otros hombres y fundar la sociedad con miras a la
satisfacción de las necesidades de la vida (vivimos en sociedad para sobrevivir).
-
El
segundo motivo
por el que nuestra naturaleza nos empuja a vivir en sociedad es que somos seres
racionales.
¿Qué implica ser
racional?
La naturaleza nos ha
dotado de lenguaje (de logos) y de
una inteligencia con sentido de la justicia. Pues bien, como según A. la
naturaleza no hace nada en vano, si la naturaleza nos ha hecho seres
lingüísticos es porque quiere que vivamos en sociedad. Sólo dentro de la
sociedad es posible la comunicación lingüística. Pero lo más importante aquí es
el estar dotado de una inteligencia con capacidad para entender qué es lo
justo.
2.
EL
SER HUMANO NO ES UN ANIMAL GREGARIO
Decíamos en el
apartado anterior que el ser humano tenía sentido de la justicia.
¿De qué le sirve esta capacidad?
Hace posible que el ser humano viva
en una sociedad regida no por el instinto (como ocurre en las sociedades
animales gregarias; gregario viene de “grey” que significa rebaño) ni por la
fuerza o la violencia (como sucede en una sociedad de piratas o en cualquier
forma aberrante o contranatura de sociedad humana, como por ejemplo acontece en
imperios como el persa gobernados por un déspota oriental), sino por la
capacidad del ser humano de cooperar pacíficamente haciendo uso de su sentido
de la justicia.
Y es que, para A., la
gran diferencia que existe entre la sociabilidad gregaria animal y la
sociabilidad cívica o política característica del ser humano es que esta última
no es resultado del instinto, sino el más extraordinario producto de la razón
humana.
3.
LA
SOCIEDAD ES UN ORGANISMO NATURAL
La sociedad no es el
resultado de una convención artificial como defendían los sofistas (no es el
reino del nomos), sino que la sociedad humana es la máxima expresión de
la naturaleza racional del ser humano. El ser humano lleva impresa en su
naturaleza su sociabilidad y, por ello, la sociedad es un producto de la
naturaleza: un organismo natural más (es decir, una realidad que se ajusta a la
naturaleza del ser humano).
Existen tres tipos de
sociedades naturales:
a.
La
familia:
una familia es una sociedad humana formada por un grupo de personas cuya unión
se basa en lazos de sangre. La finalidad (el telos) u objetivo de la
sociedad familiar es la asistencia mutua y la reproducción.
b.
La
aldea:
esta sociedad es el resultado de la unión de varias familias que se unen para
socorrerse mutuamente. Las sociedades simples, sociedades de agricultores y
pastores, como eran aún todas las sociedades humanas en el neolítico, serían
sociedades de este tipo.
c.
La
polis:
ésta es la forma más perfecta de sociedad humana. La polis es la sociedad
civilizada, la que más se ajusta a la naturaleza humana porque es en ella y
sólo en ella donde el ser humano puede, como ciudadano, alcanzar el pleno
despliegue de su naturaleza racional.
Todos los restantes tipos de
sociedades son antinaturales, aberrantes (aberrante significa en griego
desviado), contranatura. El ejemplo máximo de ello es un gran imperio como el
persa.
4.
LA
ANTERIORIDAD DE LA CIUDAD CON RESPECTO AL INDIVIDUO
El bien del individuo
se tiene que subordinar al bien de la comunidad, al bien común, porque la
ciudad (el todo) es anterior y superior al individuo (la parte). Esta
anterioridad y superioridad es efecto de que sólo la ciudad y no el individuo
es autárquico. Esta autarquía de la ciudad no es solamente económica, sino fundamentalmente
ética. Sólo dentro de la ciudad y gracias a ella puede desenvolver el individuo
su humanidad, sus capacidades racionales.
¿Cómo la ciudad posibilita tal
cosa?
Porque sólo en la ciudad, o por mor
de la ciudad, el individuo puede convertirse en ciudadano y vivir como tal.
LA CONCEPCIÓN ARISTOTÉLICA DE LA
JUSTICIA
Hablemos ahora del concepto de
justicia.
-
JUSTICIA
LEGAL
Desde una perspectiva
política (justicia política), la justicia es para A. fundamentalmente la
justicia legal, la justicia de las leyes y de las instituciones de gobierno
de la ciudad: las leyes son justas porque manifiestan y expresan el bien común
de la ciudad entera. La justicia legal regula la relación (los deberes) de cada
individuo con su comunidad.
La virtud de la
justicia
consistiría en que el ciudadano tuviese el hábito de cumplir de buena gana, y
no forzadamente, las leyes de la ciudad, así como de asumir como propios sus
deberes cívicos, sus obligaciones para con sus conciudadanos.
Además de la justicia legal,
existen otras dos formas de justicia:
-
JUSTICIA
CONMUTATIVA
La justicia
conmutativa es aquella que regula la relación de un individuo para con otro
individuo y, por lo tanto, regula los intercambios económicos (“conmutare”
significa en latín intercambio). También determina cuál es el castigo justo a
la infracción de las leyes (justicia retributiva). Se basa en un criterio de
igualdad aritmético: se debe dar (o castigar) en la misma cantidad en la que se
recibe (o se ha dañado).
Una persona tiene la
virtud de la justicia, desde la perspectiva de la justicia conmutativa, cuando
da al otro lo que le debe.
-
JUSTICIA
DISTRIBUTIVA
La justicia
distributiva es la que regula la relación de la comunidad con cada uno de sus
miembros pues es la que regula cómo y en qué medida se reparten en el seno de
la polis los siguientes bienes comunitarios: los cargos públicos (las
magistraturas), los honores y los beneficios. Aquí la regla de justicia es una
forma de igualdad, pero no aritmética sino geométrica (proporcional): se debe
dar a cada cual no por igual sino en proporción a su mérito.
LOS REGÍMENES POLÍTICOS
Finalmente, A. llevó a cabo una
clasificación de los regímenes políticos atendiendo a un criterio cuantitativo
y a otro cualitativo:
-
CRITERIO
CUANTITATIVO: hay tres tipos de regímenes políticos dependiendo de cuantos
gobiernen (uno, unos pocos o la mayoría).
-
CRITERIO
CUALITATIVO: hay dos tipos de regímenes políticos dependiendo de si están
orientados o no a la consecución del bien común (y dependiendo también de si el
gobernante es imparcial, es decir, justo). Por ello, los regímenes pueden ser
correctos, orientados al bien común y con gobernantes imparciales o incorrectos
(lo contrario).
A través de la aplicación de estos
dos criterios, se pueden dar los siguientes regímenes políticos:
GOBIERNAN INCORRECTOS
CORRECTOS
Uno Monarquía Tiranía
Unos pocos Aristocracia Oligarquía
La mayoría República Democracia
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