domingo, 10 de mayo de 2020

1º BACH NOCTURNO 14/5/20

Hola a todo el mundo!

Seguimos con la nueva unidad dedicada a la ciencia.

Hoy no os voy a pedir que visualicéis ningún vídeo de lógica para así, a partir de la próxima semana, ir a la par en este tema con los del bachillerato diurno.

ESO SÍ, PARA HOY TENÉIS UNA LECTURA COMPLEMENTARIA SOBRE IGNATZ SEMMELWEIS, EL CAMPEÓN DEL HIGIENISMO Y LA ASEPSIA  RESPONSABLE DE QUE ESTEMOS CADA DOS HORAS LAVÁNDONOS LAS MANOS (en principio estaba pensada para la próxima clase pero aprovechando que hoy no hay que ver vídeos, os sirve para introduciros en el tema de la próxima semana: el método hipotético-deductivo como  científico


APUNTES DE CLASE


¿Qué aspectos separan a la nueva ciencia moderna del antiguo saber filosófico-metafísico de la naturaleza?

A)     EXPERIMENTACIÓN

Tanto los científicos modernos como los filósofos de la naturaleza antiguos observan atentamente la realidad, pero los científicos también experimentan.

¿Qué es experimentar?

La experimentación no es la simple observación de los fenómenos, sino la reproducción minuciosa de un fenómeno de manera controlada.

¿Con qué fin?

Con el fin de observar mejor todos aquello aspectos de este fenómeno que les puedan ayudar a resolver un problema científico previamente planteado.

¿Qué papel juega en la experimentación la tecnología, los sofisticados instrumentos de observación y medición de los que se hace uso en el laboratorio?

La observación científica está mediatizada (y por ello condicionada) por la tecnología. (el primer gran científico de la historia, el inventor de la ciencia moderna, Galileo Galilei, fue el primero que observó los cielos a través de lentes de aumento, a través de un telescopio). Los científicos hacen uso, por ello,  para llevar a cabo sus observaciones y mediciones de un complejo instrumental (telescopios, balanzas, microscopios…) sin el cual la investigación científica no sería posible.

La observación científica exige, además, precisión y también sistematicidad, a diferencia de lo que ocurre con la observación ordinaria que es inexacta (le basta un simple + o -) y asistemática.

Finalmente, la experimentación está relacionada con una de las características principales del método científico: la reproducibilidad.

¿Qué es la reproducibilidad?

Cualquier experimento u observación realizado por un científico tiene que poder ser llevado a cabo por sus pares (por cualquier otro científico). Es decir, el experimento tiene que ser reproducible. Esta reproducibilidad es el fundamento de la objetividad científica (el pensamiento científico aspira a ser objetivo, no subjetivo). Y es que el gran problema de la ciencia antigua, de la filosofía griega, de la comprensión teórica inventada por los griegos, es que carece de este tipo de sistemas de control de la objetividad del conocimiento (la ciencia moderna por el contrario exige testar la objetividad de las observaciones y experimentos llevados a cabo).

EN CONCLUSIÓN: la experimentación/observación científica se caracteriza por su carácter tecnológico, así como por su precisión, sistematicidad y reproducibilidad.

B)     MÉTODO

¿Cómo se hace ciencia? ¿Cómo se produce el saber científico?

Por medio de la investigación científica. Dicha investigación es científica porque sigue unas reglas (es una secuencia de pasos: los pasos del método científico)
.
En otros campos del saber (por ejemplo, la filosofía), se utilizan también métodos, pero distintos del método científico: método hermenéutico, fenomenológico, dialéctico…

Inmediatamente explicaremos en qué consiste dicho método, pero podemos ir adelantando que la exigencia principal del método científico es la contrastabilidad, la exigencia de que las explicaciones científicas (las hipótesis científicas) sean contrastables, es decir, puedan probar su validez recurriendo a la experiencia (son las consecuencias empíricas de las que hablábamos en la 2º lección del curso). Es también la exigencia de contrastabilidad una razón más de la importancia de los experimentos (la ciencia moderna es ciencia experimental). Los experimentos se hacen en muchas ocasiones no para investigar un problema (ver supra) o recabar datos, sino para probar la verdad de una hipótesis científica.

C)     MATEMÁTICAS Y LENGUAJE CIENTÍFICO

Las matemáticas y el lenguaje formalizado de las distintas disciplinas científicas son una herramienta indispensable en toda explicación científica.

En el caso de las matemáticas (la física de los modernos es no física, física a secas, como la de los antiguos, sino física-matemática). Galileo afirmaba que el gran libro de la naturaleza estaba escrito en lenguaje matemático y que sería muy fácil descifrar todos sus enigmas si lo leyésemos en dicha clave (en clave matemática). Gracias a la matemática, la naturaleza puede llegar a ser un libro abierto. ¿Por qué son tan importantes las matemáticas? El objetivo principal de la ciencia es el descubrimiento de leyes. ¿Qué es una ley científica? Toda ley científica expresa una regularidad matemática que se da como mínimo entre dos fenómenos de la naturaleza. Como dicha regularidad tiene carácter matemático, necesitamos tanto de la matemática para descubrirla como para expresarla. Por ello, la mayoría de las leyes científicas son funciones matemáticas del tipo y=2x

D)     APLICACIÓN PRÁCTICA

Los conocimientos científicos aumentan nuestra capacidad de control y manipulación de los procesos naturales, lo cual hace posible ponerlos al servicio de la satisfacción de las necesidades humanas (por ejemplo, nuestros conocimientos científicos acerca de la electricidad han hecho posible el uso continuado de ésta en todas las esferas de la vida). La ciencia de los griegos, la filosofía de la naturaleza de los antiguos, por el contrario, carecía de utilidad práctica, era sólo teoría, es decir, contemplación (pura especulación).

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LECTURA (esto no hay que copiarlo en la libreta)
El caso Semmelweis. Un caso histórico a título de ejemplo
Como simple ilustración de algunos aspectos importantes de la investigación científica, parémonos a considerar los trabajos de Semmelweis en relación con la fiebre puerperal.
Ignaz Semmelweis, un físico de origen húngaro, realizó esos trabajos entre 1844 y 1848 en el Hospital General de Viena. Como miembro del equipo médico de la Primera División de Maternidad del hospital, Semmelweis se sentía angustiado al ver que una gran proporción de las mujeres que habían dado a luz en esa división contraían una seria y con frecuencia fatal enfermedad conocida como fiebre puerperal o fiebre de sobreparto.
En 1844, hasta 260, de un total de 3.157 madres de la División Primera - un 8,2 %- murieron de esa enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6,8 %, y en 1846, del 11,4. Estas cifras eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente Segunda División de Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban instaladas casi tantas mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal era mucho más bajo: 2,3, 2,0 y 2,7 en los mismos años.
En un libro que escribió más tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre puerperal, Semmelweis relata sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas.
 Semmelweis empezó por examinar varias explicaciones del fenómeno corrientes en la época; rechazó algunas que se mostraban incompatibles con hechos bien establecidos; a otras las sometió a contrastación.
Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a «influencias epidémicas» que se describían vagamente como «cambios atmosférico-cósmicos-telúricos», que se extendían por distritos enteros y producían la fiebre puerperal en mujeres que se hallaban de sobreparto. Pero, ¿cómo -argüía Semmelweís- podían esas influencias haber infestado durante años la División Primera y haber respetado la Segunda? Y ¿cómo podía hacerse compatible esta concepción con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producía caso alguno en la ciudad de Viena o sus alrededores. Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan selectiva. Finalmente, Semmelweis señala que algunas de las mujeres internadas en la División Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores de parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo, a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal entre estos casos de «parto callejero era más bajo que el de la División Primera.
Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el hacinamiento. Pero Semmelweis señala que de hecho el hacinamiento era mayor en la División Segunda, en parte como consecuencia de los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre División Primera.
Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas similares haciendo notar que no había diferencias entre las dos divisiones en lo que se refería a la dieta y al cuidado general de las pacientes.
En 1848 una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la frecuencia de la enfermedad en la División Primera a las lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos a que sometían a las pacientes los estudiantes de medicina, todos los cuales realizaban sus prácticas de obstetricia en esta división. Semmelweis señala, para refutar esta opinión, que (a) las lesiones producidas naturalmente en el proceso del parto son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso; (b) las comadronas que recibían enseñanzas en la División Segunda reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir los mismos efectos; (c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo a la mitad el número de estudiantes y se restringió al mínimo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos, la mortalidad, después de un breve descenso, alcanzó sus cotas más altas.
Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la División Primera estaba organizada de tal modo que un sacerdote que portaba los últimos auxilios a una moribunda tenía que pasar por cinco salas antes de llegar a la enfermería: se sostenía que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las pacientes de las salas y las hacía así más propicias a contraer la fiebre puerperal. En la División Segunda no se daba este factor adverso, porque el sacerdote tenía acceso directo a la enfermería. Semmelweis decidió someter a prueba esta suposición. Convenció al sacerdote de que debería dar un rodeo y suprimir el toque de campanilla para conseguir que llegara a la habitación de la enferma en silencio y sin ser observado. Pero la mortalidad no decreció en la División Primera.
 A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea: las mujeres, en la División Primera, yacían de espalda, en la Segunda, de lado. Aunque esta circunstancia le parecía irrelevante, decidió, aferrándose a un clavo ardiendo, probar a ver si la diferencia de posición resultaba significativa. Hizo, pues, que las mujeres internadas en la División Primera se acostaran de lado, pero, una vez más, la mortalidad continuó.
Finalmente, en 1847, la casualidad dio a Semmelweis la clave para la solución del problema. Un colega suyo, Kolletschka, recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió después de una agonía durante la cual mostró los mismos síntomas que Semmelweis había observado en las víctimas de la fiebre puerperal. Aunque por esa época no se había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese tipo de infecciones, Semmelweis comprendió que la «materia cadavérica» que el escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de Kolletschka había sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las semejanzas entre el curso de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de su clínica llevó a Semmelweis a la conclusión de que sus pacientes habían, muerto por un envenenamiento del mismo tipo: los portadores de la materia infecciosa, porque él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de autopsias, y reconocían a las parturientas después de haberse lavado las manos sólo de un modo superficial, de modo que éstas conservaban a menudo un característico olor a suciedad. Una vez más, Semmelweis puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba él que si la suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden por la que se exigía a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna enferma. La mortalidad puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27% en la División Primera, frente al 1,33 de la Segunda. En apoyo de su idea, o, como también diremos, de su hipótesis Semmelweis hace notar además que con ella se explica el hecho de que la mortalidad' en la División Segunda fuera mucho más baja: en ésta las pacientes estaban atendidas por comadronas, en cuya preparación no estaban incluidas las prácticas de anatomía mediante la disección de cadáveres. La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre los casos de “parto callejeros”: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos casi nunca se las sometía a reconocimiento después de su ingreso, y de este modo tenían mayores posibilidades de escapar a la infección. Asimismo, la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los recién nacidos que habían contraído la fiebre puerperal fueran hijos de madres que habían contraído la enfermedad durante el parto; porque en ese caso la infección se le podía transmitir al niño antes de su nacimiento, a través de la corriente sanguínea común de madre e hijo, lo cual, en cambio, resultaba imposible cuando la madre estaba sana. Posteriores experiencias clínicas llevaron pronto a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una ocasión, por ejemplo, él y sus colaboradores, después de haberse desinfectado cuidadosamente las manos, examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado; procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal. Semmelweis llegó a la conclusión de que la fiebre puerperal podía ser producida no sólo por materia cadavérica, sino también por “materia pútrida procedente de organismos vivos”.
 Hempel “Filosofía de la Ciencia Natural”, páginas 16-18

FIN DE LA LECTURA -----------------------------------------------------------------------------------------

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