domingo, 10 de mayo de 2020

1º BACH. DIURNO15/5/20


!Hola a todo el mundo!

Última clase de esta semana. Hoy aparte de pasar apuntes, os invito a que leáis la historia del doctor Semmelweis, el responsable de que tengamos que estar lavándonos las manos cada dos horas. Arriba el higienismo y la asepsia!!!

Hoy os invito a que veáis los vídeos (son cortitos) que son la continuación y el remate de esta introducción a la silogística aristotélica (ya sabéis, en el canal de youtube cotarelofilosofia vídeos). A partir de la próxima semana, la lógica-matemática moderna.

- Figuras silogísticas
- Modos silogísticos
- Silogismo Barbara
- Silogismo Ferio
- Silogismo Baroco
- Silogismo Bocardo
- Silogismo Camenes

Salud!
APUNTES DE CLASE

EL MÉTODO CIENTÍFICO/EL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO

¿Qué es un método (en general)?

Un manual de instrucciones que nos indica cómo hacer algo (un procedimiento en que se indica qué pasos hay que dar para alcanzar un objetivo).

¿Qué es el método científico (en particular)?

El método científico es el conjunto de pasos que debe dar el científico para producir conocimiento científico.

Veamos cuáles son esos pasos, pero antes respondamos a esta última pregunta.

¿Cuál es el nombre del método científico cuyos pasos vamos seguidamente a detallar?

Método hipotético-deductivo

PASOS DEL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO

1º PASO: PLANTEAMIENTO DE UN PROBLEMA

Lo primero que hay que hacer es elegir un asunto (un problema) que requiera ser investigado científicamente. Se trata de aislar una cuestión que consideremos que merece ser estudiada y explicada desde una perspectiva científica. Es importante que tengamos presente que en cada momento de la historia, dependiendo del grado de avance del conocimiento científico de la época, es inteligente plantearse unos u otros problemas científicos. Por ejemplo, Newton, en su época, se podía preguntar por la ley que rige el movimiento planetario (la gravedad), pero habría sido absurdo que hubiese intentado explicar el porqué de las anomalías de la órbita de Mercurio (algo que sólo tiene explicación a la luz de la teoría de la relatividad de Einstein).

EN CONCLUSIÓN: un problema es científico sólo si es posible darle una respuesta a partir de los conocimientos teóricos y del técnicas disponibles.

2º PASO: OBSERVACIÓN

Intentaremos recopilar la mayor cantidad de información útil sobre el hecho que estemos estudiando, haciendo experimentos si es necesario y haciendo uso de todo tipo de instrumentos de observación (por ej., microscopios…) y medida (por ej., balanzas…).

Pero la ciencia no es un mero registro de hechos: la mera observación no es suficiente para hacer ciencia. Indudablemente, las leyes y teorías científicas se basan (se inspiran, se fundamentan) en la observación de los fenómenos objeto de estudio. La observación es necesaria pero no suficiente para hacer ciencia.

¿Qué más se requiere?

Poincare (el famoso matemático francés de principios del siglo XX) decía que la ciencia se hace con hechos como una casa con piedras, pero del mismo modo que un montón de piedras no es una casa, el mero registro de los hechos (una acumulación o montón de hechos) no es ciencia.

¿Qué es lo que falta?

El científico tiene que ordenar los hechos. Y es para ordenar los hechos, para poder explicarlos, por lo que tendrá que formular hipótesis.

3º PASO: ELABORACIÓN DE UNA HIPÓTESIS

Con las observaciones realizadas en nuestras investigaciones y experimentos, intentaremos construir una hipótesis.

¿Qué es una hipótesis?

Una explicación que dé solución al problema, pero que en principio sólo tiene un carácter provisional (es una mera suposición, una conjetura, una explicación posible del hecho objeto de estudio pero que aún no ha sido probada).

La hipótesis, la explicación que proponemos, no es una mera suma de observaciones hechas, sino una construcción teórica que, teniendo dichas observaciones como base, intenta encontrarles una explicación. Por lo tanto, la hipótesis se arriesgará a ir más allá de lo observado.

El interés de una hipótesis depende de su potencial explicativo y de su capacidad predictiva. Por ejemplo, cuando Newton creo su más genial hipótesis, la hipótesis de la existencia de una fuerza de atracción entre los cuerpos directamente proporcional a su masa e indirectamente proporcional a su distancia, es decir, de la fuerza de la gravedad, consiguió con ella explicar fenómenos tan diversos como las mareas y el movimiento planetario, y predecirlo, además, con gran exactitud.

4º PASO: DEDUCCIÓN DE CONSECUENCIAS OBSERVABLES

Todas las hipótesis son simples conjeturas, explicaciones provisionales. ¿Por qué provisionales?

Porque no sabemos si dicha explicación es o no correcta.

¿Cómo podemos llegar a saber tal cosa? ¿Cómo podemos saber si la hipótesis que hemos elaborado es verdadera o falsa?

La verdad o falsedad de una hipótesis sólo puede ser determinada confrontando dicha hipótesis con la realidad, comprobando experimentalmente la verdad o falsedad de dicha hipótesis.

¿Cómo se realiza dicha comprobación empírica?

De toda hipótesis científica se tienen que poder deducir ciertas consecuencias empíricas (hechos observables) que nos servirán para determinar si nuestra hipótesis es correcta o incorrecta: si en el mundo se dan ciertos “estados de cosas” que se deducen de nuestras hipótesis (éstas son las consecuencias empíricas de las que hablábamos en la segunda lección del curso), podremos considerar que nuestra hipótesis es correcta, que ésta ha quedado verificada por los hechos. En el caso de que esos “estados de cosas” no se den, la hipótesis queda falsada, refutada por la experiencia.

5º PASO: COMPROBACIÓN DE LA HIPÓTESIS

Para realizar la comprobación de las hipótesis, los científicos hacen uso de todas las tecnologías disponibles. Cuantas más consecuencias deduzcamos y verifiquemos, más apoyo tendrá la hipótesis para ser considerada correcta. Si el resultado de los experimentos y observaciones es negativo, tendremos que rechazar la hipótesis y buscar una hipótesis alternativa. Si nuestra hipótesis es parcialmente corroborada, deberemos revisarla hasta lograr reformularla de un modo adecuado.

Hay epistemólogos de la ciencia (como por ejemplo Karl Popper) que consideran que la comprobación de las hipótesis se produce fundamentalmente cuando los científicos hacen “predicciones arriesgadas”, predicen la existencia de una entidad o de un fenómeno previamente desconocido. Ejemplo de predicciones arriesgadas fue la predicción de la existencia del planeta Neptuno por el matemático francés LeVerrier y su posterior localización por el astrónomo alemán Galle en 1846, o el descubrimiento del bosón de Higgs, postulado por el físico británico Peter Higgs en 1964 y localizado por los físicos del CERN en 2012.

6º PASO: FORMULACIÓN DE LEYES Y DE UNA TEORÍA CIENTÍFICA

Verificada una hipótesis, tras comprobar que las consecuencias empíricas que se deducen de ella se dan de hecho en el mundo (esta comprobación no sólo la ha de hacer el científico que lleva a cabo la investigación, sino que ha de poder ser hecha por cualquier otro miembro de la comunidad científica que quiera contrastar la veracidad de dicha hipótesis reproduciendo los experimentos: es ésta la razón por la que la reproducibilidad es una de las principales condiciones del conocimiento científico), empezaremos a ver nuestra hipótesis como una ley que regula el campo de experimentación investigado.

Una vez que la ley quede formulada, nos queda por elaborar la teoría científica, la explicación del porqué esa ley funciona. Para ello, tendremos que hacer uso de:

conceptos (tanto conceptos empíricos, como conceptos teóricos; los empíricos son aquellos que tienen un referente observable como por ejemplo “órbita”, mientras que los teóricos tienen un referente inobservable, como por ejemplo “electrón”),

modelos teóricos y nuevas hipótesis (lo que se denomina un marco teórico)
que sirven para explicar por qué esa ley es correcta.
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LECTURA (esto no hay que copiarlo en la libreta)
El caso Semmelweis. Un caso histórico a título de ejemplo
Como simple ilustración de algunos aspectos importantes de la investigación científica, parémonos a considerar los trabajos de Semmelweis en relación con la fiebre puerperal.
Ignaz Semmelweis, un físico de origen húngaro, realizó esos trabajos entre 1844 y 1848 en el Hospital General de Viena. Como miembro del equipo médico de la Primera División de Maternidad del hospital, Semmelweis se sentía angustiado al ver que una gran proporción de las mujeres que habían dado a luz en esa división contraían una seria y con frecuencia fatal enfermedad conocida como fiebre puerperal o fiebre de sobreparto.
En 1844, hasta 260, de un total de 3.157 madres de la División Primera - un 8,2 %- murieron de esa enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6,8 %, y en 1846, del 11,4. Estas cifras eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente Segunda División de Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban instaladas casi tantas mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal era mucho más bajo: 2,3, 2,0 y 2,7 en los mismos años.
En un libro que escribió más tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre puerperal, Semmelweis relata sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas.
 Semmelweis empezó por examinar varias explicaciones del fenómeno corrientes en la época; rechazó algunas que se mostraban incompatibles con hechos bien establecidos; a otras las sometió a contrastación.
Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a «influencias epidémicas» que se describían vagamente como «cambios atmosférico-cósmicos-telúricos», que se extendían por distritos enteros y producían la fiebre puerperal en mujeres que se hallaban de sobreparto. Pero, ¿cómo -argüía Semmelweís- podían esas influencias haber infestado durante años la División Primera y haber respetado la Segunda? Y ¿cómo podía hacerse compatible esta concepción con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producía caso alguno en la ciudad de Viena o sus alrededores. Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan selectiva. Finalmente, Semmelweis señala que algunas de las mujeres internadas en la División Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores de parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo, a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal entre estos casos de «parto callejero era más bajo que el de la División Primera.
Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el hacinamiento. Pero Semmelweis señala que de hecho el hacinamiento era mayor en la División Segunda, en parte como consecuencia de los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre División Primera.
Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas similares haciendo notar que no había diferencias entre las dos divisiones en lo que se refería a la dieta y al cuidado general de las pacientes.
En 1848 una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la frecuencia de la enfermedad en la División Primera a las lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos a que sometían a las pacientes los estudiantes de medicina, todos los cuales realizaban sus prácticas de obstetricia en esta división. Semmelweis señala, para refutar esta opinión, que (a) las lesiones producidas naturalmente en el proceso del parto son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso; (b) las comadronas que recibían enseñanzas en la División Segunda reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir los mismos efectos; (c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo a la mitad el número de estudiantes y se restringió al mínimo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos, la mortalidad, después de un breve descenso, alcanzó sus cotas más altas.
Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la División Primera estaba organizada de tal modo que un sacerdote que portaba los últimos auxilios a una moribunda tenía que pasar por cinco salas antes de llegar a la enfermería: se sostenía que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las pacientes de las salas y las hacía así más propicias a contraer la fiebre puerperal. En la División Segunda no se daba este factor adverso, porque el sacerdote tenía acceso directo a la enfermería. Semmelweis decidió someter a prueba esta suposición. Convenció al sacerdote de que debería dar un rodeo y suprimir el toque de campanilla para conseguir que llegara a la habitación de la enferma en silencio y sin ser observado. Pero la mortalidad no decreció en la División Primera.
 A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea: las mujeres, en la División Primera, yacían de espalda, en la Segunda, de lado. Aunque esta circunstancia le parecía irrelevante, decidió, aferrándose a un clavo ardiendo, probar a ver si la diferencia de posición resultaba significativa. Hizo, pues, que las mujeres internadas en la División Primera se acostaran de lado, pero, una vez más, la mortalidad continuó.
Finalmente, en 1847, la casualidad dio a Semmelweis la clave para la solución del problema. Un colega suyo, Kolletschka, recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió después de una agonía durante la cual mostró los mismos síntomas que Semmelweis había observado en las víctimas de la fiebre puerperal. Aunque por esa época no se había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese tipo de infecciones, Semmelweis comprendió que la «materia cadavérica» que el escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de Kolletschka había sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las semejanzas entre el curso de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de su clínica llevó a Semmelweis a la conclusión de que sus pacientes habían, muerto por un envenenamiento del mismo tipo: los portadores de la materia infecciosa, porque él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de autopsias, y reconocían a las parturientas después de haberse lavado las manos sólo de un modo superficial, de modo que éstas conservaban a menudo un característico olor a suciedad. Una vez más, Semmelweis puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba él que si la suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden por la que se exigía a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna enferma. La mortalidad puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27% en la División Primera, frente al 1,33 de la Segunda. En apoyo de su idea, o, como también diremos, de su hipótesis Semmelweis hace notar además que con ella se explica el hecho de que la mortalidad' en la División Segunda fuera mucho más baja: en ésta las pacientes estaban atendidas por comadronas, en cuya preparación no estaban incluidas las prácticas de anatomía mediante la disección de cadáveres. La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre los casos de “parto callejeros”: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos casi nunca se las sometía a reconocimiento después de su ingreso, y de este modo tenían mayores posibilidades de escapar a la infección. Asimismo, la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los recién nacidos que habían contraído la fiebre puerperal fueran hijos de madres que habían contraído la enfermedad durante el parto; porque en ese caso la infección se le podía transmitir al niño antes de su nacimiento, a través de la corriente sanguínea común de madre e hijo, lo cual, en cambio, resultaba imposible cuando la madre estaba sana. Posteriores experiencias clínicas llevaron pronto a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una ocasión, por ejemplo, él y sus colaboradores, después de haberse desinfectado cuidadosamente las manos, examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado; procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal. Semmelweis llegó a la conclusión de que la fiebre puerperal podía ser producida no sólo por materia cadavérica, sino también por “materia pútrida procedente de organismos vivos”.
 Hempel “Filosofía de la Ciencia Natural”, páginas 16-18

FIN DE LA LECTURA -----------------------------------------------------------------------------------------

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